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Carta del Editor

La Alegoría del mal gobierno

En la famosa Piazza del Campo, en el corazón de la italiana ciudad de Siena, se halla el Palazzo Pubblico, que fue el corazón de la ciudad, en una de cuyas salas, la “sala del nove”, se reunían los nueve cónsules que, con mandatos muy cortos, gobernaban la ciudad, a principios del siglo XIV. En la sala hay tres frescos extraordinarios de Ambrogio Lorenzzetti, dos dedicados a la “Alegoría del buen gobierno” y el tercero a la “Alegoría del mal gobierno”. Este fresco, a diferencia de los anteriores, lo domina una figura con colmillos y cuernos llamada Tiranía (o Despotismo). A sus pies vemos a la Justicia encadenada. Volando encontramos, en vez de virtudes como la Magnanimidad y la Fortaleza, la Vanagloria, la Traición, la Crueldad, el Fraude y el Tumulto; en vez de la Paz, la Guerra y, colocada junto a ella, la División, que parte en dos a la comunidad y provoca la guerra. En la parte posterior del fresco se ven las consecuencias económicas de la Tiranía: la ciudad está desolada, no hay actividad económica ni comercio, el destrozo y la pobreza en los campos abandonados, casas derruidas y árboles marchitos. ¿Se parece lo que se ve en este fresco a la situación actual de nuestra España y, aún más, de nuestra Melilla? La respuesta me parece obvia.

Nuestro Editorial del martes, ¡Melillenses, romped las cadenas!, indica el único camino que podemos y debemos seguir para terminar con esta insoportable situación: romper las cadenas con las que nos domina un gobierno despótico en el que predominan la vanagloria, la crueldad, el fraude, la traición, el tumulto y la división, que parte en dos (mezclando religión y política) a nuestra ciudad, acercándola a la guerra, que deja a Melilla casi sin actividad económica y comercial, en un marco de ciudad sucia, empobrecida, sin futuro.

Fue Aomar Duddú el que, hace poco más de 35 años -casi coincidiendo con el nacimiento de este periódico- popularizó la frase “romped las cadenas”, aplicada entonces al colectivo musulmán melillense y los derechos de muchos de ellos, según la ley española, de ser españoles. Es Duddú el que ahora clama contra la mezcla de religión y política, desgraciadamente dominante hoy entre los líderes -o el líder- del partido con más peso en el gobierno melillense.
“No es esto, no es esto” escribió Ortega y Gasset, uno de los considerados como padres de la II República, desilusionado por lo que estaba ocurriendo en aquellos años que terminaron con una guerra civil. Me sumo al “no es esto, no es esto”, aplicado al caso del gobierno de nuestra ciudad, que apareció en mayo de 2019 con el bienvenido marchamo del cambio, del que yo fui uno de los mayores defensores, pero cuyos hechos han sido un auténtico desastre sin paliativos y, como se está comprobando, sin solución, salvo la de que una moción de censura termine con esta coalición de gobierno imposible presidido por el peor valorado presidente de la historia de Melilla y probablemente de la larga historia de la humanidad.

El problema, como bien comentaba José Megías en su artículo de ayer, es que en el PSOE -un partido casi residual en nuestra ciudad que, si sigue así, terminará por ser absolutamente residual- su secretaria general melillense, Gloria Rojas, se muestra incapaz de tomar decisiones, parece vivir satisfecha en la indefinición y “il dolce far niente”, lo dulce de hacer nada italiano, una postura personal que podría entenderse -así es la naturaleza de muchos humanos- si no fuera porque Melilla no puede, literalmente no puede, seguir soportando esta situación política, de la que Gloria Rojas es partícipe. Aquí no se trata de repartirse algo, porque dentro de poco no va a haber nada que repartir, nada que adjudicar, nadie a quién colocar, excepto que todos los melillenses seamos marroquíes y juremos fidelidad a su jefe político y religioso. ¿Es esa la Melilla que queremos, Sra. Rojas, Sr. Aberchán? Pues a esa vamos abocados, si continuamos con el gobierno actual.

Posdata
Resulta lamentable y desolador lo que está ocurriendo con la Comisión Islámica de Melilla, un ejemplo más de la perniciosa mezcla de la religión con la política. Resulta entre patético y risible contemplar los vídeos de hace un par de años de algunos/as de los que ahora están gobernando la ciudad, entonces crispados, amenazantes, “encadenados”, porque se ponían pegas al paso de los borregos marroquíes, lo que consideraban un ataque al Islam, a la comunidad musulmana de Melilla, a sus creencias más profundas, etc. Hoy, este fin de semana con la Fiesta del Sacrificio, no habrá borregos marroquíes, habrá lo que llamaban “manolos”, y el silencio de los antaño vociferantes y amenazantes, hoy gobernantes, es atronador.

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