Buscar
Cerrar este cuadro de búsqueda.
Logo de Melilla hoy

MUCHO MÁS QUE SOLO BICI

El increíble Hulk

El efecto de isla de calor urbano o ICU, como si de un ser vivo se tratase, se alimenta de los errores urbanísticos

Muchas son las variables que en el desarrollo de la vida humana no son justamente valoradas al haber estado siempre con nosotros y, en raras ocasiones, ser percibidas en la forma que realmente afectan a nuestro día a día. Y lo que es más importante, a nuestra salud de una forma tan decisiva. No en vano, en estos momentos de zozobra en el que nos encontramos, siento que es mayor aún la necesidad de destacar, fomentar y proteger en nuestro panorama actual este “poder natural transgresor”. Estoy hablando, por supuesto, de la capacidad transformadora y enérgica de la masa verde dentro del entorno urbano y periurbano, de ese “increíble Hulk” menospreciado.
Las cifras que presentaré hoy son incuestionables y creo que expondrán a las claras que este poder verde del que les hablo debe formar parte indivisible de nuestro desarrollo de ciudad, ahora que el nuevo PGOU (Plan General de Ordenación Urbana) está a las puertas.
En la actualidad, el 70% de la población mundial vive en ciudades y para el 2050 se estima que más de 7.000 millones de personas vivirán en entornos urbanos. Eso nos dice a las claras que las ciudades son y seguirán siendo en el futuro, el principal hábitat de nuestra especie, lo cual plantea grandes retos tanto en esta, como en las décadas venideras, ya sea en la forma de tratamiento de residuos, transporte, emisiones, comunicación, empleo, servicios públicos y, lo más importante, la salud pública.
“Cuando las ciudades se planifican y se gestionan bien, pueden ser lugares fantásticos para vivir”. Esta afirmación difícil de vender en la actualidad se ha logrado en algunos entornos urbanos donde, haciendo un trabajo serio y valiente en la promoción de los espacios verdes y azules, han logrado grandes hitos, antes impensables.
Los problemas a los que hoy en gran medida, y que en unos pocos años serán de enorme impacto, nos enfrentaremos. Si tenemos en cuenta las cifras que expone la AEMA (Agencia Europea del Medioambiente), ya sea en forma de inundaciones, contaminación del aire o las “islas de calor urbanas”, convertirán este espacio en el que desarrollamos nuestras vidas en lugares difícilmente asumibles desde un punto de vista biológico.
Para los ciudadanos, el costo de lo anterior se traduce en el deterioro del bienestar, en la merma de la salud, de la biodiversidad, incluso de la propia coherencia. Para el planeta implica un aumento en las emisiones de los gases de efecto invernadero y demás desechos, así como la degradación de los suelos y las vías fluviales. Todos estos avatares que describo tienen parte de la solución en esta propuesta donde prima el sentido común, en la que estos corredores naturales dentro de las zonas urbanas y periurbanas logran, con una planificación adecuada en nuestro entorno urbano actual, la transformación necesaria.
Logros como regular el clima, almacenar el carbono, eliminar los agentes contaminantes del aire, reducir el riesgo de que se produzcan inundaciones, colaborar en la seguridad alimentaria, del agua y la energía, así como mejorar la salud física y mental de los ciudadanos, son necesidades incuestionables actualmente. Los bosques realzan la apariencia de las ciudades y desempeñan funciones importantes en la cohesión social, e incluso pueden reducir la delincuencia.
“Existe evidencia de una relación inversa entre la cubierta de las copas de los árboles y las tasas de criminalidad”.

