Precisamente por eso, porque PSOE, Coalición por Melilla y Ciudadanos, fueron víctimas de formas mejorables en algunas ocasiones cuando estaban en la oposición, no se entiende que ahora ellos incurran en el mismo error. Menos aún cuando han prometido un cambio que en este caso, como en tantos otros, no se ha producido, lo que no solo les deja en mal lugar, sino que, además, les deslegitima en las críticas que, no carentes de razón, realizaron en su momento cuando no tenían ninguna responsabilidad de gobierno Los tres partidos que hoy forman Gobierno en Melilla se han pasado años en la oposición criticando las formas de quien estaba entonces en el poder, el PP. Críticas basadas, sobre todo, en lo que ellos denominaban “el rodillo de la mayoría absoluta” y que de forma frecuente llevaban razón, porque no se tenía en cuenta que quienes estaban enfrente, en la bancada de la oposición, también representaban a una parte de la ciudadanía y merecían, aunque no llegaran a los 13 escaños, ser considerados por quienes tenían la responsabilidad de gobernar.
Precisamente por eso, porque PSOE, Coalición por Melilla y Ciudadanos, fueron víctimas de formas mejorables en algunas ocasiones cuando estaban en la oposición, no se entiende que ahora ellos incurran en el mismo error. Menos aún cuando han prometido un cambio que en este caso, como en tantos otros, no se ha producido, lo que no solo les deja en mal lugar, sino que, además, les deslegitima en las críticas que, no carentes de razón, realizaron en su momento cuando no tenían ninguna responsabilidad de gobierno.
Un ejemplo muy claro de estas malas formas es lo sucedido con el programa de gobierno, que ha llegado tarde y mal, algo que nadie puede discutir. Resulta incomprensible que el tripartito haya tardado cerca de nueve meses en facilitar su programa, y que lo haya hecho de este modo, casi en la clandestinidad, en una respuesta escrita al principal partido de la oposición, sin darle la relevancia que merece. Porque no olvidemos que el programa de gobierno es una especie de contrato con la ciudadanía, que marca las líneas maestras que se compromete a seguir durante la legislatura. Alguien podría decir que eso ya lo hace el programa electoral, pero en los casos de los gobiernos de coalición se hace imprescindible para evitar, como parece que está ocurriendo en la Ciudad Autónoma, que haya varios gobiernos dentro de uno.
La presentación del programa de gobierno debería haberse producido bastante antes, al poco de arrancar la legislatura. Recordemos que el presidente, Eduardo De Castro, dijo que después de la feria se daría a conocer. Lejos quedaron los tiempos de farolillos, pero el programa de gobierno no se ha presentado hasta ahora, sin una rueda de prensa de los tres líderes de los partidos que lo conforman, y con un documento bastante mejorable no ya en el contenido, que eso es otro cantar, sino, nuevamente, en la forma.
El PP decía que era “un corta y pega cutre”, y parece que no va muy desencaminado, porque saltan a la vista los defectos de forma con un simple vistazo. A la falta de uniformidad en los diferentes epígrafes que componen el texto, se suman los errores gramaticales y fallos básicos como la enumeración de los ejes estratégicos de acción del Gobierno, o las fechas que expone el presidente, que centra más su respuesta al PP en criticar a la oposición que en exponer de una forma correcta el programa de Gobierno que preside. Realmente, el presidente no está para dar demasiadas lecciones, máxime cuando ha tardado 42 días en facilitar su respuesta al PP, cuatro veces más de lo que marca el Reglamento de la Asamblea. Saltarse las normas a la torera no está bien visto en un Gobierno que se dice regenerador y que antaño acusaba de estas anomalías a su adversario político. Por lo tanto, la regeneración, al menos en las formas, brilla por su ausencia cuando vamos camino de cumplir el primer cuarto de la legislatura.
