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Las termitas de la balcanización

Fomentar la división étnica de la ciudad para que un político pueda obtener un escaño en el Congreso produce, además del fracaso del intento como finalmente ha sucedido, un daño muy grave a Melilla, de muy difícil arreglo y de mucho peligro La política en España en general y en Melilla en particular hace años que no está nada bien. No es que España sea ninguna excepción, porque las quejas de los ciudadanos, de la gente normal que trabaja y paga impuestos, contra las elites políticas son mundialmente generalizadas, pero como España es nuestro país y Melilla nuestra ciudad lo que aquí sucede nos afecta y nos importa más.

Estamos mal pero asusta que podamos empeorar. Hay ya peligrosos ejemplos de lo malo que puede seguir sucediendo en el futuro a España, “o sea a las partes de España que, con el cerebro comido por las termitas de la balcanización, creen que el debilitamiento de España no es el suyo también” (última frase de Fracasología, el espléndido nuevo libro de María Elvira Roca Barea). Una frase que también es aplicable a Melilla.

En nuestra ciudad también hay políticos, electos y no electos, que creen que el debilitamiento de Melilla no es el suyo también. Políticos con el cerebro comido por las termitas de la balcanización, de la división en etnias, en clases, que conducen al debilitamiento de los enemigos políticos pero, como consecuencia inevitable, al debilitamiento de todos los melillenses, políticos balcanizados incluidos.

Lo que ha ocurrido en las últimas elecciones es un aviso más del peligro en el que nos encontramos. En Melilla ha habido, propiciada por muchos pero con especial énfasis por el líder absoluto -de momento- del partido musulmán -todavía- Coalición por Melilla, una batalla electoral étnica. Basta leer el análisis electoral de los resultados del voto por colegios que publicamos ayer y que escribió Paqui Sánchez.

Fomentar la división étnica de la ciudad para que un político pueda obtener un escaño en el Congreso produce, además del fracaso del intento como finalmente ha sucedido, un daño muy grave a Melilla, de muy difícil arreglo y de mucho peligro, especialmente para aquellos que han creído las promesas que se les hacían y que están especialmente necesitados de que Melilla esté bien gobernada.

Y para que Melilla esté bien gobernada es indispensable que cambie, que cese, que se acabe con el actual Gobierno, nacido de un pacto antinatura y presidido por Eduardo de Castro, un solo diputado en las elecciones locales y el político peor valorado de la ciudad.

La sentencia del Tribunal Supremo sobre la ilegitimidad de que sean consejeros y viceconsejeros los que no han sido votados en las elecciones locales es una gran ayuda para terminar con este Gobierno local que, si no terminamos con él, terminará con Melilla. Por eso nos parece de una inmensa torpeza que la secretaria general del PSOE melillense, Gloria Rojas, insista en intentar mantener lo inmantenible, que los de su partido, y los de De Castro y de Aberchán, sigan cobrando como consejeros y viceconsejeros, aunque no puedan “firmar”, ni hacer nada eficaz, excepto que se considere que el hecho de que ellos sigan cobrando es de alguna eficacia para Melilla.

En Ceuta, nuestra ciudad hermana que tanto se parece y tanto se diferencia de Melilla, el PSOE gobierna con el PP y justifica su postura, con total acierto, porque el interés de la ciudad está por encima del interés partidista. Gloria, según demuestran los hechos, opina lo contrario. El odio y el desprecio a “la derecha” supera, para Rojas, el interés general de Melilla. Está, todavía, a tiempo de rectificar. Ya se verá en los próximos días si ella rectifica o la hacen rectificar.

Una última aclaración: Melilla no es ni de Imbroda, ni de Aberchán, ni de Rojas, ni (menos mal) de De Castro. Melilla no es de ningún político. La soberanía de Melilla reside, constitucionalmente, en los melillenses, en primer término, y en el pueblo español, en el fondo y en la forma.

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