Isla de calor urbana
Uno de los problemas a los que nos enfrentamos es el denominado como efecto de “isla de calor urbana” (ICU), el cual es un fenómeno de origen térmico que se produce en áreas urbanas y que consiste en que existe una temperatura diferente, que tiende a ser más elevada por la noche, en el centro de las ciudades, donde se suele producir una edificación masiva.
Los expertos atribuyen este fenómeno a diversos factores, entre ellos: los sistemas de refrigeración, los coches, las luces, y los materiales que se utilizan para construir las ciudades donde el asfalto y el cemento son elementos “destacables”. Por la noche, estos materiales desprenden lentamente calor que captan durante el día, lo que aumenta las temperaturas nocturnas, algo que no ocurre en las áreas rurales donde abunda la tierra, que tiene la capacidad de perder calor más rápidamente.
Sirvan como ejemplo los 10 grados de diferencia de temperatura entre el centro de Valencia y las afueras, donde el gran número de huertas que rodean la ciudad, con suelo que se enfría de manera eficaz en noches calmadas y rasas o en Madrid, donde la diferencia entre zonas podía llegar a 6 grados, según su “calidad constructiva”.
Queda claro que las ciudades que “abusan” del uso de materiales artificiales no son capaces de disipar la energía recibida en forma de calor y, “gracias” a un diseño nada natural, ni biológico (recordemos que en ella habitan seres vivos que no han formado nunca parte, de estas propuestas tan agresivas, con su propia naturaleza), han sido transformadas con el devenir de las décadas en una especie de roca caliente, siendo el hormigón el perfecto aliado de esta exacta fórmula termodinámica. Las personas que la habitan luchan por sobrevivir a costa del consumo de una enorme cantidad de energía (la vida no se puede desarrollar en un entorno, a 40 grados); los sistemas de aislamiento y los diseños urbanísticos más variopintos se han convertido en una fórmula perfecta que perpetua ese círculo vicioso, a saber: más calor, más consumo, más GEI, más crisis climática, más calor. Solo una disrupción de este modelo urbano logrará implantar una solución verde y coherente.

