Ayer domingo se celebró el Día Internacional de la Música. Antes de ayer, sábado, culminaba el estado de alarma y empezaba el verano. Hoy Melilla entra en la “nueva normalidad” y este fin de semana ha servido para celebrar todo lo anterior.
Cuando la cultura vuelve a la calle es síntoma inequívoco de que los ciudadanos también lo hacen, porque la cultura hace que todos esos días que atrás quedan de otoño oscuro, de vacío, de echar de menos y de dudar por el futuro se disipen en un suspiro. Si de la cultura que hablamos concretamos es música la sensación de alivio es mucho mayor.
Tres meses de estado de alarma, cerca de dos de confinamiento. No ha faltado la música. Contemos las canciones que hemos enviado, que hemos compartido, que hemos escuchado para no sentir miedo, para volver a la esperanza, para llorar si era preciso y para coger impulso. Los abrazos que nos han faltado han sido sustituidos por canciones. Los sentimientos a los que no poníamos nombre los traducía la música. Sea el que sea el estilo la música aplaca, la música llena, la música nos salva.
El área de cultura de la Ciudad Autónoma ha querido que la primera manifestación cultural de esta nueva normalidad que hoy comienza haya sido con música. Y la Asociación Banda, Orquesta y Coro “Ciudad de Melilla” dirigida por Sergio Rincón, la primera en romper este frío hielo que se va derritiendo poco a poco y de forma prudente. La sensación era como de quien rompe un telón y respira. Respira profundamente y sonríe. La sensación era de estreno, de estreno de este nuevo momento que tenemos por delante. Como de quien inaugura algo nuevo, como de quien abre un regalo que no es nada más y nada menos que la vida. La vida social, la de Melilla, y con música.
De esta forma los músicos de la Banda poco a poco tomaron sus asientos, acababan de quitarse la mascarilla para tocar sus instrumentos. Para ellos también todo es nuevo. Tres meses sin verse son muchos meses para seres sociales como los de la asociación. Los videos, las clases, los contactos y el cariño que entre todos se profesan quedaron estos meses en ordenadores y dispositivos móviles y ahora…una semana juntos ensayando. ¿Quién me iba a contar a mí – decía cualquiera de ellos- que el calor del Auditorio Carvajal o cualquier incomodidad conllevada me iba a hacer tan feliz?. Una pregunta automaticamente respondida en las manos de Ángel Lasheras, Director de Banda y Orquesta de la Asociación, el que otrora pisase ese escenario hace muchos años para marchar y felizmente volver a la que nunca dejo de ser su casa, Melilla. Ese director severo, recio y entrañable, un ser al que “to el mundo quiere”, se oía en las gradas, ese músico que nos ha traído hasta la nueva normalidad por pasodobles.
Mirar hacia delante puede ser una opción pero en estos momentos es una obligación. 2020 es el año del coronavirus sí, pero también es el año del “volver a empezar”, de la segunda oportunidad, del descubrimiento. Si lo piensan podemos ser felices con poco, no nos abrazamos, no nos besamos pero estábamos juntos, era verano en Melilla y sonaba música.
Así recordaremos este pasado fin de semana. Siempre quedará en nuestra memoria que ví a María y a Pepi en el Auditorio Carvajal mientras la Banda de Música interpretaba canciones y a sus músicos les emocionaba el contacto entre ellos y el público, y que a Lasheras le faltaban brazos y le sobraban lágrimas. Así recordaremos que Elena Fernández Treviño sacó la música a la calle para recordarnos que sin cultura no hay recuperación posible y que es ese el camino y que con dos metros de distancia entre espectadores y con mascarillas leemos las sonrisas y escuchamos los aplausos igual o mejor que antes.
Así ha salido Melilla del estado de alarma, canturreando el popurrí de los Beatles, aplaudiendo los “ecos españoles”, sintiéndonos vencedores por seguir, por estar con “We ´re the Champions” y suspirando mirando al cielo, por los que se han ido, por los que suenan las campanas, por los que no pudimos hacer nada, por ellos suspiros, “Suspiros de España”.
