El diputado por Melilla, Fernando Gutiérrez Díaz de Otazu, ha hecho público un vídeo con ese interrogante, ¿Qué aplauden?, referido al aplauso que todos- sin excepción alguna- los diputados del PSOE, más todos los ministros del Gobierno -que son muchísimos- le dedicaron a su amado líder, que, por lo visto, no tuvo bastante con el corrillo triunfal que le endosaron, días antes, sus vicepresidentes -también muchos- y demás miembros del Gobierno. Pedro Sánchez no es como los generales victoriosos romanos a los que, cuando desfilaban por Roma, les colocaban detrás un siervo con el cartel de “memento mori”, recuerda que morirás, recordándole las limitaciones de la naturaleza humana y advirtiéndole contra la soberbia y el abuso de poder.
¿Aplauden, se preguntaban en el video, por los más de un millón de parados nuevos, por los nueve millones de españoles que no pueden trabajar, por la catástrofe diplomática que ha contribuido al hundimiento de nuestro turismo, por las 150.000 familias que todavía no han cobrado el ERTE, por los rebrotes del coronavirus en toda España, por los 46.000 muertos por la pandemia en nuestro país, por nuestro récord de hundimiento económico?
No parece que sea por eso. Es posible que aplaudieran tanto y con tanta frecuencia y uniformidad -similar a la de los coreanos del Norte con el no menos amado líder, Kim Jong-un- porque quieren seguir yendo en las listas, manteniendo sus ingresos y cosas así. ¡El que no aplauda, no sale en la lista! y vaya si aplaudieron, todos, sin discrepancia alguna, como buenos demócratas sociocomunistas. Todos, incluido el 50% de los diputados socialistas que, por acuerdo del Congreso y para evitar riesgos de contagio, no deberían haber ido -como hicieron los de los demás partidos- al Congreso ese día. Donde haya sumisión, que se quite la infección, podría ser la moraleja progre adecuada.
Sobre la ya prácticamente imposible visita motivada por el coronavirus, que ya se ha dado por terminada en España, de nuestros Reyes a Melilla y Ceuta, la Asamblea ceutí acordó el miércoles, por unanimidad, “instar” -a petición del PSOE, en vez de “exigir”, como decía el documento inicial- al Gobierno de Pedro Sánchez para que su ciudad “sea incluida en la ronda de visitas que el Rey Felipe VI está llevando a cabo por todas las Comunidades Autónomas para agradecer el comportamiento observado durante la crisis sanitaria”. Ha sido el portavoz del partido Caballas, Mohamed Ali, el que inició la petición y el que la llevó a la Asamblea ceutí, lamentando que “quien haya cometido el error de no acordarse de Ceuta (y Melilla), como suele ser habitual, ha puesto al Gobierno entre la espada y la pared, porque reconocer públicamente que ambas ciudades no se incluyen en el ‘toda España’ es la constatación de una claudicación ante Marruecos que no se puede permitir”. La portavoz de otro partido ceutí, Fatima Hamed, del MDyC, tildó de ‘entreguistas’ a todos los inquilinos de la Moncloa.
Tras alabar, y envidiar, la decisión unánime del gobierno ceutí, la pregunta inevitable es por qué no ha hecho lo mismo el gobierno melillense y, muy especialmente, por qué el único partido local que Melilla tiene, CpM, no ha tomado, como ha hecho Caballas vía Mohamed Alí, la iniciativa de defender la españolidad de Melilla contra Marruecos, matizando que no es que “alguien haya cometido el error de no acordarse de Ceuta y Melilla”, sino que es el Gobierno español el responsable de esa decisión impuesta a nuestro Rey, quien, más que muy probablemente, hubiera deseado venir. Y, como decía en mi Carta del Editor del pasado jueves denunciando la marroquinización de nuestra ciudad, no creo que esta actitud de CpM sea un descuido, sino una actitud derivada de un temor a Marruecos por razonamientos espurios e intereses personales de algunos de sus dirigentes, no de la mayoría de sus simpatizantes y votantes, que explícitamente prefieren seguir siendo españoles, no marroquíes, y que no poseen/usan/usaron la ilegal, para España y sus leyes, doble nacionalidad. Se podrían aducir razones de buena relación con los vecinos, que es una política sabia, pero es imposible no tener en cuenta que oficialmente el reino de Marruecos insiste en que España se vaya de Ceuta, Melilla y la Islas Adyacentes y que, para Marruecos, todo español de procedencia y apellido de origen marroquí es, quiera o no, marroquí. La diferencia es que algunos manifiestan explícita e implícitamente que no quieren serlo -Abdelkader Mohamed Ali, por ejemplo y por citar un solo caso notorio, entre otros muchos- y otros callan o no contestan cuando se les pregunta si, además de españoles, son también marroquíes.
Empresarios, la pieza fundamental, y única, sobre la que se puede crear empleo productivo en cualquier sitio, Melilla incluida, naturalmente. Aquí han sido, y siguen siendo, en general maltratados, realmente despreciados y manipulados por el Leviatán despótico y omnipresente gubernamental. Ahora la discutida Plataforma de Empresarios va a desaparecer, -como el paso de mercancías por las fronteras- una vez que la cúpula de la misma se ha hecho con el control de la oficialista Confederación de Empresarios de Melilla (CEME). Pero si los empresarios de la CEME no se quitan las cadenas con las que el gobierno les ata, si no abandonan los miedos y la sumisión como norma, la economía melillense seguirá siendo paupérrima y el paro altísimo, porque, aunque algunos lo crean y lo pretendan, no todos los melillenses pueden ser colocados en algún cargo público ni eternamente mantenidos por la caridad y el interés partidista de los políticos gobernantes.
Posdata
Cuando casi termino de escribir esta Carta está a punto de empezar la Conferencia -que finalmente ha sido un monólogo publicitario y plagado de errores y mentiras de Pedro Sánchez- del Gobierno nacional con los presidentes autonómicos, incluidos los presidentes de Ceuta y Melilla (que no son autonomías) y excluidos, por decisión propia y esperada, los del País Vasco (que finalmente sí asistió, tras imponer su criterio de unos acuerdos previos con él) y Cataluña -socios y mantenedores del Gobierno de Pedro Sánchez. Miedo da, a los melillenses, la intervención y la impresión que causa Eduardo de Castro.
