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Carta del Editor

Tomaduras de pelo a los melillenses

Dicen que Lev Tolstoi, convaleciente en 1901 de una enfermedad, arrancaba día a día las hojas del calendario colgado sobre su cama y leía el aforismo que la fecha traía. Así publicó después su Calendario de la Sabiduría. Se puede aprender de todo. Solo hace falta querer aprender, algo no demasiado frecuente.
“Las ideas de los economistas hacen y cambian la Historia a través de los actos de los políticos”. Del libro de la biblioteca de mi padre, “La economía de las crisis. La guerra, la política y el dólar”, de Eliot Janeway, publicado en 1968 y en España en 1978. Dicen que Lev Tolstoi, convaleciente en 1901 de una enfermedad, arrancaba día a día las hojas del calendario colgado sobre su cama y leía el aforismo que la fecha traía. Así publicó después su Calendario de la Sabiduría. Se puede aprender de todo. Solo hace falta querer aprender, algo no demasiado frecuente.
“Las ideas de los economistas hacen y cambian la Historia a través de los actos de los políticos”. Del libro de la biblioteca de mi padre, “La economía de las crisis. La guerra, la política y el dólar”, de Eliot Janeway, publicado en 1968 y en España en 1978. La dogmática insistencia en simplificar la realidad, rebajándola al nivel de los slogans, como Lenin. El público, que se sintió atraído a finales del siglo XIX por el imperialismo radical y popular de Roosevelt, en América, y de Chamberlain, en Inglaterra, fue el mercado en el que el estadounidense Hearst (el Ciudadano Kane de la película de Orson Welles) y el británico lord Northcliffe vendían, y mucho, sus periódicos.

Cuando una revolución ha triunfado -y el cambio de Gobierno en Melilla tras las elecciones de mayo fue una auténtica revolución, el fin de una larga etapa de Gobierno del PP, o de Juan José Imbroda, según los que le desalojaron del Gobierno local- sus posibilidades de mantenerse en el poder dependen de su habilidad para lograr una rápida transición para llegar a la fase de consolidación, “dominada por administradores que tengan buen ojo para los negocios y sentido de la supervivencia política”. Para que el actual Gobierno de Melilla, nacido con un solo objetivo -echar a Imbroda- pase de la fase digamos que revolucionaria a la de la consolidación necesitaría administradores con buen ojo para los negocios y sentido de la supervivencia política. ¿Existe o dejan que exista ese tipo de administradores los que mandan en este Gobierno presidido por un más que mediocre De Castro y dominado por un iluminado egocéntrico como Mustafa Moh, alias Aberchán? La pura observación concluye que no y eso es la conclusión que domina entre los melillenses, de manera abrumadora. ¿Puede, así, este Gobierno llegar a la fase de consolidación y durar casi tres años y medio más, como creen muchos melillenses que va a ocurrir, porque los que cobran mucho y han llegado a donde jamás creyeron que podían llegar -un mal no solo de ahora, no solo de Melilla- van a aguantar todo, la ruina de nuestra ciudad incluida, pero no van a dar un solo paso para cambiar?
Ya veremos, es lo que yo contesto cuando me preguntan sobre la duración del actual Gobierno melillense. Las apariencias dicen que sí, que pueden aguantar. La historia nos dice que es imposible que se consolide este tipo de Gobierno, especialmente en una democracia, por débil e imperfecta que esta pueda ser. Inevitablemente llegará un momento en el que los ciudadanos melillenses no puedan aguantar más. ¿Cuándo? Ya veremos.
¿Quién imaginó en 1923, que el Gobierno laborista iba a reemplazar a los liberales como vehículo oficial de la oposición inglesa? ¿Quién creyó que el fustigador principal del PP en Melilla a finales del siglo pasado, Juan José Imbroda, se convertiría en el líder local y faro de ese PP al que consideraba su principal enemigo? ¿Quién podría pensar, excepto quizás el mismo De Castro, que una persona de sus características y desconocimientos (su estado de invencible ignorancia) llegaría a ser presidente de Melilla y permanecería en dicho puesto más de un mes? Nadie, probablemente.

Pero, al final, el éxito político presupone y se basa en una economía eficiente. El mismo Keynes reconoció que las obras públicas no podían traer la recuperación y que el papel de la inversión privada es crucial. Ayn Rand, en “La Rebelión de Atlas”, uno de los mejores libros que he leído durante toda mi vida -y he leído muchos- aseguraba que “El símbolo moral del respeto por los seres humanos es el comerciante, los que viven según valores, no saqueos, el que gana lo que obtiene y no da ni toma lo inmerecido. Los parásitos místicos -el místico es un parásito que se apodera de la riqueza creada por otros- que a través de las épocas han denigrado a los comerciantes al tiempo que brindaban honores a los pordioseros y saqueadores, siempre tuvieron claro el secreto motivo de sus burlas: un comerciante es la entidad a la que temen, un hombre justo”.
¿Respeta y/o ha respetado la inmensa burocracia política y funcionarial melillense a los comerciantes -en el sentido amplio de la palabra, que incluye a los empresarios- locales? La respuesta es obvia: no. Y así, sin ese respeto, sin una economía eficiente, es imposible progresar y sobrevivir, tanto los gobernantes como, y eso es lo peor, la misma ciudad entera.

Posdata. Una muestra de esa falta de respeto a los creadores de riqueza, de afán vengativo, de ignorancia supina, de anhelo de suicidio nos la ha vuelto a proporcionar la pareja Eduardo de Castro-Julio Liarte. Ahora, fracasado en todo lo político que ha intentado, Liarte intenta, vía su ¡admirador! -con dinero público- De Castro, cobrar más de lo mucho que inmerecidamente ha venido cobrando, colocándose, con un sueldo desorbitado- coste por encima de los 90.000 euros anuales- en la presidencia de una sociedad pública, Promesa, que sin él funcionaba bien y con él funcionará fatal. Patético, una tomadura de pelo más a los melillenses, con el gafe de fondo.

Hasta ahora la estrategia de amenazar con denunciar al que se mueva del abogado de Delgado en Vox Melilla ha dado resultado. La gente, en general, no quiere problemas. Lo de ahora de denunciar a los que deberían denunciarle, tras el informe de la auditoría sobre lo ocurrido en el Colegio de Médicos de la ciudad durante el mandato de Delgado Aboy, es de nota, algo así, por lo insólito, como el hombre que intenta morder al perro. Lo que sí es absolutamente seguro es que el tal político no dimitirá. Es posible que le echen del partido, sobre todo si los militantes que ya le conocen y le desprecian se mueven, pero él nunca dejará su escaño ni renunciará al dinero que le pueda generar.

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Enrique Bohórquez López-Dóriga

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