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LA SEMANA

La “nueva normalidad”: una subnormalidad

¿Ha sido necesario e imprescindible causar un daño tan grande y tan largo a la economía local, a los melillenses en general, un daño del que será muy difícil y muy largo recuperarse? Hoy, lunes, Melilla ha entrado en la llamada fase 3 -que realmente es la 4, porque hubo, aunque parezca increíble, una fase llamada 0- del proceso de la, mal llamada, “desescalada”, pero “la Ciudad”, o sea, el Gobierno local, ni siquiera se ha planteado acortar los 14 días -el máximo permitido- hasta llegar, el 22 de junio, a la llamada “nueva normalidad”, una aberración insoportable que, proveniente del Gobierno socialcomunista, repetimos como borregos.
Además, la Ciudad “decidirá de forma unilateral cuándo se abandonará la fase 3” (portada de este periódico el sábado), abandono pendiente de lo que nos digan unos desconocidos epidemiólogos que, aparte del consejo -muy apropiado para niños pequeños y tontorrones- de “dar pasos firmes y seguros”, no se han caracterizado en España -más de 40.000 muertos hasta ahora- por la sapiencia y eficacia de esos sus continuos “consejos”.
Melilla, nos dicen, “ha hecho los deberes” -otra frase destinada a niños tontorrones o a ciudadanos privados de sus libertades- y ya pronto -cuando a los epidemiólogos y políticos locales les parezca bien- es posible que consideren que ya “estemos en condiciones de que Melilla pueda reactivarse y recuperar el tiempo perdido durante estos tres meses largos, en los que la economía local ha sufrido lo que no está escrito” (Editorial del MH del sábado).
La pregunta crucial es: ¿ha sido necesario e imprescindible causar un daño tan grande y tan largo a la economía local, a los melillenses en general, un daño del que será muy difícil y muy largo recuperarse? Desde luego, si lo que el Gobierno -tanto el nacional como el local- quería demostrarnos es que el que manda es él y que nosotros pobres (ahora más que antes) y presuntos ciudadanos (ahora acobardados súbditos) pintamos poco, lo ha conseguido: ahora somos más pobres y más obedientes súbditos, y pintamos menos, lo que nos lleva a una segunda e inevitable pregunta: ¿eso es bueno o malo?
La respuesta: para un gobierno de tipo comunista, totalitario o dictatorial, gobernar a súbditos atemorizados es bueno, al Gobierno le conviene mucho, lo necesita para mantenerse/perpetuarse en el poder, pero para un gobierno democrático, defensor de la libertad, eso es malo, muy malo, económica, política y socialmente.
Como requisito previo y para evitar la corrupción, en una democracia es imprescindible la transparencia. Cito a Bieito Rubido, ABC del sábado: “En esta crisis y con el estado de alarma en funcionamiento se ha comprometido desde organismos públicos la adquisición de mercancías y material sanitario por un monto superior a 800 millones de euros. Ahora que nos toca pagar el impuesto sobre la renta, ¿no tenemos derecho a saber quién, qué, cómo, cuándo y dónde se han gastado esos millones de dinero público que nosotros, los ciudadanos, hemos aportado? Nos hurtan una información relevante. Da la impresión de que se esconde algo. Sin transparencia solo hay mal gobierno”. Por supuesto eso es aplicable tanto al gobierno nacional como a los gobiernos locales, el melillense incluido. El estado de alarma pasará, pero quedarán los escándalos y “en un Estado de Derecho lo que se le niega a la democracia lo rescata la Justicia” (ABC).
Dentro de las malas noticias, una buena y sólidamente fundada nos la transmite Francisco Robles en su página de los domingos en nuestro periódico: “sigo convencido de que antes del final de este año habrá ya una vacuna -anti COVID 19- disponible, con suficiente fiabilidad”.

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Enrique Bohórquez López-Dóriga

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