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Atril Ciudadano

El Efecto Osborne

Desde algún tiempo atrás y debido a la gran cantidad de información visionada por mí en las últimas semanas y gracias en especial al #QuedateEnCasa tan necesario, me gustaría de forma excepcional y sin que sirva de precedente hablar hoy sobre el Efecto Osborne, que si bien parece proponer, por este nombre cercano a nuestra cultural, algo impropio de este espacio, nada más lejos de la realidad, pues su definición señala algo totalmente ajeno a tal impresión; así, se define este efecto como un fenómeno social de clientes que cancelan o aplazan pedidos para el producto actual (compra presente), que pronto quedará obsoleto como un inconveniente inesperado de que una compañía anuncie un producto mucho mejor, en futuro muy cercano . Esto que pudiera parecer difícil de lograrse, se dio en realidad en la década de los 80 y afectó de forma severa a una empresa de componentes informáticos, llevándola a la banca rota.

La propuesta que nace hoy, se debe a la incertidumbre que plantea la compra en la actualidad o no de un vehículo eléctrico. El tamaño de las baterías y por ende su capacidad, además de la eficiencia, diseño, coste, zonas de carga y otros pormenores. Según los precios actuales de los distintos modelos, además de la cantidad de tecnologías existentes sean híbridos, híbridos enchufables, vehículos de autonomía extendida (REX), o los puramente eléctricos requieren de un proceso de aprendizaje del cual no todos queremos ser participes y si a esa amalgama de variables le añadimos la pimienta o “Efecto Osborne”, este guiso parece harto complicado que sea de gusto de todos. El EO nos viene a decir que esperar puede ser una buena opción antes de apostar por una u otra tecnología, es decir, que permanezcamos en estado contemplativo. Detener nuestra decisión de compra en espera de que el proceso tecnológico se asiente, no en vano las nuevas tecnologías que se nos llevan prometiendo años como el grafeno, las baterías de estado sólido, además de otras más o menos ilusionantes, proponen que las capacidades motrices, autonomía (Talón de Aquiles de los VE), además de la tan nombrada conducción autónoma de nivel 4, donde la palabra conducir dejará de tener sentido, pueden que conviertan a nuestro lustroso vehículo, en un buen armatoste en los próximos años.

Osborne anunció un salto tecnológico en el desarrollo de sus futuros productos, tras una reciente presentación, eso además de otras acciones erróneas hicieron que la empresa se arruinara. No es mi intención en este artículo dictar su toma de decisiones presente o futura en este aspecto, solo enriquecerla y ofrecer así una nueva perspectiva más generosa de datos en esa inversión tan determinante, pues la compra de un vehículo suele serlo.

Otra nueva variable aparece en el horizonte, esta vez orquestada por la Unión Europea, si cabe más importante que el efecto Osborne, el cual se suma a este enfoque “filosófico” del EO y presenta otro más realista, donde dicho organismo (UE), obliga a las grandes empresas automovilísticas a reducir drásticamente sus emisiones. Hasta la fecha, la gran cantidad de emisiones de gases contaminantes y de efecto invernadero se “salvaguardaba”, con un simple gravamen en el impuesto de matriculación de los vehículos que se vendían por muy agresivos que estos fueran con el medioambiente, así el importe del vehículo subía y por consiguiente el consumidor lo pagaba, fin de la historia, esto en este 2020 y en los años que están por venir, hasta que la legislación vuelva a cambiar, va a dar un vuelco en la forma que las empresas automovilísticas venden actualmente sus coches o mejor dicho en el interés que tendrán en vender uno u otro modelo según las emisiones de CO2 de cada vehículo en particular.

Vayamos al fondo del asunto, la nueva legislación aplicable ya este año (1/01/2020), obliga a las distintas marcas, filiares y a cualquier socio productor de vehículos de dicha empresa a establecer una media de emisiones no superior a 95gr de CO2 por Km por vehículo vendido (según los datos publicados por la marca) y dividiéndola entre el número de vehículos matriculados. Puede parecer complicado de calcular, pero solo sumen las cantidades de emisiones de CO2 de cada vehículo que venda una empresa en Europa y divídanla por el número de coches vendidos por esa casa de vehículos.

Imaginen una desviación de tres gramos de CO2 en toda la flota de coches vendidos por la marca Pepapí (cambiado nombre real), es decir 98grCO2/Km (que vende básicamente en Europa), cuya media actual de 2019 podría estar tres gramos por encima, supondría una sanción de 156.675.000 euros, teniendo en cuenta que cerraría 2019 con cerca de 550.000 vehículos vendidos.

La realidad que plantea esta normativa ya fue anunciada en el mes de febrero de 2014 por la UE y por lo tanto no podrá pillar de improviso a nadie. La multa es sencilla en sí misma, por cada gramo que se emita de más en esa mágica cifra de 95, se sancionará con 95 euros por gramo que se exceda de esa cifra, eso sí por cada vehículo vendido, tomando como referencia toda la flota matriculada ese año. Imaginen por tanto la obligatoriedad de cumplir tal cifra, por parte de las empresas automovilísticas, parece que el 95 se ha convertido en el número clave de esta década.

Si me permiten daremos un redoble de tambores para que el Efecto Osborne haga de nuevo su aparición, la normativa en este y el próximo año 2021 tiene truco, pues al considerarse que la fecha de aviso fue “tardía”, recordemos año 2014 (no han tenido tiempo en 8 años), la Unión Europea en su magnanimidad ha permitido que se haga “trampa”, al menos durante 2 años.

Durante este 2020 cada vehículo matriculado que no exceda del mágico número 95, y aquí viene “la trampa” a la normativa propuesta en el 2014, computará como 2 cuando se haga la media y en el 2021 computará como 1,5, así de esta forma tan sencilla y tan poco ética, estas empresas podrán seguir contaminado más de lo que la normativa les exigiría si se aplicara con firmeza, parece que el lobby nuevamente todo lo puede, sea la UE o quién sea que dicten las normas, recordemos que esta decisión nos aleja más si cabe al cumplimiento de los objetivos de la AGENDA2030.

Resumiendo, los nuevos límites de emisión solo se aplicarán al 95% de los nuevos automóviles en el primer año de entrada en vigor de la normativa y los fabricantes podrán compensar durante dos años de forma ventajosa las emisiones más contaminantes de vehículos de gran cilindrada con las bajas emisiones de los coches “superecológicos”, recordemos que ninguno lo es.

El objetivo de los 95 gramos por kilómetro representará un ahorro de 50 millones de toneladas de emisiones de CO2 por año", aseguró el ponente de la legislación aprobada por el Parlamento Europeo, el eurodiputado alemán del grupo popular Thomas Ulmer, lo cual vemos que con el ajuste del 2020 y 2021 no será así, al menos no, estos 2 años. Esta marea traerá de forma indudable movimientos empresariales de toda índole, donde empresas más contaminantes busquen parejas de baile singulares para que le permitan la entrada en este “proceso ecológico”, así las niñas bonitas serán las eléctricas Tesla o la propia Mini donde sus productos electrificados serán de gran atractivo, para las feas del baile.

La recomendación de los expertos en estas cuestiones hablan algunos a favor del Efecto Osborne, es decir, esperen no compren vehículos ahora y fuercen el cambio tecnológico, otros sin embargo defienden el que nunca será tan fácil adquirir un vehículo “poco contaminante”, todos esta amalgama de datos no nos deben de alejar un discurso coherente y es que en términos de movilidad la preferencia deberá seguir siendo peatón, ciclista, transporte público (cuando sea posible) y no el renombrado coche eléctrico, pues por mucho que lo maquillen nunca será sostenible.

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