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LA SEMANA

¿Nuestros Reyes en Melilla?

A los pueblos no les gusta pagar más impuestos. Ahora la parte socialcomunista del Gobierno -desgraciadamente predominante, de momento- pretende imponer, y probablemente impondrá, un nuevo hachazo fiscal Subir los impuestos puede ser, según las circunstancias, algo aconsejable o todo lo contrario, un suicidio económico y político. Leo algo de lo mucho que se ha escrito sobre el papel, el rol, que las subidas de impuestos tuvieron en, por ejemplo, dos de las revoluciones más importantes de la historia, la norteamericana de 1773 y la francesa de 1789.
La norteamericana, conocida como el Motín del Té, empezó con un estallido de violencia, en Boston, por las altas y constantemente crecientes tasas e impuestos que Londres, para financiar sus guerras y su costosa burocracia, imponía a sus colonias americanas. El asunto terminó, como se sabe, con la Independencia de los Estados Unidos, país que más tarde sustituyó -con impuestos bajos y sector privado poderoso- a su antigua metrópoli británica como primera potencia mundial. La revolución francesa fue un episodio más de la presión fiscal sobre las clases económicamente más dinámicas, la burguesía en aquél caso, en ese tiempo conocida como el Tercer Estado (los otros dos eran la nobleza y el clero). Terminó con muchos guillotinados, como también se sabe. Conclusión: a los pueblos no les gusta pagar más impuestos.
Ahora la parte socialcomunista del Gobierno -desgraciadamente predominante, de momento- pretende imponer, y probablemente impondrá, un nuevo hachazo fiscal. A los ricos, declaran populista y falsamente. A la clase económicamente más numerosa y dinámica, la clase media, en realidad. Francisco Bohórquez lo explicaba muy bien en su columna del sábado: “En España no llegan a 7.000 las personas que son consideradas como grandes patrimonios y subiéndole los impuestos a esa pequeña parte de la población es imposible cubrir ni una ínfima parte de los más de 100.000 millones de euros de déficit público… (se olvida que) es el sector público el que existe gracias al trabajo del sector privado y con la subida de impuestos se intenta mantener al sector público a costa del privado, sin entender que cuando el sector privado se reduzca, el sector público caerá, es decir, nos cargamos ambos sectores”
¿Nuestros Reyes en Melilla? Que eso pueda depender del Marruecos oficial es vergonzoso. Estoy convencido de que los Reyes querrían venir, pero es nuestro Gobierno el que decide. ¿O el Gobierno marroquí? La repuesta la tendremos pronto con los hechos: si vienen o si no vienen a Melilla, y Ceuta, nuestros (no los de Marruecos) Reyes.
El deporte melillense va por muy mal camino con este consejero, Rachid Bussian, al frente. En el fútbol local, el presidente de la UD Melilla, a pesar de lo que dijo, ya se ha rendido, y el entrenador del equipo será el que Bussian y su partido quieren, en vez de lo que quería el presidente, Luisma Rincón: mantener al hasta ahora entrenador, marido de la delegada del Gobierno, Sabrina Moh, por cierto. En el golf local es imposible llevar peor la gestión pública del campo, ni ponerla en peores manos que las de un tipo tan demostradamente inútil y contraproducente para esa gestión como Ignacio Suárez.

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Enrique Bohórquez López-Dóriga

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