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CONOCIENDO NUESTRAS TRADICIONES

EL ADVIENTO: TIEMPO DE FE Y ESPERANZA (I)

Hablar de tradiciones es hacer alusión a valores, creencias y costumbres que caracterizan a cualquier comunidad y sobre todo aquellas que suelen transmitirse oralmente.

Como tal se define el conjunto de bienes culturales que se transmite de generación en generación dentro de una comunidad. Las tradiciones son pues aquellas costumbres y manifestaciones que cada sociedad considera valiosas y desea mantenerlas para que puedan ser conocidas y aprendidas por las generaciones más jóvenes y las futuras por estimarse como una parte indispensable del legado cultural.
Nos referimos pues al patrimonio tanto material como inmaterial que todos estamos obligados a preservar y principalmente quienes estamos al frente de organismos o instituciones que deben ser garantes de la protección de lo que esta palabra aglutina. Igual que nos preocupamos por cuidar y conservar edificios, cuadros o cualquier otra pieza que puede ser visitada, observada o tocada igual debe ocurrir con aquello que forma parte de nuestro acervo cultural e incluso espiritual. Todo ello merece una especial atención para que no se pueda nunca perder.

La Fundación Melilla Ciudad Monumental, a tenor de sus estatutos, asume el papel de defensora del patrimonio melillense, en el más amplio sentido de la palabra.

Hoy, queremos acercarles a una tradición cuyo origen se remota a muchos siglos atrás y aunque pueda parecer que solo tiene una connotación religiosa y cristiana es realmente símbolo de esperanza, de luz, de alegría que puede y debe ser compartido. De vivirlo en familia, en comunidad.

Melilla es una ciudad muy peculiar por eso debe serlo también en sus tradiciones y en la forma de conservarlas y transmitirlas haciendo partícipes a todos de todo. Es bueno y enriquecedor que seamos capaces de abrir nuestras mentes a la par que los corazones para alcanzar una convivencia real y feliz.

Conocer para comprender, para respetar y compartir. Esa es nuestra premisa e intentaremos llevarla a cabo siempre.

Estos días que anteceden a la Navidad, cuando calles y plazas se llenan de luces de colores, de un ambiente eminentemente festivo, que nos incita a todos a salir, a celebrar es un período de gran importancia para los cristianos, de quienes desean vivir su fe de un modo especial. Comienza el Adviento, pero ¿qué significa esta palabra?
Veamos que es, lo que implica, su sentido y cómo se representa todo en la denominada “Corona de Adviento".

TIEMPO DE ADVIENTO

El Adviento es tiempo iluminado e ilusionado, nos sonríe y nos eleva, nos provoca sueños de estrellas.

No hablamos de un tiempo cronológico, que sea Adviento porque toca.

No, el Adviento es tiempo-oportunidad. Para cultivar la esperanza. Viene el Adviento y empiezas a soñar. Llega y te preparas para trabajar. Se acerca y te pones de rodillas, “ La puerta oscura del tiempo, del futuro, ha sido abierta de par en par”.

Decir Adviento es intensificar el deseo y agrandar las paredes de la casa, a la vez que la limpias y embelleces.

El Adviento es hijo de la esperanza, y se identifica con la espera ilusionada y activa. Deseando te preparas, y preparándote aumenta el deseo.

Iniciamos pues el Adviento. Es un tiempo litúrgico y a la vez una catequesis cristiana de la esperanza. Cada año estamos invitados a celebrar con toda intensidad este tiempo. Necesitamos aprender a esperar al Señor. Es evidente que a lo largo de nuestras vidas hemos esperado con ilusión, con emoción, con urgencia diversos acontecimientos deseados.

La venida del Señor no es un deseo. Es además una necesidad. Es fácil estar “dormidos” en nuestras comodidades o ir perdiendo la sensibilidad de lo trascendente a lo largo de los años. Parece que solo deseamos lo que necesitamos. Pero, en este duermevela de nuestras vidas, concluimos que la venida del Señor la deseamos y la necesitamos.

Una vez más la paradoja humana se hace presente: cuando parece que no necesitamos nada (todo nos lo da nuestra sociedad de consumo, del hedonismo), es cuando más necesitamos la venida del Señor.

