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Melilla ConBici y Guelaya pedalean juntos para proteger el medio ambiente, 07/06/2015

La capacidad que cada uno tenemos para enfrentarnos a los distintos problemas que en nuestra vida se van sucediendo, a veces por sorpresa y otras por el devenir de los años, convierten a las soluciones que vamos aplicando en las verdaderas protagonistas en nuestro proceso madurativo, en la forma a veces inescrutable, en la que la vida se nos va mostrando, donde en ciertas ocasiones se hará necesario cierto grado de valentía.
La resolución de estos retos a los que nos enfrentamos, sean de índole personal o no, deben lograrse según sea su naturaleza con la mayor formación de la que somos capaces si nuestra intención es salir airosos, para lo cual necesitaremos la participación de determinadas personas, entidades o incluso instituciones. Entidades que llevan años sin cambiar de “discurso”, pues su objetivo no es adaptarse a las modas cambiantes o las corrientes reinantes, pues solo pretenden desarrollar esa “epifanía” que intentan desmerecer algunos (lograr evitar el cambio climático, mejorar la seguridad vial o cambiar la calidad del aire actual) y que solos en modo “isla” les será imposible de lograr, pues la pluralidad social entiendo que es la base de cualquier desarrollo de ciudad y deberá de formar parte indivisible de la toma de decisiones.

Puede sorprender en estos tiempos que corren que las ideas o incluso actitudes que se apartan de los mecanismos superfluos y del discurso reinante se desgasten ante una actitud generalista, pues ciertas personas no ven más allá y lo que es peor, jamás tuvieron ninguna intención de hacerlo, ya que solo dejan las pocas huellas que marcan sus pasos, en ese “camino” siempre hacia delante sin un objetivo válido. Me refiero a esa clase política, que necesita dejar una impronta física en forma de “figuras monolíticas” que no benefician a nadie, donde el valor público de éstas queda de forma inmediata en segundo plano, pues nunca fue su intención ir más allá.

Hablar sin ambigüedades, señalando a los responsables puede escandalizar a ciertos sectores, pues no es lo habitual en esta nuestra ciudad. Sin embargo, centrándonos en los problemas que se repiten sin descanso de forma “vírica”, atentando directamente contra los derechos fundamentales de algunos y la salud de todos, lo creo imprescindible. Si tenemos que ser esa voz discordante que les importuna y les molesta en la demanda de una solución válida en nuestro panorama actual reinante, que así sea.

Creo que podemos, al menos desde nuestras limitadas capacidades, alzar el tono de forma disonante en este escenario de “aguas calmadas” donde en el día a día se nos hace verdaderamente difícil convivir, pues son enormes los despropósitos que nos rodean y persistentes las actitudes abusivas que, de manera continua, observamos en ciertos sectores.

Ofrecerse de forma colaborativa creo que en nada nos indigna, ni nos incapacita. Hagamos buena la frase “la unión hace la fuerza”. Ese es uno de los retos que medirá parte de su valía señ@s polític@s, la decisión de rodearse de personas ajenas a intereses partidistas o de otra “índole”, en la que se conjuguen las sinergias necesarias para la consecución de un logro mayor en la búsqueda de ese bien común, donde las envidias, los egoísmos y los afanes de protagonismo de cualquier tipo sean descartados con una actitud auténtica y sincera, sin medias tintas. Tal vez incluso si así lo necesitan, en un discurso “descarado” que a algunos pueda sorprender, pues entendemos que es importante agitar sus conciencias.

Trazar una hoja de ruta, con objetivos a corto, medio y largo plazo además de ser prácticos, funcionales y consecuentes con la cantidad de “esfuerzo necesario” que cada paso nos exija, es otra senda imprescindible que deberemos recorrer. No basta con plasmar una hoja de ruta en un papel, pues no garantiza la valía su exposición a la opinión pública o que incluso los distintos medios se hagan eco de forma insistente con pomposos eslóganes en esas “portadas de prensa” que ya no convencen a nadie. Es necesaria otra actitud ajena a la búsqueda del siempre “atrayente titular”.

