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Carta del Editor

Demasiado peso de lo público en Melilla

El nuevo consejero de Economía y Servicios Sociales (una relativamente extraña mezcla), Mohamed Mohamed Mohand, declara que pretende que el Ingreso Melillense de Inserción (IMI) cumpla con el objetivo que le da nombre, la inserción, social, de quienes no tienen ingresos y viven bajo el umbral de la pobreza, en lugar de simplemente darles un dinero para que “sobrevivan”. El nuevo consejero de Economía y Servicios Sociales (una relativamente extraña mezcla), Mohamed Mohamed Mohand, declara que pretende que el Ingreso Melillense de Inserción (IMI) cumpla con el objetivo que le da nombre, la inserción, social, de quienes no tienen ingresos y viven bajo el umbral de la pobreza, en lugar de simplemente darles un dinero para que “sobrevivan”.

Asegura este consejero, de nombre tan repetido, que en los Presupuestos Generales de la Ciudad Autónoma de Melilla (PGCAM) de este año 2020, presupuestos todavía sin aprobar y sin conocer, hay reservados 14 millones de euros para los Servicios Sociales y que esos millones serán utilizados para ese, acertado, objetivo. Tiene razón Mohamed (nombre y apellido) cuando dice que una persona no se inserta dándole 500 o 600 euros- más bien todo lo contrario- sino facilitándole ese dinero junto con la posibilidad, u obligación, de intentar insertarse, o reinsentarse, en el mundo laboral a través de la formación. Una formación, añade Mohamed de nuevo con acierto, que sea coherente con la política económica que dinamice la economía melillense, “analizando (debería haber sido “una vez analizadas”) las oportunidades que tiene la economía local” y combatiendo sus debilidades, “que pasan por la formación y una mano de obra no cualificada”.

Los cursos de alfabetización de la sociedad pública Promesa pudieron ser acertados en el pasado. Sustituirlos ahora por cursos para lograr la inserción social puede ser más que conveniente, siempre que de la economía -como es el caso- se mantengan apartadas las garras de la administración pública. Las palabras más terroríficas que se pueden escuchar en cualquier idioma son “Soy del Gobierno y aquí estoy para ayudar”, decía Ronald Reagan, el presidente que consiguió el mayor éxito de siempre para la economía estadounidense. Pero, en fin, la idea del consejero Mohamed es buena. Ahora lo fundamental es que no conduzca a más empleo público, que se canalice la formación a través de las empresas, que se oiga y atienda a los empresarios reales (aunque sean pocos en Melilla), no solo, y como cobertura cómoda, a los representantes públicos de los empresarios melillenses.

Pero de fondo sigue existiendo un enorme problema estructural: demasiado peso de lo público en Melilla. Funcionarios en Melilla, administración nacional y local: 12.000. Población de Melilla: no llega a 85.000 personas, de los que, por lo tanto, solo 63.000 no son funcionarios. O sea, en Melilla hay un funcionario por cada cinco empadronados en la ciudad no funcionarios. Y, teniendo en cuenta que hay más empadronados en Melilla que residentes reales en la ciudad, probablemente la proporción sería algo así como de 1 funcionario para 4 personas, de las cuales más de la mitad, quizás, son menores de edad. Esto es, hay en Melilla 1 funcionario para cada 2 adultos. Además, un alto porcentaje de esos últimos adultos son empleados, no funcionarios, públicos.

Melilla es, según comenta el periódico Libre Mercado, la región española que tiene mayor número porcentual de trabajadores en el sector público: nada menos que 56 de cada 100 ocupados están a sueldo de las distintas Administraciones y, como es habitual, son las regiones con mayor nivel de renta per cápita las que tienen menor porcentaje de la masa laboral ocupada en el sector público (Cataluña el 11%, Baleares el 12,2%, Madrid el 14,8%, País Vasco el 15,1%, etc.).
¿Qué tipo de actividad económica se puede desarrollar en una ciudad con este tipo de colapso e intervencionismo público?
La consecuencia es una pírrica actividad productiva. De los tres sectores en los que se clasifica la economía, primario, secundario y terciario, solo el terciario, servicios y un pobre turismo, mantiene algo de vida en una ciudad como la nuestra. Con un problema adicional: un vecino como Marruecos, económicamente atrasado con respecto a España, pero cada vez menos, que oficialmente persigue que las dos ciudades españolas desaparezcan como tales y del que nos separan, más que nos comunican, unas fronteras en permanente estado caótico. Un vecino que, según declaraban el miércoles en Fitur los presidentes de Ceuta y Melilla, intenta nuestra “asfixia y aislamiento económico”, por lo que el presidente ceutí, Juan Vivas, ha pedido, por carta, a Pedro Sánchez una “reacción enérgica” frente a esa estrategia de “asfixia” de Marruecos, aunque, tal y como va la cosa política, no creo que la “reacción enérgica” vaya a producirse, sino que lo que se mantendrá es la pasividad, las buenas palabras y las nulas acciones.

De la exportación, tránsito de mercancías de productos de la Península a Marruecos, se ha mini mantenido la economía local hasta ahora, con el anuncio clamoroso de un colapso inminente. De las visitas de marroquíes pudientes para hacer compras y visitar bares y restaurantes, se ha mini mantenido el comercio local. Pero eso, con el actual estado de las fronteras, es hoy más bien y solo un triste recuerdo del pasado. El panorama económico de los comercios locales es hoy desolador. El panorama en general de la economía melillense es deprimente.

Posdata
La llegada de una muerte anunciada o el despeñamiento político de Jesús Delgado. En la Crónica de una muerte anunciada, libro cumbre de Gabriel García Márquez, Santiago Nasar es el único de su pueblo que no sabía que los hermanos Vicario le iban a matar. Delgado llegó a Vox vía la traición más ignominiosa y no ha parado de cometer errores desde que llegó, además de obtener un resultado electoral lamentable, dadas las oportunidades que en aquel momento y en esta ciudad tenía Vox. La muerte política de Delgado Aboy, ya oficialmente tránsfuga, estaba tan anunciada como la de Santiago Nasar. Tan anunciada como previsto era que él no dejaría su escaño de diputado local. Antes morir que dejar de cobrar.

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Enrique Bohórquez López-Dóriga

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