Quizá el gesto de CpM, absteniéndose en tres propuestas del Ejecutivo y demostrando a sus socios la fuerza mayoritaria que tiene en la Asamblea, al contrario de lo que sucede en el Consejo de Gobierno, contribuya a bajar los humos a Liarte, y de paso, al resto de miembros del Ejecutivo que se han venido demasiado arriba en tan poco tiempo y sin ninguna razón para ello Cuando están a punto de cumplirse cuatro meses del acuerdo de CpM, PSOE y Cs, el tripartito hizo aguas durante unos minutos el pasado miércoles en el pleno de la Asamblea, quedándose en cosa de dos a la vista de todo el mundo y sobre el papel oficial. CpM dejó solos a PSOE y Cs a la hora de votar tres propuestas del Gobierno del que forman parte los tres partidos, porque en vez de votar a favor, como sería lo lógico al ser asuntos que impulsa su propio Gobierno, los cepemistas se abstuvieron. Y aunque no tuvo consecuencias, porque los grupos de la oposición votaron también a favor, lo cierto es que el gesto de CpM fue toda una demostración de fuerza hacia sus compañeros, además de un signo evidente de que el tripartito no goza de la buena salud que nos quiere hacer creer la socialista Gloria Rojas.
De los 13 votos que tiene el Gobierno en la Asamblea, 12 el miércoles porque faltaba uno de los diputados socialistas, el bipartito PSOE-Cs se quedó en cuatro y necesitó los votos de PP y Vox para poder salvar los muebles. CpM, que sabía que la oposición votaría a favor porque así lo había hecho en la Comisión de Hacienda, Economía y Empleo, decidió cambiar el apoyo que había dado en dicha comisión para abstenerse en el pleno. Un giro de última hora, del que no sabemos las razones porque CpM no las explicó, pero que se produjo a raíz de un encontronazo del presidente y portavoz de CpM, Mustafa Aberchán, con el presidente de la Ciudad Autónoma y único diputado de Cs, Eduardo De Castro, cuando el segundo no dio la palabra que había pedido el primero, al parecer porque la pantalla del ordenador de la Mesa de la Asamblea le estaba tapando. Aberchán protestó y solicitó que se cambiara de ubicación la pantalla para no tener que levantarse de su escaño y pedir “a gritos” la palabra porque no le veían.
No sabemos si esta anécdota podría tener o no que ver con el cambio de voto de CpM. No parece probable, aunque haya coincidido que justo después llegaron las tres abstenciones cepemistas, ya que la pantalla maldita, además, fue cambiada de sitio apenas un minuto después de que Aberchán lo pidiera. Más bien parece que la postura de CpM responde a un toque de atención hacia un consejero supuestamente independiente, Julio Liarte, que sin ser diputado ni haber sido votado por los melillenses, a diferencia de casi todo el Gobierno, ostenta en la actualidad más poder que el resto porque De Castro así lo ha querido al otorgarle todas las competencias que tienen que ver con la economía. Y no solo eso, sino que encima, se cree el rey del mambo, como quiso demostrar en el pleno haciendo un chiste sin gracia sobre un problema grave, y es la tardanza con la que la Ciudad Autónoma está pagando las facturas a las empresas que trabajan para la Administración. Dijo Liarte que él no está pendiente del periodo medio de pago a proveedores porque “no es el IBEX ni el índice Nikkei”. Efectivamente, no lo es, pero Liarte parece que no se entera de que de ese periodo de pago dependen cientos de puestos de trabajo y que las empresas lo están pasando realmente mal porque la Ciudad no les paga. La Administración debería tardar en pagarle a él su suculento sueldo de más de 4.500 euros mensuales lo mismo que él tarda en pagar a las empresas, a ver si le quedan ganas de hacer bromas al respecto.
Quizá el gesto de CpM, absteniéndose en tres propuestas del Ejecutivo y demostrando a sus socios la fuerza mayoritaria que tiene en la Asamblea, al contrario de lo que sucede en el Consejo de Gobierno, contribuya a bajar los humos a Liarte, y de paso, al resto de miembros del Ejecutivo que se han venido demasiado arriba en tan poco tiempo y sin ninguna razón para ello.
