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Columna Psicológica

Los niños, las víctimas del confinamiento por el COVID-19

El confinamiento, como consecuencia del Estado de Alarma por el COVID19, es una situación inédita, excepcional, novedosa, llámenle como quieran. La cuestión es que por ello, todos estamos aprendiendo de una nueva forma de vida, aprendemos nuevas rutinas y estilos de funcionamiento humano, formas de relacionarnos. Estamos en un proceso de adaptación constante en relación a los acontecimientos que cada día nos van llegando con respecto a las restricciones impuestas por el Gobierno. Nos estamos adaptando a esas restricciones y formas novedosas de vivir, y lo hacemos como cada uno buenamente puede, pero lo hacemos más bien que mal.
Si hablamos de los más pequeños de casa, lo primero a tener en cuenta es que no son pequeños hombres o mujeres, es decir no funcionan como los adultos. Desde el punto de vista psicológico, los niños se encuentras en estadios evolutivos inferiores. Por lo tanto nos tenemos que adaptar a ese periodo evolutivo, a su nivel de comprensión de estadios inferior, para que los niños nos puedan entender y saber lo que se espera de ellos en cada momento. Por consiguiente, para relacionarnos con nuestros hijos, tenemos que adecuar el lenguaje a su nivel de comprensión y a la edad de cada uno.

Como decía al principio, la situación es inédita, pero no deja de ser compleja para todos y en espacial para los niños. Las consecuencias, realmente están por conocerse, puesto vivimos una situación nunca conocida y por tanto no tenemos datos al respecto para casos tan genéricos. Si nos preguntamos si habrá consecuencias por el confinamiento, hay que decir que es muy probable que esas consecuencias aparezcan. Cuanto mayor sea el tiempo de confinamiento, mayor será la probabilidad de que aparezcan consecuencias y que por tanto puedan afectar a su desarrollo evolutivo, a la configuración de su personalidad y a su estado emocional.

Llegado a este punto, tenemos que plantearnos que el confinamiento que no afectará a todos por igual, existen muchas diferencias individuales y variables que hacen que los resultados sean muy dispares, como por ejemplo: aspectos relacionados con la personalidad, el carácter de cada uno; tipo de familia y el número de hermanos con los que convive; el entorno donde se está confinado (casas pequeñas, chalet, amplias zonas comunes, jardines…), incluso el tipo y estructura del barrio, entre otras.

Los niños necesitan aprender habilidades que nos proporcionan los diferentes entornos y las personas con las que nos relacionamos. No estamos diseñados para vivir confinados, por tanto necesitamos entornos al aire libre, necesitamos relacionarnos puesto que somos seres sociales. El no confinamiento nos permite aprender a través de aprendizaje vicario, los niños, igual que los adultos, observan cómo se comportan otros niños; necesitan aprender habilidades sociales, resolver sus conflictos, necesitan interaccionar con los otros niños, hacer amigos y apartarse de quien no les conviene…
Si el confinamiento se alarga, podríamos encontrarnos con niños que posteriormente se encuentren con dificultades para el aprendizaje de las diversas habilidades y otras muchas habilidades adaptativas necesarias para su desarrollo como ser humano, social, emocional e integrado.

Es fácil que nos encontremos con niños que nieguen el confinamiento, que les cueste entender y aceptar que no es posible salir de casa y que por ello tendrán que pasar muchos días en casa. Como consecuencia podemos encontrarnos con pequeños que presenten conductas inadecuadas, disruptivas, durante el día y que además, se repitan e incrementen en días sucesivos.

Los comportamientos y emociones que nos podríamos encontrar pueden ser muy diversos, algunos ejemplos podrían ser: irritabilidad, tristeza, lloros, gritos, preocupación, miedos, rabia, agresividad, pesadillas… todo esto acompañado de conductas negativitas y desafiantes, incumpliendo normas, saltándose las rutinas diarias impuestas por los padres, y enfrentándose a ellos y a los hermanos. Es normal que algunos niños puedan expresar este tipo de comportamientos, es su válvula de escape. Los adultos también tenemos válvula de escape que nos hace, a veces, comportarnos de forma incorrecta.

La recomendación, en casos como los descritos anteriormente es:
1.-Dejar que ocurra, que salgan todas esas emociones, que no sean reprimidas.

2.-Posteriormente, se habla con el niño y se le pregunta por cómo se siente y que exprese el porqué se ha comportado de esa manera.

El objetivo de estas recomendaciones es conocer qué sensaciones o situaciones les provocó esa reacción e intentar así minimizarla en el futuro. En este tipo de situaciones lo adecuado es hacer un acompañamiento con el niño, por parte de uno de los progenitores, para escucharle, mostrarle afecto y explicarle que le ayudaremos cada vez que sea necesario.

Qué podemos hacer para minimizar los riesgos del confinamiento:

  • Nuestros hijos deben de estar informados de lo que estamos viviendo y por qué está ocurriendo. Siempre con un lenguaje adaptado a la edad y nivel de comprensión del niño. Esto les permitirá que haya una mejor aceptación del confinamiento.
  • Mantén con ellos una rutina que les permita tener el día ocupado. Se le pueden asignar tareas domésticas acordes a su edad, además de realizar las actividades académicas diarias. Se sentirán más útiles y autónomos.
  • Realizar actividades físicas a través del juego, bien solos, con hermano o con toda familia. Les permitirá canalizar el exceso energía.
  • Pongan, de forma visible, un plan de actividades y rutinas diarias para que sepan lo que toca hacer en cada momento. Eliminarán la incertidumbre.
  • Ponga límites de tiempo con el uso de las nuevas tecnologías. Estipule normas y controles al respecto, pero no sea, en este tiempo (excepcional) demasiado restrictivo, sea flexible.
  • Procuren que no vean determinados programas de Tv o que no escuchen noticias alarmistas sobre las consecuencias del coronavirus. Sacaremos el miedo de sus vidas.
  • Inculquen el valor de la solidaridad con gestos altruistas. Existen muchas personas vulnerables que necesitan pequeños gestos de solidaridad. Personas mayores que viven solas, familias desfavorecidas con grandes necesidades y otros colectivos que como consecuencia de la pandemia perderán el trabajo.
  • Realice actividades de ocio en familia, juegos de mesa y de nuevas tecnologías, tareas escolares, lectura de libros,… mantendrá a la familia más cohesionada y unida. Sentirán que son un equipo.
  • Mantener contacto con amigos a través del teléfono o video llamadas. Permitirá seguir manteniendo los lazos de amistad y conocer, o compartir con ellos, las experiencias que están viviendo durante el confinamiento.

Si hacemos que nuestros hijos, y nosotros como ejemplo, lleven el día más o menos estructurado, con actividades y aprendizajes que permitan inculcarles nuevos valores, teniendo en cuenta que en tiempos de crisis, el ser humano es capaz de reinventarse y sacar lo mejor de cada uno de nosotros, seguro que les inculcaremos recursos como la resiliencia, empatía, solidaridad, tolerancia, esfuerzo, trabajo en equipo… recursos que les permitirá ser una persona más integrada en sociedad, con más y mejores herramientas para su desarrollo como persona y para afrontar las dificultades futuras de la vida.

Con las recomendaciones expuestas, podremos minimizar las consecuencias del confinamiento y sacaremos, de todo esto, un aprendizaje positivo que repercutirá en nuestros hijos de forma que serán más expertos, formados y completos, sobre todo desde un punto de vista psicológico, emocional y social.

Resistiremos, juntos lo vamos a conseguir. Yo me quedo en casa, y tú.

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