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La Semana

Terminar con nuestra privacidad

2020 tenía 47,3 millones de habitantes, de los que solo 19 millones tienen empleo, y bajando, porque el paro español, que es del 14% actualmente, pasará al 20%, según las más optimistas previsiones. Más del 16% de los españoles empleados lo están en la Administración Pública, dedicados a trabajos en su mayoría necesarios, pero en todos los casos improductivos. Hasta el ex ministro Montoro, tan criticado antes, declara ahora en el diario El Mundo que si él y su política económica se hubieran mantenido España estaría en los primeros puestos de la economía mundial, en vez de ser el desastre económico que ya somos. Son solo algunos datos que demuestran que se agranda en nuestro país la brecha entre el trabajo productivo -el que se intercambia directamente por capital- y el trabajo improductivo -el que se intercambia por ingresos y se orienta al mantenimiento del orden social: gobierno, ministerios y empleados públicos, fuerzas armadas, policías, sistema judicial, estructura financiera y bancaria- y se recrudece la necesidad de recordar que la riqueza solo la genera el trabajo productivo, responsable del mantenimiento de TODOS los trabajadores, así como del capital, que posibilita los empleos. Dicho y repetido de otra manera: solo los empresarios crean puestos de trabajo productivos. Solo así se puede mantener el llamado estado del bienestar. Solo ingresando más de lo que se gasta se puede mantener tanto cualquier economía doméstica como la economía de una ciudad, un país o el mundo entero.

Pero si desde la Administración Pública, desde el Gobierno socialcomunista que padecemos en España, o del Gobierno incapaz de Melilla, se siguen poniendo obstáculos a la libertad, si se sigue actuando/gastando desde el poder politico como si el dinero surgiera de la nada, si el mérito es olvidado a favor del enchufismo, si se pretende controlar todo para que todo dependa del Gran Hermano político, la catástrofe es segura.

Un inteligente ejemplo del mal que significa el intervencionismo público orientado a la dominación de los ciudadanos lo pudimos leer en este periódico el sábado. “Necesitamos el dinero en efectivo”, era el título de la columna de Francisco Bohórquez. “El PSOE propone la desaparición gradual del dinero en efectivo… Es una medida que esconde la intención de la desaparición de la privacidad del ciudadano y su sustitución por el control político total y absoluto… ya que si desaparece el dinero en efectivo, los gobiernos tendrán acceso completo a las transacciones económicas de los agentes económicos, pues todas quedarán registradas”. Vivimos constantemente amenazados y engañados. Utilizan el miedo al corona virus -en gran medida artificialmente amplificado por los medios de comunicación controlados- para intentar convencernos de que el dinero en efectivo, los billetes y monedas, pueden transmitir gérmenes, mientras que las tarjetas de plástico no lo hacen. Pretenden, como bien dice Fran, terminar con nuestra privacidad y sustituirla por el control político total y absoluto.

Por cierto, y hablando de poderes públicos, el, digamos, peculiar presidente de la Ciudad de Melilla, Eduardo de Castro, por fin se ha pronunciado sobre su difundida y ridiculizada rueda de prensa. “No bebí como una cuba”, ha declarado, y esta vez, bebiera alcohol o no, ha dicho la verdad, porque es imposible que una cuba -que es un recipiente que se usa para fermentar el alcohol de cualquier bebida- beba. El dicho es “estar borracho como una cuba”. No sé si De Castro ha convencido a los melillenses de que no estaba borracho como una cuba en aquella rueda de prensa, desde luego lo parecía, pero lo que sí ha quedado demostrado es que también culturalmente De Castro deja mucho que desear.

Frases

Se recrudece la necesidad de recordar que la riqueza solo la genera el trabajo productivo, responsable del mantenimiento de TODOS los trabajadores, así como del capital, que posibilita los empleos

No sé si De Castro ha convencido a los melillenses de que no estaba borracho como una cuba en aquella rueda de prensa, pero sí ha quedado demostrado que también culturalmente deja mucho que desear

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Enrique Bohórquez López-Dóriga

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