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Carta del Editor

Sí, el cambio es posible, pero no es lo que hay

Al presidente en eternas funciones disfuncionales, Pedro Sánchez, se le apoda “Falconetti”. ¿Es apropiado el apodo? ¿De dónde proviene? ¿De qué viaja a menudo en el avión Falcon oficial, que es muy caro, pero para él es gratis? ¿Quizás porque es la quintaesencia del malo, como el personaje de una serie norteamericana, Hombre rico, Hombre pobre? ¿Quizás porque ese apellido provenga de la familia Falcone, de Córcega, que se caracterizó, como es habitual en los gánsteres, por las luchas y las venganzas implacables, que se abrió camino en el Sur de Francia en el turbio ambiente de la delincuencia y la prostitución, corrupción de políticos, venganzas, traiciones, odios, rivalidades fueron sus peripecias habituales? Al presidente en eternas funciones disfuncionales, Pedro Sánchez, se le apoda “Falconetti”. ¿Es apropiado el apodo? ¿De dónde proviene? ¿De qué viaja a menudo en el avión Falcon oficial, que es muy caro, pero para él es gratis? ¿Quizás porque es la quintaesencia del malo, como el personaje de una serie norteamericana, Hombre rico, Hombre pobre? ¿Quizás porque ese apellido provenga de la familia Falcone, de Córcega, que se caracterizó, como es habitual en los gánsteres, por las luchas y las venganzas implacables, que se abrió camino en el Sur de Francia en el turbio ambiente de la delincuencia y la prostitución, corrupción de políticos, venganzas, traiciones, odios, rivalidades fueron sus peripecias habituales?
¿Qué traje le sienta mejor a Pedro Sánchez? Los tres, probablemente. Ese es el personaje que preside, siempre en funciones, a un gran país como España y que ahora intenta, con quien sea y como sea, seguir en el cargo. Ese es el líder de un partido, el PSOE, condenado por un fraude monumental como el de los ERES del que Sánchez pretende no hablar ni que se hable. Ese es el político que se mantiene con el apoyo de jefes locales del partido que ahora domina, como la melillense Gloria Rojas, cuyos “razonamientos” de superioridad moral partidista producen sentimientos ubicados entre el horror y la hilaridad.

Conviene volver a los hechos. Porque nada existe por nada y los hechos, como nos explicó Aristóteles hace veinticinco siglos, preceden a las palabras y las explican. Los hechos demuestran, por ejemplo, que, sea por culpa de las élites españolas, como indica María Elvira Roca, o por lo que sea, España, como el resto de países hispanoamericanos, no consigue consolidar un Estado sólido, que pasaría por una reforma en firme del actual Estado autonómico en el que los partidos políticos tienen colocados a la mayor parte de su personal. “Y hay mucha gente que colocar, porque la política en España se ha transformado en una actividad no solo chillona y falta de elegancia, sino llena de gente que no sabe ganarse la vida en otra cosa” (Roca Barea). Para ejemplo y por empezar por la cabeza, Pedro Sánchez. Para continuar con ejemplos: la mayoría de los políticos melillenses.

España padece, además, el nacionalismo, que es un sistema de lucha tribal que ha existido en muchos tiempos y muchos lugares porque genera una división del mundo entre los nuestros y los otros que no admite reconciliación. ¡Que no admite reconciliación! Eso es lo que hay que entender y lo que los buenistas no entienden. Como escribe María Elvira Roca Barea en ”Fracasología”, el problema territorial que España tiene “no es que existan en España tendencias balcanizantes, es que las fuerzas políticas no balcanizantes, que son mayoritarias y dicen que constitucionalistas, han sido incapaces de ofrecer un frente común; una democracia no puede integrar cualquier tendencia que surja en el horizonte ni sostenerse en un Estado que alimenta estructuras que trabajan para su propia destrucción”. El suicidio, pagando además la pistola con la que te quieren asesinar, no es una solución aceptable.

Melilla está también sumida en un proceso de autodestrucción. Insisto, una vez más y van mil, que el Gobierno melillense anterior era claramente mejorable y que la lista continuista que el PP presentó a las elecciones locales me pareció mal. Pero el Gobierno presidido por De Castro y apoyado en el supergafe Liarte ha hecho bueno a ese Gobierno anterior, como lo habría hecho con cualquier Gobierno, por malo que hubiera podido ser.

Un cambio de gobierno es imprescindible y urgente en Melilla. La sentencia del Supremo -que ha obligado al lerdo presidente de Melilla a cesar a seis miembros del Gobierno local, tarde, mal y con explicaciones absurdas, como en él es habitual- es una oportunidad para que el cambio de gobierno se produzca. Tiene razón Esther Donoso, que sabe muy bien de lo que habla cuando lo hace de la economía pública melillense y a la que sucedió el gafe y archidemostradamente inútil Liarte, al denunciar que el actual -espero que por poco tiempo más- presidente lo que ha conseguido es bloquear y paralizar toda la Administración, “porque no se está tramitando nada… es un presidente inoperativo… y ha convertido en un despropósito el Gobierno de la Ciudad”.

Aberchán habla del cambio. Un cambio de verdad y con futuro sería, no lo que hay, no el fallido intento de cambio del Gobierno actual, sería, como he dicho muchas veces, como decía ayer Mimon Mohamed en nuestro periódico, un pacto del PP (10 diputados) y CpM (8 diputados), con los sacrificios necesarios por parte de sus actuales, no eternos, líderes.

Posdata
España es un gran país y Melilla una gran ciudad, que se está muriendo, pero en la que se podría, y se debería, vivir muy bien. Es necesario derrotar el pesimismo. Sí, el cambio es posible y el o los que tengan que sacrificarse para lograrlo deberían de hacerlo (como estamos haciendo nosotros en el periódico de Melilla, nuestro MELILLA HOY). Es difícil soportar la indignación que nos produce el acoso con el que nos quiere someter este Gobierno cada vez más del ¿marroquí? Aberchán y con el apoyo de una de las personas más repugnantemente dañinas y odiadoras que la política melillense ha padecido, el gafe y mala persona que es Julio Liarte, el apoyo del inútil presidente De Castro. Lo fácil, aunque suicida, sería rendirse y pensar solo en el interés propio. Lo digno, aunque sea duro y arriesgado, es luchar por lo que es justo y necesario, por mantenernos libres.

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Enrique Bohórquez López-Dóriga

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