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Atril ciudadano

Héroes no sólo durante unas semanas

Durante muchas semanas nuestro único respiro del día ha sido salir por la tarde a la puerta de casa o al balcón, justo a las 8 de la tarde. A esa hora, como autómatas asustados aplaudíamos sin cesar, durante un par de minutos mínimo, a los que estaban en primera línea en la batalla de la vida con un enemigo invisible y mortal. Digo como autómatas asustados porque nuestro palmeo de cada tarde lo lanzábamos como palmaditas de ánimo y agradecimiento a esos soldados sin fusil que recibían las bofetadas directas en una batalla en la que no llevaban ni escudo ni casco. Eran de agradecimiento, o eran con el miedo de que se pudieran rendir y nos quedásemos sin la inestimable caballería e infantería que formaban el ejército de sanitarios con sus diferentes escuadrones. Los que podían salvar a los nuestros o los que podrían salvar nuestras propias vidas si llegase el caso, o mejor aún, los que podrían, incluso con su vida, contener al enemigo, reducirlo y vencerlo.

Les llamábamos héroes, vencedores…Incluso les hubiésemos puesto al frente de nuestro reinado. Sin embargo, no nos paramos a pensar que eran los mismos escuadrones a los que tal vez habíamos gritado, menospreciado, insultado, incluso algunos, pegado en meses anteriores. A los que nunca oímos cuando reclamaban más escudos y cascos para su lucha diaria, más medios, más manos. Y ahora después de esas semanas críticas, volvemos a las andadas, a saturar el servicio de Urgencias porque nos duele una uña o nos pica un grano, menospreciando lo que es su labor y el sentido de para qué están en esas dependencias. Nos quejamos en las consultas y gritamos en la cola del centro de salud levantando las mismas manos con las que les palmeábamos días atrás.

Antes y después de nuestro miedo, ellos son el mismo ejército de soldados, son los mismos héroes, aunque en circunstancias distintas. Mi héroe Luis Marcelo cuando una vez más la recibe y le suplico que la salve, sí una vez más le digo. Mi héroe Manuel Requena a quien le pido que me la devuelva de ese limbo en el que se ha quedado, de ese estado de coma en el que ha entrado. Y hoy después de muchos engranajes con sueros, medicación, antibióticos y sabiduría, ella ha vuelto de su “nada” y claramente dice que no sabe dónde ha estado pero que tiene un médico de categoría. Y yo sólo puedo dar gracias.

Aunque creamos que ya estamos a salvo de un enemigo que de repente nos plantó cara, no olvidemos que todos los que forman el grupo de sanitarios están día a día para enfrentarse a otras muchas patologías o circunstancias que nos pueden sorprender.

Por eso, que cuando entremos a un hospital, centro de salud, consulta o cualquier dependencia sanitaria, con nuestro respeto les ofrezcamos unos aplausos virtuales. Que desde a los guardias de seguridad, a celadores, auxiliares, enfermeras, médicos, limpiadoras, administrativos o farmacéuticos, respetemos durante todo el año y que los aplausos no hayan sido sólo por un tiempo a las 8 de la tarde. Recuerda que en cualquier momento de tu vida puedes llegar como producto defectuoso para su reparación y es necesario que a los que llamamos héroes, se sientan como mínimo considerados y respetados.

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