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Carta del Editor

Sectarismo culposo

Se cumplió ayer la segunda semana de supresión, por el Gobierno, de derechos fundamentales, de libre circulación y de reunión, de los ciudadanos españoles. Supresión -ampliada esta semana en otros quince días más- que nuestra Constitución no contempla para el estado “de alarma” que el Gobierno decretó. Sí lo contempla para el estado “de excepción”, que Sánchez no se atrevió a intentar aplicar para no desairar a Podemos y a los independentistas catalanes y vascos, de los que depende su presidencia, anteponiendo “la conveniencia política, incluso en ocasiones tan graves como esta, sobre la protección de la ciudadanía”, como escribió nada menos que Juan Luis Cebrián, el factótum de El País y del progresismo como religión, muy práctica especialmente para él. Se cumplió ayer la segunda semana de supresión, por el Gobierno, de derechos fundamentales, de libre circulación y de reunión, de los ciudadanos españoles. Supresión -ampliada esta semana en otros quince días más- que nuestra Constitución no contempla para el estado “de alarma” que el Gobierno decretó. Sí lo contempla para el estado “de excepción”, que Sánchez no se atrevió a intentar aplicar para no desairar a Podemos y a los independentistas catalanes y vascos, de los que depende su presidencia, anteponiendo “la conveniencia política, incluso en ocasiones tan graves como esta, sobre la protección de la ciudadanía”, como escribió nada menos que Juan Luis Cebrián, el factótum de El País y del progresismo como religión, muy práctica especialmente para él.

La libertad, según Hayek, es la independencia frente a la voluntad arbitraria de un tercero, ejercida habitualmente mediante la coacción, que elimina al individuo como ser pensante y hace de él un mero instrumento en la consecución de los fines de otro. ¿Estamos ahora, desde hace dos semanas y no sabemos hasta cuándo, coaccionados, eliminados como seres pensantes, por este Gobierno que antepone el sectarismo, la conveniencia político-partidista a la protección de los ciudadanos? Me temo que sí.

Nos coaccionan no solo con el BOE. Nos coaccionan con la propaganda mentirosa, con las ahora llamadas fake news. Sigamos, a modo de ejemplo, al citado Cebrián: “En ¡septiembre de 2019! (las interjecciones son mías) informes de Naciones Unidas y el Banco Mundial avisaban del serio peligro de una pandemia que, además de cercenar vidas humanas, destruiría las economías y provocaría un caos social… una epidemia planetaria de una gripe especialmente letal transmitida por vía respiratoria”. No se atendió el informe y ahora no pueden ser creíbles “los llantos de cocodrilo de tantos gobernantes… en Francia tres médicos han presentado ya una querella (como harán muchos médicos españoles) por ese motivo… se ha reaccionado tarde y mal. Faltan camas hospitalarias, falta personal médico, faltan respiradores y falta transparencia en la información oficial… En nuestro caso (España) se alentó la asistencia a gigantescas manifestaciones (la progre feminista del 8 de marzo, especialmente) …y se minimizó la amenaza por parte de las autoridades” y “es lícito suponer que, además de las responsabilidades políticas, los ciudadanos tendrán derecho a demandar reparación legal si hay negligencia culpable”. Por supuesto que, como sugiere Cebrián, tenemos derecho a denunciar y estoy convencido de que, una vez superado el terrible tramo de muertes y daños sanitarios e inmersos -como estaremos- en una no menos terrible crisis económica, muchos ciudadanos demandarán legalmente a los responsables políticos por tales negligencias y sectarismos culposos.

Vivimos tiempos muy difíciles. Para todos, incluidos los periódicos, sometidos a todo tipo de presiones con un marco de crisis aguda como fondo. La última víctima moral conocida ha sido Alfonso Ussía y su última página de La Razón, diario que no ha podido, o querido, resistir las presiones para que censurara el que probablemente ha sido su último artículo en el periódico. En su último artículo Ussía escribía que el gran humorista Jardiel Poncela, enfadado por los numerosos plagios que de él había hecho Miguel Miura, le envió el siguiente escrito: ¿cómo un talento como el tuyo cae en la vulgaridad del plagio?; eso sólo lo hacen los idiotas. Calificativo, el de idiota, que Ussía hace extensivo a Pedro Sánchez, reconocido plagista en su tesis doctoral, falso autor de su autobiografía, Manual de resistencia, y, ahora, plagiador en sus discursos, como cuando dijo, a millones de españoles: “Son momentos difíciles, pero los superaremos; son momentos muy complejos, pero saldremos adelante, porque creemos en nuestro país…” etc., etc. Frases bonitas, que no dicen nada pero que, además, según demuestra Ussía, son una copia literal de la novela Palmera, de Jimina Sabadú. Ussía concluía: “No contaba Sánchez con Jardiel Poncela, que, con anterioridad a su nacimiento en Tetuán de las Victorias, le llamó idiota”. Eso, entre otras iniciativas liberales, le ha costado el puesto (a Ussía, no a Sánchez, quien, para desgracia de la inmensa mayoría de los españoles, sigue siendo presidente del Gobierno).

Ahora Sánchez y en general los progres se escudan en “Europa”. Es bien cierto que la Comunidad Europea necesita un plan de reactivación de su economía, que no es solo la alemana, ni exclusivamente la de los países protestantes. Una Comunidad Europea sin Italia y España, por ejemplo, no se mantendría. Duele reconocer que nuestro actual Gobierno (no me refiero al local, melillense, de Eduardo de Castro, que es un desastre sin paliativos, me refiero al nacional, al Gobierno español) genera preocupación en “Europa”. Duele, también, tener que reconocer que esperamos más de “Europa” que del Gobierno del falaz e incompetente Pedro Sánchez. Pero es lo que tenemos y lo importante es que tenemos un gran, un enorme pueblo español, que está muy por encima de sus gobernantes, y Europa, que debe saberlo, ha de intentar fijarse más -por el bien de Europa y de España- en los españoles, en el pueblo español, que, en los actuales dirigentes españoles, que no van a durar demasiado en sus puestos.

Dos apuntes económicos finales: es intolerable el mal trato del Gobierno a los autónomos, no perdonándoles las cuotas; ochenta millones de turistas venían anualmente a España y del turismo, que es nuestro petróleo, ya no queda prácticamente nada. Sí, debemos de remar todos juntos, pero, ¿hacia dónde? Y ¿nos podemos fiar del timonel que marca el rumbo o nos hundirá a todos? “Va, pensiero”, cantaba el coro de Nabucco, de Verdi. Sí, hay que pensar mucho, y rápido.

Posdata
Si no se hacen test masivos y fiables de control de los infectados por el coronavirus -lo que ha pasado con la compra de aparatos inutilizables es la gota de incompetencia que colma el vaso de la paciencia ciudadana- nunca podremos fiarnos de los datos sobre el número de infectados que hay en España. Tampoco de los datos oficiales que se nos suministran en Melilla y que casi nadie se cree. Si no se hacen los necesarios tests para detectar a los infectados por el coronavirus, ¿cómo se puede nadie fiar de la veracidad del número de infectados que dicen que tenemos en Melilla?

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Enrique Bohórquez López-Dóriga

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