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MUCHO MÁS QUE SOLO BICI

La verdad incómoda

La reducción del tráfico por el aislamiento mejora hasta un 337 % la calidad del aire en Granada

Unas semanas llevamos ya modificando radicalmente la forma de relacionarnos toda la sociedad por haberse visto afectado nuestro trabajo, y donde en especial nuestras amigos y familiares han sufrido un distanciamiento físico y humano sin precedentes en nuestra vida. Diríamos, sin temor a equivocarnos, que se han deshumanizado en mayor o menor medida tales relaciones, con el objetivo de lograr no solo una protección propia, sino la de evitar que los grupos de riesgo, principalmente nuestros mayores, puedan ser contagiados por este “bicho”, que lleva ya tiempo marcando casi absolutamente toda nuestra acción diaria. No en vano, el 87 % de las víctimas mortales pertenecen al grupo de edad de mayores de 70 años. Tan cierto es este dato, como que este grupo social lleva siendo de forma silenciosa el más perjudicado en lo que respecta a los efectos sobre la salud por contaminación medioambiental.
En las últimas décadas, ya sea por ruidos o gases contaminantes, el daño a la salud es una constante. No en vano, la OMS estima que 9 de cada 10 personas en el mundo respiran aire contaminado y cerca de 7 millones de personas mueren cada año por la exposición a las partículas finas contenidas en el mismo. Imaginen ahora el daño que de forma constante sufren los más débiles en esta ecuación en términos de salud pública, nuestros mayores.
De acuerdo con sus informes, la contaminación del aire causa el 24 % de todas las muertes de adultos por cardiopatías: el 25 % por accidentes cerebrovasculares; el 43 % de los fallecimientos por enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC); el 29 % de las muertes por cáncer de pulmón. Y ahora, sigamos hablando del bicho.

Los científicos
La comunidad científica, en momentos de zozobra como el que sufrimos en la actualidad, toma una importancia vital. Es fácil ver a políticos de uno y otro bando señalando el poder de decisión de estos expertos y, sin embargo, en otras circunstancias de rabiosa actualidad, la crisis climática que seguirá amenazando incansablemente nuestra forma de vida, seguirá tomando una importancia que, según parece, dependerá de la apreciación o no del político de turno y no de su carácter extremo en el entorno global. Así volverá a depender casi exclusivamente en un futuro próximo de la afectación resultadista, electoralista y mediática que se le presuponga a la toma de decisiones que estén por llegar, pues parece que las muertes por contaminación medioambiental no requieren la atención de nuestros representantes, tal vez por el esfuerzo que requiere tal propuesta.
Las frases que no dejamos de escuchar actualmente son las que jamás deberíamos de dejar de oír: “según nos recomiendan los científicos”, “hagamos caso a los científicos”, “los expertos nos recomiendan”, “no podemos hacer otra cosa que lo que nos indican los expertos”. Parece, o corríjanme si me equivoco, que la clase política toma en cuenta a los científicos según se vean con el agua al cuello o no. Es decir, que mientras tengan margen de maniobra, actúan según su interés político, sin tomar medidas “radicales” aun a pesar de la necesidad de actuar en consecuencia, llámenla urgente, valiente o formada, así “dejen de hacer lo políticamente posible para hacer lo necesario”.
En la actualidad, esta enfermedad está doblegando el discurso de toda la clase política demostrando de esta forma tan “original” que es posible aunar esfuerzos y así, seguir un plan de actuación asesorado, esta vez sí, por expertos, algo inaudito en la historia democrática de este país y por otro lado esperanzador, donde los más versados por fin, fijen el plan de actuación a seguir. Me pregunto ¿hasta dónde hemos llegado para que una pandemia haya logrado que todos nuestros representantes políticos arrimen el hombro en la misma dirección? ¿Aprenderán a partir de esta experiencia a buscar como único objetivo el bien común? Mucho me temo que la época de reproches, tras salir de este largo túnel, llegará con la misma velocidad que este minúsculo ser nos ha cambiado la vida a todos.

La Tierra toma aire
“Nuestro planeta” actualmente está tomando aire al reducirse la incesante explotación a la que le llevamos sometiendo desde hace ya más de un siglo, donde las palabras extracción, contaminación, destrucción, invasión, extinción son de uso común y donde le provocamos de forma implacable todo tipo de fechorías desde finales del siglo XIX, pues ningún político puso nunca freno a nuestra incipiente voracidad, aun a pesar del “consejo” de los mayores expertos de nuestro tiempo, sea cual fuere su formación en uno u otro campo.
Los científicos, esos que nos deberían de marcar la hoja de ruta a seguir en la década próxima y en las generaciones presentes y futuras, esos que los políticos por interés llevan desoyendo años y años, esos que solo en momentos donde la vida pende de un hilo son escuchados, que solo cuando como sociedad nos vemos en momentos críticos, toman la relevancia que nunca debieron de dejar de tener.
Estos datos demuestran inequívocamente que la reducción drástica de la actividad empresarial y humana tienen un efecto determinante sobre la temperatura en la Tierra y plantea la necesidad de revertir el modelo económico hacia otro donde la ECONOMÍA CIRCULAR y las palabras REDUCE, RECUPERA, RECICLA, REPARA dejen de ser palabras vacías y formen parte indivisible de nuestra día a día. Recuerden que la temperatura a finales de siglo subirá de 4 a 5 grados.
Algunos señalan la miopía de los dirigentes políticos respecto de los métodos de actuación. Yo lo llamo “ceguera selectiva”. Si no, díganme cómo es posible que un tsunami que lleva atravesando el planeta durante semanas no haya tenido un plan de respuesta acorde con los acontecimientos. Tengan en cuenta que este bicho “solo” exige un frenazo económico. Imaginen entonces la esperanza que nos merece la desgastada declaración de crisis climática, donde todo el proceso industrial y económico debe ser rehecho y donde nuestra forma de vida a fuerza de seguir intacta deba de ser sostenible.
Que habrá vida para nuestra especie después del coronavirus nadie lo duda, que la haya a mediados de este siglo tal y como la conocemos dependerá de la relevancia que los políticos de turno le den al gabinete de expertos del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC).

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