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El Torreón del Vigía

Madrileñofilia

Javier Krahe contaba que Londres es más moderna, Paris más hermosa, Barcelona más europea… pero Madrid tiene el Prado. Cuando estalló la pandemia empecé a publicar columnas sobre lo que ocurriría cuando ese infierno pasase, parecía que íbamos a salir mejores, pero al poco me llené de dudas. De lo positivo y negativo se aprende, de lo primero para encarar malos vientos y de lo segundo para rectificar . Por los derroteros que vamos caminando parece que nada ha pasado, pero hay miles de muertos, familias destrozadas por ausencias y hambre, la naturaleza ha ocupado el espacio que el ser humano le hurtaba y Dios nos ha dado otra oportunidad. Escaso tiempo y demasiadas cosas que deben ser asimiladas para seguir dando gracias. Llegué a Madrid cuando “La Movida” era un fenómeno cultural y aunque el cambio me costó, sus habitantes me entraron. Nunca fui un extraño en esa Capital a la que sólo le importa lo que en ella vas a hacer y no tu origen. Te da las mejores oportunidades, pero de ti depende aprovecharlas. Son tan rápidas como los vagones de Metro, por eso la vida allí te enseña que debes cogerlas antes que el silbato avise el cierre de puertas camino a la próxima. Y cuando menos te das cuenta ya también son tuyas las terrazas por Santa Ana o el kilómetro cero, para esperar a ese alguien que llenaba tu vida o Cibeles y los búhos, de regreso en noches canallas. Allí en la Facultad conocí a otras compañeras que siguen, desde entonces, siendo amigas y aquél con quien compartía horas de hablar de Derecho, aún hoy, lo seguimos haciendo o como resuenan horas de radio mientras la comunicación entre la pecera y el estudio, anunciaba que las ondas unen más allá del tiempo y la distancia. No entiendo que haya personas que tengan fobias a lo madrileño tampoco por el Covid-19. Galdós en su centenario, representa a tantos que, sin serlo, son madrileños. Por todo lo que en sus obras ambientó en Madrid, fue por lo que María Zambrano escribió: “Galdós es ese poeta que toda ciudad necesita para existir”. Pero en un próximo viaje a la Capital suba al transporte público y escuchará, entre túneles, el quejío del sur, la cadencia de un son o el acordeón de los naturales del viejo telón de acero. Pasee por Callao mientras un cuarteto de cuerda pone la banda sonora de ese momento de su vida y se cruza con asiáticos o con originarios del Sahell y de la américa hispana. Cuando pienso en Madrid, me vienen aires de libertad, de aprendizaje y esfuerzo, del valor de la amistad en estado puro, de superación y de novedad. Cuando regresas a ella, parece que nunca te fuiste, porque aquello que descubriste no ha desaparecido, te aguarda en ese lugar donde viviste algo único. Parece que un trozo de alma quedó allí y sólo hace falta que de su aire vuelva a ti. Cela en su Colmena describe que la calle, al caer de la noche, va tomando un aire entre hambriento y misterioso. Madrid es ese cruce de caminos que cantaba Antonio Flores y yo me siento de aquí y de allá.

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