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Un paso atrás como nunca en nuestro transporte

Melilla, cada vez más aislada, paga las consecuencias de un PSOE local ineficaz o escasamente influyente en Moncloa, si es que ha protestado por lo que está ocurriendo con nuestro transporte, que visto lo visto, hasta cabe la duda Era cuestión de tiempo que llegaran las consecuencias de no tener un contrato marítimo sufragado por el Estado y dejar nuestras conexiones al albur del mercado. Lo malo es que esas consecuencias no se han hecho esperar y los melillenses vamos a pagar el pato desde el mismo momento en el que entremos en la nueva normalidad. Ha querido el azar que el final de la vigencia del contrato marítimo, que terminó el 30 de abril, coincidiera con el estado de alarma y la imposibilidad de viajar. A partir del lunes, cuando se ponga fin a esas restricciones en la movilidad, los melillenses se darán de bruces con la realidad: Melilla ya no tiene contrato marítimo, porque el Gobierno de Pedro Sánchez no ha querido o no ha hecho los deberes como tenía que hacerlos, y cuando queramos viajar, no podremos hacerlo como veníamos haciéndolo como antes del 14 de marzo, día en que empezó el estado de alarma, cuando las líneas de interés público de Melilla estaban amparadas por un contrato marítimo, como ha ocurrido desde hace décadas.
La peor parte, de momento, se la lleva la línea de Almería, que de siete frecuencias semanales que tenía en virtud del contrato marítimo, pasará desde la semana que viene a solo cuatro. Es decir, habrá tres días que no tendremos barco para ir a Almería o volver de allí, por lo que los melillenses perdemos, así a bote pronto, seis trayectos en una semana. Seis conexiones menos significan menos oportunidades para movernos entre Melilla y la península y menos posibilidades de que puedan venir turistas a visitarnos. Menos atraques en el puerto y, en definitiva, menos vida para el que se supone que es uno de los principales motores económicos de esta ciudad.
Y no solo es ya la pérdida de conexiones, sino también del superferry que la operaba, el Ciudad de Granada, antiguo Sorolla, uno de los mejores buques de la flota de Trasmediterránea junto con el Ciudad de Melilla, que se mantiene, de momento, en la línea de Málaga. Ahora, para ir a Almería, los melillenses tendrán que subirse al viejo conocido Juan J. Sister, un barco que roza las tres décadas de vida. Un despropósito del que no hay que culpar a la compañía, sino al Gobierno de Pedro Sánchez, que no ha puesto sobre la mesa el dinero para costear el contrato marítimo que nos garantiza un transporte marítimo de calidad, aunque sea deficitario para la compañía, dado el respaldo económico del Estado.
En la línea de Málaga también perdemos, aunque menos. De momento, la compañía ha decidido operar con seis frecuencias semanales, una menos que con el contrato marítimo. Dos trayectos que perdemos a la semana en el que es nuestro principal cordón umbilical. Sumados a los de la ruta de Almería, ya son ocho, que ahonda en el problema que antes hemos apuntado. La consecuencia es que, sin que nadie pueda negarlo, estaremos más aislados de la península y, por lo tanto, del resto de España y de Europa. Sobre todo, si el precio de los billetes sube, algo que está por ver y que dependerá de la demanda, que será, seguramente, inferior por las consecuencias de la pandemia y por la cada vez menos probable Operación Paso del Estrecho en Melilla.
Con todo, nos podemos dar con un canto en los dientes porque, mientras el ministro de Transportes, José Luis Ábalos, no saque nuestro contrato marítimo, la situación puede ir a peor si las compañías marítimas que nos conectan con la península deciden reducir las frecuencias al mínimo establecido por el Real Decreto 1516/2007, que son tres frecuencias semanales en las líneas de Málaga y Almería, declaradas Obligación de Servicio Público hace más de un siglo. De momento, las compañías Armas Trasmediterránea y Baleària están dando a Melilla mucho más de lo que les exige la ley al ser esta ciudad un territorio extrapeninsular, lo cual es mérito de ellas y no del Gobierno. Pero podrían dejarnos en el mínimo si las cuentas no les salen, como empresas privadas que son, y nadie podría reprocharles nada porque ahora no hay contrato marítimo, sino un libre mercado donde impera la ley de la oferta y la demanda, no el interés público, como debería ser en lo que afecta a nuestra conectividad.
Este paso atrás como nunca en nuestro transporte es mérito del PSOE, que no hace ni dice nada al respecto, a pesar de su desmedido interés en este asunto cuando estaba en la oposición. Esta inacción y mutismo son consentidos por prácticamente todos los partidos de esta ciudad, que no han puesto el grito en el cielo, salvo el PP, que ya advirtió de lo que se nos venía encima semanas antes de que expirara el contrato marítimo. Melilla, cada vez más aislada, paga las consecuencias de un PSOE local ineficaz o escasamente influyente en Moncloa, si es que ha protestado por lo que está ocurriendo con nuestro transporte, que visto lo visto, hasta cabe la duda.

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