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Desde el otro lado

Miseria

J. Gabriel Jiménez

Asistimos a una serie de eventos políticos de diferentes colores y clases. Tras las elecciones generales del 10 de Noviembre ha comenzado a funcionar el engranaje político que marca las idas y venidas de unos y otros, los apretones de manos, abrazos, desaires, de críticas e intercambios de favores. La prensa generalista lo analiza al detalle, casi milimétricamente, y da parte diario de ello. El país, expectante, aguarda la resolución de los avatares políticos.
Mientras tanto los de siempre; los desamparados, los humildes, los desposeídos de la Tierra – sobre todo la nuestra – no esperan nada, Están acostumbrados a ser tema recurrente, a que hablen de ellos como si fuesen munición para la ametralladora dialéctica de los políticos. ¡Y en nuestra tierra! Melilla cuenta con las tasas más altas, de todo eso que ya conocemos, la de todos los males, de todas las miserias, de todos los fracasos.
¿Alguien se ha detenido en plena campaña a pensar quién mira realmente por ellos? ¿Quién es su representante? Ellos no entran en las diatribas de los impuestos de sucesiones porque no tienen nada que heredar, para ellos no hay revisión de la tarifa de autónomos porque no tienen empleo, no les afecta la discusión sobre tal o cual edificio para uso universitario porque no llegan a la Educación Superior.

El 10-N ya ha pasado y todos vuelven a su estado natural, sonriente y alegre, después de haber luchado en eso que algunos llaman ‘la fiesta de la democracia’, que bien podría ser una ‘reyerta entre urnas’. Pero hay algo que permanece inmutable, la desesperanza de muchos que siguen sin tener futuro en estos doce kilómetros cuadrados. Eso no cambia cada cuatro años, eso es inamovible, imperecedero. La miseria gobierna en todas las legislaturas.

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