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Poner coto al coladero de Chafarinas

Es incomprensible que hayan tenido que pasar cuatro meses para que ahora el Gobierno mueva ficha ante este problema. La opción elegida ya se intentó poner en marcha hace siete años, lo que dio lugar a una protesta oficial de Marruecos, que no quería tener a la Guardia Civil vigilando en sus aguas y cerca de su costa. Ese antecedente podría volver a darse Chafarinas se ha convertido, hoy por hoy, en una de las principales vías de entrada irregular a Melilla, si no la más importante y la que más frutos está dando a las mafias que se dedican al horrible y execrable negocio de traficar con vidas humanas. La tacañería informativa de la Delegación del Gobierno en esta etapa de Sabrina Moh en cuanto a inmigración irregular se refiere impide conocer con exactitud cuántos inmigrantes han logrado acceder este año a territorio nacional a través de las islas y peñones de soberanía española en el norte de África, pero la realidad es que son ya varios cientos, sobre todo desde el pasado verano, dando lugar a un verdadero puente marítimo entre Melilla y Chafarinas por parte de Salvamento Marítimo y la Guardia Civil, encargados de ir a recogerlos para trasladarlos a Melilla.
Llama poderosamente la atención que entre los inmigrantes que han llegado vía Chafarinas no solo hay subsaharianos, sino también inmigrantes de otras procedencias, como Siria o países asiáticos, que podrían ser susceptibles solicitantes de asilo. Sin embargo, como ocurre con personas del África Subsahariana que también necesitan protección internacional, de la única manera que ven posible llegar a suelo español es poniéndose en manos de una mafia porque no pueden llegar a la oficina de asilo de la frontera de Beni Enzar.
Semana tras semana, constatamos que Chafarinas se ha convertido en la nueva Lampedusa, un auténtico coladero bastante rentable para las organizaciones criminales que manejan los hilos de la inmigración clandestina, que ven en esas tres islas españolas tan cercanas a la costa de Marruecos un auténtico filón para que no decaiga el negocio que hacen a costa del sufrimiento ajeno y seguir sacando rendimiento al dolor de quienes menos tienen. Por eso cuesta trabajo entender por qué el Gobierno de Pedro Sánchez no ha adoptado antes medidas para cortar de raíz la vía de Chafarinas, como ya hiciera el anterior, de Mariano Rajoy, cuando las mafias se fijaron en las islas y peñones.
El Gobierno socialista, más pendiente de negociar con independentistas la investidura que de resolver los problemas del país, ahora ha decidido vigilar el entorno de Chafarinas para evitar lo que está ocurriendo, y es que prácticamente todas las semanas se cuelan varias pateras. En los últimos 10 días han sido cuatro, que se han saldado con la entrada irregular de unas 150 personas y seis desplazamientos de la embarcación de Salvamento Marítimo para trasladarlas a Melilla.
Como decíamos, es incomprensible que hayan tenido que pasar cuatro meses para que ahora el Gobierno mueva ficha ante este problema. La opción elegida, la de reforzar la seguridad en la zona, ya se intentó poner en marcha hace siete años, lo que dio lugar a una protesta oficial de Marruecos, que no quería tener a la Guardia Civil vigilando en sus aguas y cerca de su costa. Ese antecedente podría volver a darse, aunque también es cierto que no quedan muchas más alternativas cuando la colaboración del país vecino en este asunto, fundamental en todo lo que se refiere a la presión migratoria, está, a priori, brillando por su ausencia.

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