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Carta del Editor

Nada es gratis

Nos hallamos, en España en general y en Melilla de manera muy particular, ante el estruendoso fracaso de los liderazgos como “ejercicio de responsabilidad” -latiguillo verbal que usa y del que abusa mucho Aberchán- ante los ciudadanos. “La izquierda (española) sigue instalada en la fascinación por los Estados hipertrofiados, sin entrar en el debate sobre la eficiencia en la gestión de los recursos públicos” (editorial de ABC el miércoles). Nos quieren hacer creer que con el dinero público nos hacen un favor. Olvidan, y pretenden que no nos demos cuenta, que sólo es la contrapartida debida por el Estado y que lo costeamos nosotros, no los gobernantes, con y por el pago de nuestros impuestos. Nos hallamos, en España en general y en Melilla de manera muy particular, ante el estruendoso fracaso de los liderazgos como “ejercicio de responsabilidad” -latiguillo verbal que usa y del que abusa mucho Aberchán- ante los ciudadanos. “La izquierda (española) sigue instalada en la fascinación por los Estados hipertrofiados, sin entrar en el debate sobre la eficiencia en la gestión de los recursos públicos” (editorial de ABC el miércoles). Nos quieren hacer creer que con el dinero público nos hacen un favor. Olvidan, y pretenden que no nos demos cuenta, que sólo es la contrapartida debida por el Estado y que lo costeamos nosotros, no los gobernantes, con y por el pago de nuestros impuestos.

Nada es gratis, hay que tenerlo siempre presente. La renta de inserción (que no es la renta básica universal) que quieren imponernos los comunistas (Iglesias y el que “no podía dormir”, Sánchez) no la pagan ellos dos, ni los miembros del Consejo de Ministros más caro de la historia de España; la pagamos todos los españoles que producimos, la pagaríamos a base de más robos impositivos, no sería sino una transferencia forzada y destructiva de rentas de unos a otros que empobrecería a todos.

Decía yo el miércoles en una de mis Cartas: “No me importan los largos encierros (así puedo leer más) pero odio, cada día más, los encierros forzados. Aun así, los estoy soportando, excepto cuando padezco a Pedro Sánchez en las televisiones con esas sus interminables comparecencias cantinflescas llenas de topicazos simplistas, de filosofía barata declamada en tono pomposo y huero, de mentiras flagrantes”. Nos cercenan la libertad, y con la libertad pasa como con la salud: se las valora más cuando faltan. Ahora nos faltan, en España, ambas, salud y libertad, y nos sobran políticos autoritarios totalitarios que, como Sánchez, nos llevan a la conclusión -analizando sin dogmatismo lo que dicen y hacen- de que estamos en un enorme y creciente declive, despeñándonos hacia una hecatombe sin precedentes.

El confinamiento forzoso -vamos a entrar ya en la segunda prórroga y se nos anuncian más- de personas asintomáticas es propio de regímenes autoritarios, es una vulneración de nuestra Constitución, que “forma una unidad y no cabe elegir a capricho cualquiera de sus partes” (el magistrado Manuel Aragón, en El País) como hace el comunista bolivariano Pablo Iglesias. Este Gobierno, este Estado, al obligarme al encierro, al limitar mi libertad, me hace leer más y consolidar ideales, como el de la libertad. Carecer de ideales es carecer de rumbo “y ser presa fácil de aquellas personas que sí los tienen y que desean marcarnos a todos el paso”. Como los comunistas, como Pablo Iglesias, como Sánchez.

La esperanza: “Es un error asumir que el Estado durará para siempre. Es una institución que marca una fase del desarrollo humano. No es esencial, sino incidental” (Herbert Spencer). Aún más incidental que el Estado es este Gobierno, cualquier Gobierno. Pero, ¿hasta cuándo durarán estos, el de España y el de Melilla? Quizá y por desgracia la respuesta más acertada es: “Solo caerán si llega al bolsillo de los particulares un dolor económico extremo, como ocurrió en 2011, tras el zapaterismo” (Luis Ventoso, ABC del jueves). El dolor económico extremo, espantoso, va a llegar muy pronto. Ese es el drama y, al mismo tiempo, quizá la esperanza de un futuro mejor y más libre, si logramos librarnos de estos gobiernos totalitarios e ineficaces.
¿La bolsa o la vida?, decían antaño los atracadores. Ahora, con el coronavirus, se plantea una disyuntiva similar, aunque todavía -cada día menos- evitable: puede haber vida y bolsa. Obviamente la prioridad son los enfermos, pero eso no implica que tengan que estar confinados los sanos y los ya inmunizados. Hay alternativas para evitar el torpe intervencionismo estatal anticonstitucional que ahora padecemos. Se trata, por ejemplo, de copiar lo que otros países han hecho con buenos resultados.

Que la libertad redunde en mayor prosperidad es una feliz coincidencia, aseguraba Karl Popper. Con estos gobernantes y esta falta de libertad nos espera la ruina. La España de hoy se parece cada vez más a la de los años 30 del siglo pasado. Ya sabemos cómo terminó: con una guerra. Hay que “defender vigorosamente la libertad, recordando que, en el pasado, los que insensatamente se entregaron a buscar el poder cabalgando a lomo de tigre, acabaron devorados por su cabalgadura” (discurso de investidura presidencial de Kennedy, el 20 de enero de 1961). Esa es nuestra esperanza, como españoles y melillenses.

Posdata
El actual presidente de Melilla calificó en televisión a nuestra ciudad como “una ratonera”. El jefe de una ratonera es un rata. ¿Será posible desembarazarse del rata para poder salir de la ratonera?

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Enrique Bohórquez López-Dóriga

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