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Carta del Editor

Progresismo de chiste

Benito Pérez Galdós, quizás el mejor escritor español tras Cervantes, murió en Madrid el 4 de enero de 1920. Fue diputado socialista, escribió los extraordinarios Episodios Nacionales, novelas como Misericordia (la mejor novela española después del Quijote, según María Zambrano) y obras de teatro como Electra, muy duras contra algunas de las prácticas de la Iglesia de aquel tiempo. La semana pasada se conmemoró el centenario de su muerte y, en estas terribles horas de España, me parece oportuno recordar lo que, cerca ya de su muerte, publicó en sus “Memorias de un desmemoriado”. Benito Pérez Galdós, quizás el mejor escritor español tras Cervantes, murió en Madrid el 4 de enero de 1920. Fue diputado socialista, escribió los extraordinarios Episodios Nacionales, novelas como Misericordia (la mejor novela española después del Quijote, según María Zambrano) y obras de teatro como Electra, muy duras contra algunas de las prácticas de la Iglesia de aquel tiempo. La semana pasada se conmemoró el centenario de su muerte y, en estas terribles horas de España, me parece oportuno recordar lo que, cerca ya de su muerte, publicó en sus “Memorias de un desmemoriado”. ¿Le gusta España? le preguntan, y contesta: “Aún hace brotar lágrimas de mis ojos el amor santo de la patria. Maldigo al escéptico que la niega y al filósofo corrompido que la confunde con los intereses de un día”. ¿Qué les parece, señores del gobierno actual, señores separatistas, terroristas irredentos, comunistas pro narcotraficantes, miembros del Frente Popular?
Aristóteles recomendaba no interesarse por cómo son las cosas, sino por cómo podrían y deberían ser. Uno no debe renunciar al mundo y dejárselo a quienes desprecia. Uno, tú, yo, todos, debemos ser lo que somos, no lo que nos dicen que debemos ser o nos obligan a ser. ¿En qué nos van a querer convertir? Conviene ponerse en lo peor. Es preciso luchar, defender la libertad amenazada.

Entiendo y me duele el dolor humano, del hombre y de la mujer. Me apena que las personas sean encarceladas y he padecido varias veces los errores judiciales, siendo benévolo, de algunos jueces, seres humanos factibles de error. No me gusta el Estado opresor, pero entiendo que el Estado es y fue necesario para el progreso. No soy un fan incondicional de nada, ni siquiera de la democracia, pero comparto, con Churchill, que la democracia es el menos malo de los sistemas políticos conocidos y experimentados. Lo mismo opino del capitalismo, versus el comunismo, muerto ya en todo el mundo, menos en Corea del Norte, Cuba y la atormentada, para los españoles, tan cercana, Venezuela. Y en España, tras el lamentable 7 de enero de 2020.
“Si Bildu dice que no, Sánchez no es presidente de ¿España?” Fue una de las frases oídas el martes en el Congreso de los ¡representantes de la soberanía española! La de los que están en contra de la Constitución, España y su gobernabilidad, que no les preocupa “ni un comino”, según declaración propia. No les preocupa la gobernabilidad de España, pero han hecho posible que Sánchez presida un gobierno porque era “muy urgente” para esa España, a la que quieren destruir, sin disimulo alguno.

Ante esto ¿no se puede, y se debe, ser más pasional? El derecho a ser no más que nadie, pero tampoco menos que el resto de las regiones de España, ¿no debe ser defendido con pasión? Más pasión y menos buenismo.

El voto en el Congreso es de los diputados, no del partido en el que militan los diputados. Incluso los aplausos son de cada persona, no de cualquier colectivo, no del partido. ¿Por qué tienen que aplaudir todos/as al mismo tiempo y sin excepción cualquier cosa que su representante del partido diga? ¿Es eso democrático? En el sentido anglosajón de la democracia, desde luego no lo es. En el de las ¿democracias? comunistas sí, por supuesto. En la democracia española, también lo es, para todos los partidos. Porque el yo no pinta un pepino, pinta el partido, el colectivo, la falta de libertad individual. Una libertad que es la esencia de la Democracia, con mayúsculas.
¿Quién decidió que el malvado y ultramentiroso Sánchez sea, de momento, presidente, con dos votos de ventaja? ¿El socialista de Teruel existe? ¿Los abstencionistas de Bildu y de los separatistas catalanes que quieren que España desaparezca? ¿Los socialistas acobardados? ¿Otros, como Errejón? Da igual. La catástrofe se ha consumado.

Llamar, que se autodenomine, “progresista” un gobierno con la ultraizquierda que es el comunismo y la ultraderecha que es el nacionalismo identitario, solo se admite como chiste, leo en ABC. Un chiste que no tiene maldita la gracia, por cierto.
“Prefiero ser amable a llevar razón”. “Los periódicos de Wynand -el Banner de Nueva York en el libro El manantial, de Ayn Rand- no tenían ninguna política editorial, salvo la de reflejar la mayor cantidad posible de los mayores prejuicios”. El comunista venezolano-colombiano Pablo Iglesias -ya uno de los ¡cuatro! vicepresidentes de un gobierno inflado de cargos, generador de más deuda pública, esquilmador de más españoles- ya ha advertido que no tolerará la prensa libre, que no admitirá la crítica. ¿Cuál es el futuro de la prensa en España, y en Melilla? Muy oscuro, sin duda. Y ahora, la hipertrofia del Ejecutivo. En España como en Melilla. Más desprecio a la libertad e incluso a la pura realidad.

Posdata
Mañana, lunes, empezaré dirigiendo una tertulia semanal, desde las 19,10 hasta las 20,00 horas, en radio Cope Melilla, que también recogerá, en diferido, la televisión privada de Melilla, Popular televisión. El punto de referencia será mi Carta del Editor de cada domingo. En esta primera tertulia estarán Paloma Suárez, directora de la emisora local, Nourdine Ahmed, que fuera candidato al Senado por los Verdes en Melilla en las últimas elecciones generales, Alberto Benzaquén, de Popular Televisión (y ex Melilla Hoy) y Mustafa Hamed, director de nuestro periódico. Indudablemente hablaremos, también, de la situación de la prensa en nuestra ciudad. He pedido a todos que hablen con libertad, estén o no de acuerdo con lo que digo en mi Carta o lo que pueda decir durante la tertulia. Esperamos poder contribuir a ampliar los horizontes de esta Melilla tan cerrada, tan desilusionada, con tal carencia de horizontes claros.

Ayer, sábado, por la mañana, di un paseo por La Avenida y el centro de Melilla. Parecía, con más comercios perennemente cerrados que abiertos, la elegía de una ciudad fantasma, un anticipo del abismo en el que nos estamos precipitando.

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Enrique Bohórquez López-Dóriga

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