El hombre de hoy, nosotros, necesitamos recuperar el sentido de la vida. Es necesario llenar nuestras vidas de esperanza; vivir el nacimiento de Jesús como la gran noticia de nuestras vidas.

Necesitamos de este tiempo de Adviento para prepararnos y contemplar el Misterio de la Encarnación. Los profetas lo fueron anunciando a la vez que introdujeron una espera con muchas dosis de esperanza. Fueron mostrando que Dios siempre cumple sus promesas. Miraban al futuro de su pueblo con “mirada de futuro” y un futuro siempre en las manos de Dios.

El tiempo de Adviento nos educa cada año para enamorarnos de nuestra fe cristiana. Es una invitación a esperar; a crecer humana y cristianamente esperando. Todo lo que leamos, todo lo que celebremos será para nuestro crecimiento espiritual. El ser humano crece cuando llena su vida de esperanza.

Ahora iniciamos un tiempo de preparación, ya que es una oportunidad para ver la realidad de nuestro mundo, comprometerse a la luz de la Palabra y actuar como actuó Jesús.

El Adviento llega un año más, pero no como un año más: llega para que tomemos conciencia de nuestra fe.

¿Para qué sirve el Adviento?

La palabra Adviento proviene del latín adventus, que significa venida, advenimiento.

Su impulso original probablemente se dio en las Iglesias Orientales donde, después del Concilio Ecuménico de Éfeso en el año 431, era frecuente dedicar sermones en los domingos previos a la Navidad al tema de la Anunciación.

El Adviento arranca siempre en domingo- que abre además el año litúrgico de la Iglesia- y abarca un total de cuatro domingos antes de la Navidad.

Hoy se mantienen los tres sentidos de espera de la llegada para el Adviento: la venida del Niño Dios ocurrida hace más de dos mil años; la de cada año, referida al nacimiento real de Jesús en nuestras vidas, y la que ocurrirá en el futuro con la vuelta de Jesús, ya no como bebé sino como rey.

LA CORONA DE ADVIENTO

¿Qué significa la corona de Adviento?

Es una tradición muy arraigada colocar en la casa una corona vegetal (de ramas de abeto, hiedra o muérdago, en todo caso de plantas de hoja perenne), con velas, que es mucho más que un mero elemento decorativo.

Esta costumbre procede del norte de Europa. En la Iglesia se enciende el primer domingo al principio de la Misa; y en los hogares, antes de comer. Para la Comundad Parroquial representará un signo del gran acontecimiento que está por venir, en tanto que en las casas será una forma sencilla y familiar de tener presente este tiempo que nos conduce hasta la fiesta del Señor, como medio para esperar a Cristo y rogarle que infunda en nuestras almas su LUZ.

Simbología de sus elementos:
Todo es simbólico en la corona:
1.- El círculo.-
Es una figura geométrica sin principio ni fin, igual que Dios, reflejo de su unidad y eternidad y recuerda además los miles de años de espera desde Adán hasta Cristo.

2.- Las ramas
De hoja perenne representan que Cristo está entre nosotros, El verde nos recuerda la vida de gracia, el crecimiento espiritual y la esperanza para cultivar durante el Adviento la vida y la resurrección de Cristo
3.- Las velas
Cuatro velas decoran la corona de ramas verdes:
La primera, morada, signo de penitencia, encuentro con el Señor.

La segunda será roja, significa “Cristo nos resucita con su muerte”.

La tercera de color verde, símbolo de la esperanza.

Y la cuarta, blanca, es la fe en la próxima llegada de Jesús. “Ven Jesús no tardes”.

En el centro se coloca un vela blanca de mayor tamaño, simbolizando a Cristo, como centro de todo cuanto existe.

Cada una tiene su propio significado: la primera es el gozo; la segunda, la esperanza; la tercera la fe y la cuarta, la paz.

La luz de la vela blanca que se enciende durante la Nochebuena nos hace rememorar que Cristo es la verdadera Luz del mundo. El brillo que desprende es muestra de cómo en la plenitud de los tiempos se cumple el “ ADVIENTO DEL SEÑOR”.

4.- Las manzanas rojas simbolizan los frutos del jardín del Edén que comieron Adán y Eva y trajeron el pecado al mundo, pero también la promesa del Salvador Universal.

5.- El lazo rojo, muestra de Amor a Dios y el que Él nos profesa a todos sus hijos y con el que nos envuelve.

Continuará…

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