Melilla no deja de pagarle las facturas al Estado en asuntos que son de su competencia, que no corresponde financiar la Ciudad Autónoma. Y decimos que es curioso no solo por lo insólito que supone afrontar unos gastos que no nos corresponden, sino porque el tripartito que lo está haciendo echaba en cara desde la oposición esa “generosidad” con el Estado, cuando quien gobernaba en Melilla era el PP Estamos acostumbrados a que sean las comunidades autónomas las que pidan dinero al Estado. Unas más que otras, claro está, y algunas, todos sabemos cuáles, casi a modo de chantaje para apoyar a gobiernos carentes de la mayoría suficiente y que necesitan para su supervivencia los votos de sus partidos nacionalistas en el Parlamento. Tenemos ejemplos muy recientes con el Gobierno PSOE-Podemos, centrado antes de la pandemia en satisfacer las demandas de Cataluña, País Vasco, y otras regiones con partidos que resultaron clave para sacar los 175 votos que necesitaban Sánchez e Iglesias.
Melilla tampoco ha sido ajena a ese objetivo común de conseguir fondos del Estado y, de hecho, históricamente se ha hablado de ella, probablemente con afán despectivo, como una ciudad subvencionada. Pero ahora, curiosamente, parece que sucede todo lo contrario. Melilla no deja de pagarle las facturas al Estado en asuntos que son de su competencia, que no corresponde financiar la Ciudad Autónoma. Y decimos que es curioso no solo por lo insólito que supone afrontar unos gastos que no nos corresponden, sino porque el tripartito que lo está haciendo echaba en cara desde la oposición esa “generosidad” con el Estado, cuando quien gobernaba en Melilla era el PP.
Todos recordamos las críticas de nuestros actuales gobernantes, cuando no estaban en el poder, porque Imbroda estaba dispuesto a poner dinero para actuaciones que debería llevar a cabo el Estado. Ocurrió, por ejemplo, con la propuesta para construir un centro de distribución de mercancías en la frontera de Barrio Chino. O con los 1,7 millones que la Ciudad Autónoma puso para mejorar las condiciones del contrato marítimo. Al final no hizo falta esa aportación económica, pero el ofrecimiento existió y el tripartito que hoy gobierna estuvo semanas poniendo el grito en el cielo al considerar que los melillenses no tenían por qué poner dinero de su bolsillo en un asunto que era responsabilidad del Estado. Estos son solo dos ejemplo, pero resulta que años después las tornas han cambiado y quienes estaban en la oposición criticando aquello están hoy en el poder haciendo lo mismo que rechazaban.
Y así es como hoy los melillenses pagamos 300.000 euros al mes en el alojamiento y la manutención de más de medio millar de personas entre los marroquíes bloqueados por el cierre de las fronteras, los inmigrantes que saltaron la valla en pleno estado de alarma y los menores que han sacado del centro de la Purísima para llevarlos a Rostrogordo, a pesar de que las competencias de inmigración y de la frontera son del Gobierno, el cual dudamos que esté haciendo gestión alguna para que Marruecos permita el retorno a su país de gran parte de ese colectivo.
Dice la jefa del PSOE, Gloria Rojas, que esos 300.000 euros no le parecen “un gasto excesivo” y que hay que ayudar a esas personas para que no se queden en la calle. Nadie dice que no se haga, porque además, por salud pública, es peligroso que no estén confinadas como el resto de la población. Lo que se critica es que no se exija al Estado que asuma un gasto que le corresponde, al igual que está sucediendo en educación y sanidad durante las últimas semanas. ¿Por qué tiene Melilla que pagar una factura que no le corresponde, cuando quien debe hacerlo nos adeuda 14 millones del año pasado y 14 de este para atender a los menores extranjeros no acompañados? Los melillenses no andamos sobrados de dinero. Que se lo digan a la consejera de Hacienda, que anda haciendo números con mucho esfuerzo para poder aplicar un plan de ayudas a empresas, autónomos y familias. Es con ellos, los que de verdad mueven la economía de esta ciudad, con quienes la Ciudad Autónoma debe ser generosa ahora para que Melilla no se vaya a pique.
