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Atril Ciudadano

Pero a César se le olvidó Cleopatra (entre otras muchas cosas)

Lo bueno de ser filóloga y de haber estudiado en un colegio religioso concertado es que te sabes a la perfección de dónde vienen algunos refranes, de los cuales muchas veces repetimos como cacatúas solo la primera mitad, omitiendo lo que sigue, más importante si cabe. Se suele considerar que es el episodio del “Tributo al César”, narrado en tres evangelios canónicos, el que originó la célebre frase “Al César lo que es del César.” Pero a muchos y muchas se les olvida que la sentencia completa es: “Pagad al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios”. Todo esto me lo sé porque en el colegio donde estudié durante doce años teníamos que memorizar pasajes bíblicos. Pero si no me creen, busquen en cualquier Biblia y así lo leerán. La cosa viene, con franqueza, por una salida torera que hizo Cristo para quitarse de encima a un grupo de pesados fariseos que le preguntaban por qué debían pagar tributo (el denario, una moneda de plata) a Roma siendo ellos judíos. La respuesta por la tangente de Cristo era una de sus numerosas explicaciones de menosprecio hacia el supuesto poder terrenal (el César) frente a la verdadera autoridad espiritual. En definitiva, Cristo venía a decir: “Dadle la insignificante monedita al César, que lo que le vais a deber a Dios será mucho más.” Si esto mismo tuviera que decirlo la gran Lola Flores, nuestra faraona, me imagino que sería más o menos así: “Irsus preparando que la chapa plata es ná.”
Estas son las cosas que pasan cuando te quedas con un refrán a medias: que se te da la vuelta y te contradice lo que en un principio pretendías decir. Hay que tener mucha filología en el cuerpo para que un refrán no te lleve al huerto, o mejor aún, a un jardín valenciano (de Valentia Edetanorum, en Romano) y no quedar en rídiculo. En los tiempos de Cristo, el susodicho César era Tiberio, por si no habían caído. En cualquier caso, no entraremos a debatir que el primer César, esto es, Cayo Julio César, fue nombrado “dictator perpetuo”. No hace falta saber mucho latín para entender, aunque se sea de ciencias puras. Siempre nos quedará la Wikipedia. A mí, desde luego, no me gustaría que me comparasen con un César, por lo que significa. Y sabiendo que encima fue traicionado y asesinado por los suyos. “Tu, quoque, Brute!” Detrás de cada César siempre hay un Brutus acechando. Y Brutas.

Se preguntarán a qué viene tanto alarde de pedantería. A veces yo misma me lo pregunto por lo absurdo que es. Y es que hace unos días leí este refrán (bueno, solo la mitad) y la opinión que le seguía -que mejor no comentaré por innecesario-, y tras la lectura, me dije: “Pero, ¿y Cleopatra?” Porque aquí nadie se acuerda ni se quiere acordar de que durante muchos, muchísimos años, a César se le olvidó cumplir con dos leyes orgánicas (una de 2004 y otra de 2007) de obligado cumplimiento en los centros educativos. Lo resumo fácilmente: estas dos leyes obligaban y obligan a tomar importantes decisiones en materia de igualdad y coeducación en los centros educativos, y los centros educativos de Melilla no tenían que ser una excepción. Y si las hordas antifeministas están pensando en este punto de la lectura en asaltarme, les diré que son tres las leyes: porque en la LOMCE, la ley de educación impuesta por el partido que gobernaba en 2013 (el mismo que aprobó después el Pacto de Estado contra la Violencia y el mismo que en nuestra ciudad tenía hasta hace un año una Viceconsejería de la Mujer que, en su magna negligencia, no se molestó en asesorar al César provincial), ratifica, confirma y subscribe las obligaciones citadas en las dos anteriores. Así que, mejor un poco de prudencia para no resbalar más. Y si siguen sin verlo, se lo simplifico: a César se le olvidó la ley, da igual cuál sea. Y un César con este tipo de descuidos no puede ser un buen César. Nunca lo será y no es digno de ser recordado. Lógico que Cleopatra, otra faraona de enjundia, se buscara nuevos y mejores derroteros.

En estos dos últimos cursos se ha intentado paliar tantos años de ausencia y de olvido. Los centros educativos cuentan con profesorado formado, motivado y, encima, elegido por sus consejos escolares, planifican proyectos y perfeccionan planes, ganan premios locales y nacionales, contribuyen a su ciudad y organizan infinitud de actividades. Y todo para cumplir la ley y, sobre todo, para que nuestro alumnado sean cada día mejor. Mejores personas de lo que demostramos ser sus mayores. Disculpen mi pedantería: es fruto de los años de disciplinada educación en un colegio religioso concertado, al que agradezco mi formación básica (al César, ya saben), pero también es fruto de mi propio esfuerzo, de la educación moral inspirada por mi madre y mi padre y de una vocación perpetua (con 42 años sigo estudiando y aprendiendo, y seguiré). Seguiré porque los refranes siempre tienen una segunda mitad y porque siempre hay algo mucho más importante que el César de turno. Y, sobre todo, para no olvidarme de Cleopatra (entre otras muchas cosas).

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