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El uso de las mascarillas será obligatorio en espacios cerrados o con aglomeración

¿Mascarillas sí? ¿Mascarillas no? ¿Guantes sí? ¿Guantes no? Han sido preguntas que muchos se han hecho desde el inicio de la crisis del coronavirus. Las autoridades, antes, cuando golpeaba únicamente a China e Italia, y posteriormente, cuando llegó a España, desde el Gobierno y su Ministerio de Sanidad se desaconsejaba el empleo de los mismos. Aseguraban que no eran necesarios ninguno de estos dos elementos y que no deberíamos ir corriendo a farmacias y supermercados a comprarlos, porque podríamos desabastecer este tipo de productos y dejar sin ellos a quienes realmente lo necesitaban, que eran el personal sanitario.
Al respecto aseguraban que lo más importante era, por un lado, la distancia social de dos metros y por otro, lavarse bien las manos con jabón cuando uno llegaba a la casa o al trabajo, siempre antes de tocarse la boca, la nariz o los ojos. Con el paso del tiempo, ya dejaron de decir que no era necesario la mascarilla y se obligó su uso en el transporte público.

Esta semana el Ejecutivo subirá otro escalón en esta materia. El Gabinete que preside Pedro Sánchez ya ha avanzado este lunes que el uso de mascarillas será obligatorio también en la vía pública y en espacios cerrados cuando no se pueda garantizar el cumplimiento de la distancia mínima de seguridad entre personas, fijada en dos metros, además de cuando se viaje en transporte público.

Esta es la decisión que han acordado el Gobierno y las Comunidades Autónomas durante la reunión del Consejo Interterritorial del Sistema Nacional de Salud (SMS).

De esta forma, al uso ya obligatorio en el transporte público su sumará ahora la utilización forzosa en espacios cerrados y en la vía pública si no es posible garantizar la distancia mínima de seguridad de dos metros.

Este es un cambio más de postura, a sumar a los que ya se ha han producido desde que esta nueva enfermedad llegó a nuestras vidas y llevó al Gobierno a improvisar en muchos aspectos, tanto, tanto, que lo que ayer era blanco, hoy es negro, como el caso de las famosas mascarillas. Una gestión desastrosa que ya está obteniendo respuesta en forma de protestas en muchas ciudades de España, en forma de caceroladas.

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