Ese programa electoral que se nos presenta no deja de ser una consecución de “hermosas ideas”, según su punto de vista, desarrolladas en los despachos más o menos concurridos y como si de una tormenta se tratara. Estas son puestas encima de la mesa en la búsqueda de ese proyecto que pretende encandilarnos a todos, ideas pre-filtradas, consensuadas, incluso copiadas en algunos casos, pues a veces no son propias de su “talante”, donde el alumno desinformado aplica la chuleta de turno para salvar el escollo social o mediático. Todas las variables son conjugadas en este “magnífico mar de intenciones” llamado programa electoral y, ciertamente, su objetivo es entretenernos, ilusionarnos, distraernos a tenor del cumplimiento que le procuran algunos, como si ese anuncio perfecto fuéramos “víctimas propicias”.

En esta perfecta sinfonía que se nos muestra cada cuatro años, muchas son “las promesas de cambio”. Al parecer, todos deseamos cambiar. No en vano, en nuestra naturaleza inquieta se agradece enormemente esa palabra, al transmitirnos de forma inconsciente un halo de esperanza, una mejora o solución a los problemas que nos amenazan a diario, como si nuestra vida actual anhelara de forma permanente ese nirvana objetivo en un cambio permanente en este siempre atractivo “hacia delante perpetuo”.

Hay, sin embargo, un elemento imprescindible en los más diversos aspectos de la vida, uno que es imposible plasmar en papel. Tal es su grandeza, una propiedad humana muy presente tanto en su existencia como en su ausencia, una que con el pasar de los años y en esta evolución permanente nos conduce en nuestro proyecto de vida, a veces olvidado con demasiada frecuencia y que yo anhelo a cada paso de la vida pública, pues los problemas que observo a diario requieren de este casi más que de cualquier otro. No se sorprendan si les digo que “la valentía”, señores políticos o, en este caso la ausencia de ella, es el mayor freno que se nos procura hoy en nuestra ciudad.

Entiendan que esta valentía de la que hablo no es la necesaria para entrar en una casa en llamas, para eso ya están otros. No requiere de un gran físico o de una poderosa musculatura, ni siquiera de una mínima preparación en cualquiera de las artes de defensa personal y combate. Tampoco solicitará de sus señorías ningún reto funambulista o distintas capacidades ajenas a este propósito, pero les será imprescindible para enfrentarse a ese animal mediático que anida tanto en las redes sociales, como en algunos butacones de la vida política, a los que nosotros como entidad ya nos hemos enfrentado.

No sean dubitativos, no sean pueriles, demuestren esa formación de la que llevan presumiendo durante años como oposición, continúen con el nivel beligerante pretendido y que ahora que todo está por lograr se les exige. No sean timoratos, blandengues, no se amilanen, el desinformado siempre estuvo ahí esperándoles. Nadie dijo que gobernar fuera fácil, nadie dijo que los personajes anclados en la “buena vida” durante décadas quisieran cambiar por el arte del discurso de lo bueno, lo necesario, lo justo, pues nunca ha sido propio de su naturaleza tan ambiciosas palabras, tan demandadas actualmente por otra mayoritaria y silenciosa ciudadanía.

Quedan apenas 3 años, lo que decidan hacer a partir de hoy marcará nuestro presente inmediato. Los retos son enormes, no lo duden, las capacidades también.

En otras ciudades se tomaron las decisiones necesarias y la valentía política formó parte indivisible de ellas. Los logros conseguidos fueron de una magnitud sorprendentes, que estas ciudades fueran premiadas y posteriormente copiadas a tenor de las metas logradas. Creo que no extrañaron a nadie. Ciudades como París y Pekín la tienen hoy día como referente. Una pequeña ciudad, no muy distinta a la nuestra, logró tal proeza. Un señor hace 20 años pretendió cambiar las cosas y lo logró, se enfrentó a los críticos voraces, al discurso de lo absurdo, a las mentalidades de siempre. “Son pocos los políticos que toman decisiones impopulares pero necesarias y muchos menos los que se niegan a tomar decisiones populares pero innecesarias”, sean estos últimos, sean excepcionales.

Den un paso adelante, no se amilanen, la vida real es efímera, la política lo es aún más. Los resultados de su gestión en la que nuestras vidas a tenor de la velocidad a la que se producen esos cambios, en ese discurso de “Keep Calm” (poco a poco), prometen ser eternos. Piensen. si les vale, que detrás de ustedes no queda nada, solo el abismo.

Dejen de dar palos de ciego, dejen de dar vueltas sin llegar a nada, muéstrennos “capit@n”, aunque solo sea por una vez, el camino a casa.

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