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Carta del Editor

El odio que nos helará el corazón

Leo a Juan Luis Cebrián en El País del lunes: “Razones para un Gobierno de coalición”. Si tenía alguna duda sobre la conveniencia de eso, de un Gobierno PSOE- Unidas Podemos, ya no la tengo. Si Cebrián está a favor de tal Gobierno, queda definitivamente claro que a España no le interesa. Cebrián no es tan ignorante ni tan gafe como Julio Liarte -hay límites imposibles de superar- pero ambos se parecen mucho y el daño que Cebrián le ha hecho a España es comparable, en menor escala, al daño que, en muy poco tiempo y apoyado por De Castro, Liarte le ha hecho y le sigue haciendo a Melilla si no se le aparta, con la máxima urgencia, de la política. Leo a Juan Luis Cebrián en El País del lunes: “Razones para un Gobierno de coalición”. Si tenía alguna duda sobre la conveniencia de eso, de un Gobierno PSOE- Unidas Podemos, ya no la tengo. Si Cebrián está a favor de tal Gobierno, queda definitivamente claro que a España no le interesa. Cebrián no es tan ignorante ni tan gafe como Julio Liarte -hay límites imposibles de superar- pero ambos se parecen mucho y el daño que Cebrián le ha hecho a España es comparable, en menor escala, al daño que, en muy poco tiempo y apoyado por De Castro, Liarte le ha hecho y le sigue haciendo a Melilla si no se le aparta, con la máxima urgencia, de la política.

De la lectura del diario El País se deduce que el acuerdo PSOE-Unidas Podemos está cerca. De la lectura de todos los demás periódicos se observa que es prácticamente imposible. De lo que dicen los empresarios -el único motor de la economía productiva- se infiere que prefieren unas elecciones (otra vez) antes que un Gobierno PSOE-Podemos. El agotamiento social es evidente. La posibilidad de unas nuevas elecciones nacionales repetidas una y otra vez hasta el infinito no es descartable, en cuanto que es previsible que ningún partido logre la mayoría absoluta ni consiga pactar con otros para poder gobernar, como ha sido el caso actual.
“¿Se puede gobernar desde el odio y con el odio? La respuesta es que sí, que se puede, como la experiencia nos demuestra, pero que no, no se debe, porque los estropicios de ese gobierno construido con el odio como pivote central son enormes y el daño causado profundo y duradero. El odio genera más odio. El odio es el asidero en el que se apoya el que no tiene ideas ni capacidad de tenerlas, porque pensar bien y tener ideas constructivas es mucho más difícil que odiar y tener ideas destructivas”. Entrecomillo estas frases porque las he copiado – y lo digo, a diferencia de lo que hacen algunos políticos, como el actual presidente en funciones de España, Pedro Sánchez- aunque mi justificación es que me he copiado a mí mismo, porque eso lo escribí yo y lo publiqué hace semanas.

Sobre el odio y las dos Españas -una de las cuales ha de helarnos el corazón, como escribió Antonio Machado- se construyó el poder nacional del socialista Pedro Sánchez, el odio “a la derecha”. Sobre el odio “a Imbroda” se construyó el nuevo Gobierno melillense, presidido por el político electoralmente peor valorado de la historia de nuestra ciudad, Eduardo de Castro, y con el PP y CpM recurriendo al odio étnico-religioso como principal argumento electoral. Pero, es inevitable, el odio puede ser un factor aglutinante, como ha sido el caso Castro-Liarte, pero es un factor inevitablemente disolvente y paralizante, como es el actual caso melillense.

De esta situación local, que nos conduce directamente al desastre para casi todos -excepto para los políticamente colocados y espléndidamente pagados con nuestros impuestos- solo se puede salir cambiando ya, lo antes posible, hoy mejor que mañana, de Gobierno, no dejándolo para más tarde y ya iremos viendo lo que pasa con la condena de uno, la casa recién comprada de otro, el resultado de las elecciones generales que se avecinan, lo que dice un estudio solicitado para que nos definan el futuro económico de la ciudad (una aberración más de un Gobierno roto, sin objetivos, sin capacidad de entendimiento interno) y etc., etc. de un largo y terrorífico etcétera.

De esta espantosa situación hay que salir ya, dejándose de imbecilidades del tipo con este no hablo, que me llame él, de personalismos absurdos y liderazgos absolutistas y obediencias ciegas al líder -que si, además, se tiñen de matices religiosos, ya dejan de ser extemporáneas para convertirse en peligrosas, especialmente en una ciudad como la nuestra-, debilidades, problemas familiares y odios personales, indecisiones personalistas que es necesario superar, que ya no se pueden ni se deben mantener.

Repito, una vez más, que no se trata de volver a un pasado que ya pasó y que no volverá. Se trata de construir un nuevo futuro y en eso los dos partidos que en las últimas elecciones lograron más votos (PP y CpM) y por ser respetuosos con la democracia -aun reconociendo que no es un sistema ideal, sino solo, y eso ya es mucho, el menos malo de los sistemas políticos conocidos y experimentados- deben iniciar ya contactos y llegar a acuerdos rápidos, sólidos y a largo plazo que posibiliten que una de las dos Melillas o las dos, étnica y religiosamente enfrentadas, no termine helándonos el corazón y matando a esta Melilla española que nació hace 522 años, en la que vivimos y quisiéramos poder seguir viviendo, algo que ahora no está nada claro.

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Enrique Bohórquez López-Dóriga

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