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Columna Abierta

La pala y el revólver (A Ennio Morricone, in memoriam)

Tengo una buena amiga a la que tengo muchas ganas de decirle: “Nena, ser fuerte no es suficiente.” Esta frase la dice Clint Eastwood en Million Dollar Baby (2004). Me encanta Clint Eastwood. Es mi debilidad. Mi placer culpable. A pesar de su ideología política (aún tengo fe en que una mañana se despierte, vea la luz y dé un giro copernicano a su vida), Clint Eastwood es mi amor platónico desde que era muy pequeña, cuando en casa disfrutábamos de “una peli del oeste” (entonces se llamaban así, “pelis del oeste”, sin necesidad de extranjerismos “cools”) o “una de indios”, como decía mi madre, aunque no saliera ni un solo nativo norteamericano. En mi casa, ahora, seguimos siendo muy de Clint (y de Jason Statham también, que no todo va a ser estudiar). Pero al grano que me pierdo. Para que me entienda la juventud de hoy y no se diga que discrimino: Clint Eastwood es mi “crush”. Y lo es no por haber sido poseedor de una belleza física que te cortaba el hipo, sino por la sensación de entereza que transmitía en sus mejores papeles y en esas frases que habría que decorar con coronas de laurel, como a Dante y Petrarca (aunque también, lo confieso, por esa belleza física que te cortaba el hipo y lo que hiciera falta). Era esa sensación de fuerza, seguridad, confianza, firmeza, integridad (de integrum, “entero”, en el latín del César); una sensación solo posible en la luminosa ficción y tan anhelada en la grisácea realidad. Clint era y es un símbolo para mí. Tal vez se deba a su altura, o a esa forma de apretar el cigarrillo, o a esos ojos meduseos o a esa mandíbula semibarbada (las barbas son también mi debilidad, por si no lo sabían). Y las frases. Las frases.

Las frases que Clint ha pronunciado en la gran pantalla deberían tomarse como grandes lecciones vitales y desde aquí propongo a la Ministra de Educación que sean incluidas en los libros de texto (teniendo en cuenta algunas decisiones de los últimos tiempos, a lo mejor la idea cuaja y hasta me dan un premio). Ahora que el gran Ennio Morricone nos ha dejado, sin posibilidad de una banda sonora épica en medio de esta incertidumbre pospandémica, me es inevitable recordar una frase que otro grande, Sergio Leone, puso en labios de Clint en el mejor western -perdón, peli del oeste- de la historia, El bueno, el feo y el malo (1966). La frase es esta, seguro que ya la conocen: “El mundo se divide en dos categorías: los que tienen un revólver cargado y los que cavan”. Se la dice Clint-Rubio a Tuco, el feo. Y al feo le toca cavar porque Rubio, el bueno, es quien tiene el revólver. No hay nada más filosófico, admítanlo. Porque en esta vida y, sobre todo, en el mundo político y en la esfera mediática, más te vale tener un buen revólver o, de lo contrario, ya puedes empezar a hincar la pala en tierra.

El problema viene cuando algunos (y algunas) mezclan las categorías o no las distinguen bien, y van tontamente por la vida creyéndose ser héroes cuando en realidad son feos malhechores (y feas); o se piensan que tienen una lengua Magnum 44 y el estilazo de Harry Callahan en plenos y ruedas de prensa, cuando en realidad apuntan con una zanahoria y “hablan casi fregona de estropajo” (vid. Francisco de Quevedo); incluso hay uno que todas las mañanas necesitará recitarse varias veces delante del espejo “Mastico alambre de espino y meo napalm” antes de salir a las calles, porque en realidad la autoestima la tiene donde la espalda pierde su digno nombre. Sin embargo, en el fondo, toda esta gente a la que llaman “la oposición”, como si fuese un ente abstracto y homogéneo (a mí me suena a Limbo fantasmagórico), lo que tiene es un pánico gigantesco a que algún Sargento de Hierro (1986) les diga: “Puedes tirarme al suelo, incluso escupirme y mearme. Pero, por favor, no me aburras.”
Y así está el panorama: la estirpe política melillense se cree que nuestro bendito ayuntamiento es como el Cementerio Sad Hill, donde Leone rodó el célebre “trielo”, es decir, el duelo a tres para la película final de su trilogía del dólar. Pero aquí, con otros protagonistas: el Gobierno, la Oposición y el Grupo Ni Fu Ni Fa (por favor, no busquen correspondencia con el título de la peli original). Desde luego, aquí en Melilla, Leone y Morricone hubieran encontrado más inspiración que en el Desierto de Tabernas. Una oportunidad de oro que ha perdido Turismo.

Ahora bien, ¿quiénes tienen la pistola y quiénes la pala? Y, además, ¿acaso importa? Porque una buena pala silenciosa de certero y tajante golpe quizá sea más poderosa que un revólver con pólvora mojada en las manos sudorosas de un miope total. Tal vez estoy preguntando demasiado y me merezco que Clint me recuerde lo que ya dijo en El Principiante (1990): “Si quieres una garantía, cómprate una tostadora.” Porque con un partido en la oposición que, incluso cuando gobernaba ya se comportaba como oposición (un gravísimo problema de identidad) y que dispara perdigones al cielo porque no parece gustarle mucho eso de sudar mientras se cava, y con un gobierno con demasiado recelo a la hora de sacar la artillería pesada (que la tiene y de la buena), pero que a veces comete errores de principiante, yo no me aventuraría a señalar dónde está la pistola y dónde está la pala.

Imagino que esto es a lo que se refieren cuando me mencionan lo del “juego político”. Claro que no es lo mismo saltar a la comba que echar una partida de ajedrez. Es cuestión de tener categoría (que no categorías). Cosas de los “cargos”, que ya la palabra de por sí lo dice todo. Se puede tener un currículum impecable,

denso, labrado en años y sudor; se puede alardear de ser reconocido por medio mundo (aunque en realidad sea solo por media Andalucía); se puede tener una red potente de contactos, fuertemente alicatada por amigachos y parentela de oportuna ubicación política; se puede uno creer que es influyente por el mero hecho de escupir una ponzoñosa opinión (que ya lo dijo Clint-Harry, “las opiniones son como los culos: todo el mundo tiene uno”); se puede haber simplemente nacido con buena estrella, militar en las Juventudes de X (ponga en la X lo que quiera) y poco más.

Pero ninguna de estas condiciones te hará la persona más idónea para el cargo. Aunque el cargo sea en “la oposición”. Hacen falta tres cosas que casi brillan por su ausencia en nuestro Ayuntamiento-Sad Hill: valor, virtud y voluntad (sí, las tres con “V”). He escrito “casi”. Tengo una buena amiga que creo que es la persona más válida y con mayor voluntad y mejor virtud para querer hacer las cosas bien ahora mismo en la actual tramoya política autóctona. A ella, que reúne afortunadamente las tres “V”, tengo muchas ganas de decirle lo mismo que le dijo Clint a una boxeadora de película: “Nena, ser fuerte no es suficiente.” No, no es suficiente con ser fuerte, amiga, ni siquiera es suficiente armarte con una pala y un revólver. Esto es lo que piensa “la oposición”, que deambula por el Limbo, mezcla y confunde las categorías y se piensa que la vida es una peli del oeste. A ti no te hacen falta. Es mucho mejor que tú sigas siendo y sigas haciendo como eres y como haces, porque lo haces bien y eres buena haciéndolo. Tú no necesitas ni pala ni revólver. Y eso, como diría Clint, te alegrará el día.

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