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Ni los rebrotes frenan la imprudencia

España y buena parte de los países del mundo están dando pasos atrás en el control de la pandemia del coronavirus, los temidos rebrotes que en Melilla aún, por fortuna, nos son ajenos, pero podría ser cuestión de tiempo que también los suframos si se mantienen las imprudencias que vemos prácticamente a diario en nuestras calles España y buena parte de los países del mundo están dando pasos atrás en el control de la pandemia del coronavirus, los temidos rebrotes que en Melilla aún, por fortuna, nos son ajenos, pero podría ser cuestión de tiempo que también los suframos si se mantienen las imprudencias que vemos prácticamente a diario en nuestras calles.
Resulta hasta doloroso comprobar que muchos se han olvidado tan pronto de las dimensiones de esta pandemia observando reiterados incumplimientos de las normas sanitarias, algunos, quizá, por despiste, pero la mayoría debidos, sobre todo, a la picaresca y el egoísmo. Todo ello después del gran esfuerzo que hemos hecho, con un estado de alarma de más de tres meses y un duro confinamiento en casa que eran necesarios, pero que han tenido graves consecuencias para nuestra economía y otros ámbitos de la vida.
Hace falta que todos tengamos ese esfuerzo muy presente a la hora de afrontar con responsabilidad esta nueva normalidad en la que nos encontramos desde hace poco menos de un mes. Es cuestión de lógica: podemos seguir durante mucho tiempo más con la pandemia si olvidamos el importante sacrificio realizado, que ha conllevado una restricción de nuestras libertades, además de pérdidas económicas y de puestos de trabajo y empresas para una gran parte de la población.
El virus sigue en la calle. Eso es algo que nadie debe olvidar. Cada vez que salimos a la calle hay riesgo de sufrir un contagio, que puede acarrarnos importantes problemas de salud a nosotros, a nuestros seres queridos y al resto de la población, además de un colapso de nuestro sistema sanitario. Nadie quiere volver a eso. Por lo tanto, lo que toca es cumplir a rajatabla las medidas, que no son tan difíciles de cumplir, y que algunas ya van tomando el cariz obligatorio por la “relajación” por parte de la ciudadanía de la que hablaba ayer el consejero de Salud Pública, Mohamed Mohand. Desde el lunes, la mascarilla será obligatoria porque hay quienes salen a la calle sin ella, seguramente sin importarle la desprotección a la que somete a todo aquel con el que se cruce, incluidos sus seres queridos.
Parece como si quisiéramos dar un paso atrás en la privilegiada, entre comillas, situación epidemiológica que vivimos en Melilla en comparación con el resto del territorio nacional. Lo pedía ayer Mohand: responsabilidad es lo que necesitamos si no queremos sufrir un rebrote. Pero en esta ciudad tan pequeña, donde el camino podría ser mucho más fácil si todos cumpliéramos, asistimos a todo lo contrario. Quizá las sanciones por incumplimiento deberían haberse empezado a aplicar antes porque está claro que solo aprendemos a base de palos, es decir, tocándonos el bolsillo o sufriendo muy de cerca el golpe de la pandemia.

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