Infraestructura verde
En los últimos años, algunas ciudades han comenzado a cambiar hacia un modelo de desarrollo urbano más verde y sostenible. Estas ciudades “disruptoras” están invirtiendo en bosques, humedales y otros espacios verdes, donde el término “infraestructura verde” se utiliza para abordar problemas urbanos con soluciones de ingeniería que no deben de involucrar concreto, asfalto y acero, pues son precursores de cambio climático tanto en su desarrollo y elaboración como en su implantación.
Planificada adecuadamente, esta infraestructura verde será más barata de establecer y mantener que las clásicas soluciones de ingeniería, pues realizan funciones similares, generando ingresos, empleos y aumenta la calidad de los entornos urbanos.
Los resultados pueden ser impresionantes. A menudo subestimados que los árboles pueden ser herramientas poderosas para abordar muchos desafíos urbanos modernos, al tiempo que aumenta el bienestar de la comunidad.
Los árboles mejoran la calidad del aire al eliminar los contaminantes del aire, puesto que además de sombrear carreteras, calles y edificios, los árboles enfrían las ciudades, reduciendo así el consumo de energía y ahorrando dinero. Otro proceso intrínseco de este valor de lo natural es la captación de partículas contaminantes de distinta naturaleza, al proporcionar, según sea la especie por tamaño y ese diseño verde del que hablamos, la posibilidad de retener o disipar dichas partículas tan nocivas para la salud, además de funcionar como pantallas acústicas según sea el caso.
Muchas especies arbóreas producen productos comestibles, lo que contribuye a la seguridad alimentaria y la nutrición urbana. Plantar árboles en espacios públicos y jardines puede aumentar el atractivo estético de los vecindarios y el valor económico de las casas y propiedades. ¿Quién, alguna vez, no ha echado en falta en un determinado momento una zona verde o una sombra, ya sea en ese paseo espontáneo o en esa charleta vecinal? ¿Quién no ha buscado el cobijo natural de esa “sombra amiga”?
Aunque cada árbol contribuye a la calidad de vida de la ciudad, la integración de árboles y bosques en redes de espacios verdes maximizará beneficios. Por ejemplo, los bosques urbanos y periurbanos adecuadamente planificados y gestionados ayudan a regular los flujos de agua en las ciudades al interceptar y absorber la lluvia; crear un ambiente favorable para animales y plantas, contribuyendo así a la conservación de la biodiversidad; y proporcionar espacios para el ejercicio físico y la recreación, aumentando así el bienestar, la cohesión social y la salud de las comunidades urbanas.
Los bosques bien gestionados en el interior de la ciudad aseguran el suministro de agua de buena calidad a los habitantes urbanos y evitan la erosión y la degradación de la tierra. La Asociación de Colaboración en Bosques propuso que el tema para El Día Internacional de los Bosques de 2018 sería «Bosques y ciudades sostenibles». Para marcar esta ocasión y promover la adopción generalizada de estrategias «verdes» para hacer frente a los desafíos urbanos, la FAO invitó a los alcaldes de 15 ciudades de diferentes tamaños de diversas regiones de todo el mundo para presentar sus experiencias con árboles y bosques y para mostrar cómo esta infraestructura verde ha ayudado a abordar los desafíos urbanos.
“Invertir en soluciones verdes puede pagar dividendos al tiempo que aumenta la resiliencia y la habitabilidad de los entornos urbanos. Es necesario replicar, adaptar y ampliar las estrategias ecológicas hacia ciudades sostenibles. En este contexto, la FAO continuará apoyando a sus países miembros con conocimientos, desarrollo de capacidades y asesoramiento técnico sobre cómo hacer que sus ciudades sean lugares más verdes, saludables y felices” (Bonnie Jacobs).
En la zona metropolitana de Aburrá se estimó que los árboles urbanos el equivalente a las emisiones anuales de un promedio de 1.428 automóviles con motores a base de petróleo, gracias al ahorro en enfriamiento eléctrico y la captación de CO2. En Medellín, los árboles urbanos y periurbanos de gran tamaño representan solamente el 1,33% de la población total de árboles, pero captan más del 25% del carbono que se emite anualmente en la ciudad y eliminan casi 10 toneladas de partículas de contaminación.
La investigación sobre los beneficios culturales y económicos de los bosques urbanos y periurbanos demuestra que el 80% de los residentes de Bogotá, Cali y Pereira están interesados en interactuar con la naturaleza. Los residentes de Bogotá también perciben que los bosques urbanos prestan otros servicios positivos, como el resguardo del sol y la regulación de la temperatura.
Se encontró una relación positiva considerable entre la presencia de bosques urbanos y la reducción de los robos, lo que sugiere que los precursores psicológicos de las conductas violentas, como la fatiga mental, podrían ser menores en las poblaciones urbanas que tienen un mayor contacto con la naturaleza.
Para proteger el planeta, la mitad de la tierra debe mantenerse en estado natural.
“Un nuevo estudio determina que la conservación de tierras debe duplicarse para 2030 si queremos evitar el peligroso calentamiento y el desmoronamiento de los ecosistemas”.
A fin de lograr ciudades sostenibles y resistentes, es necesario comprender los contextos en que se producen estas dinámicas urbanas. Los bosques urbanos y periurbanos no tendrán éxito si simplemente se copia lo que se está haciendo en otras ciudades. Los planes y la gestión deberán ajustarse de acuerdo con las necesidades de cada ciudad en particular, según lo determinen sus contextos biofísicos y los valores y preferencias de sus comunidades. La planificación de los bosques urbanos y periurbanos que contribuye a la sostenibilidad y resiliencia de las ciudades requiere de un enfoque multidisciplinario en el que urbanistas, diseñadores, arquitectos paisajistas, técnicos forestales urbanos, ingenieros, administradores de parques y comunidades trabajen juntos para desarrollar políticas, regímenes de gestión y disposiciones eficaces. Los beneficios de esta propuesta son incuestionables, su capacidad transformadora única, dejemos que “el poder verde” transforme nuestras ciudades y, lo que es más importante: nuestras vidas.

Loading

Más información

Scroll al inicio

¿Todavía no eres Premium?

Disfruta de todas
las ventajas de ser
Premium por 1€