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CARTA DEL EDITOR

Los déspotas, como el funcionario Sergio Rodríguez, no nos van a eliminar

Una de las múltiples personas que nos han felicitado por el resultado del último ataque del funcionario público Sergio Rodríguez: “Enrique, enhorabuena!!!.Bienvenido al club de los injustamente acusados pero justamente absueltos”
La Magistrada Titular del Juzgado de lo Penal nº 2 de Melilla, María del Valle Cortés-Bretón, ha absuelto al Editor de este periódico, a mí, al Director, Mustafa Hamed Hassan, y a la entidad Prensa de Melilla, de los presuntos delitos de calumnias e injurias de los que nos había acusado, sorprendentemente ‘de oficio’, la Fiscalía, querella a la que se sumó como Acusación Particular el ahora comandante de la Guardia Civil, Sergio Rodríguez Martínez, que reclamaba, además una indemnización de 300.000 euros, que rebajó a 200.000, con una oferta indignante hecha momentos antes del inicio del juicio, si nos declarábamos culpables y, pagándole, completábamos así su sueldo. Él -que causó un daño irreparable a infinidad de melillenses inocentes, real y judicialmente inocentes -nosotros entre ellos-, que casi paralizó la burocracia de Melilla, que consideraba corrupto a casi todo aquel que tomaba una decisión- se presentó en el juicio como una víctima dañada por una especie de monstruo malvado, nuestro martirizado -entre otros por él- periódico local. La visión apocalíptica del torturador acusando a los torturados, por quejarse de lo que les había hecho, no se separa mucho de lo que vimos y sentimos Mustafa Hamed y yo durante el juicio, oyendo a la fiscal, a la abogada acusadora y al excapitán, acusador siempre fallido, por cierto, pero muy puesto, durante el juicio, en su nuevo papel de mosquita muerta, responsable de nada.

La Magistrada añadió, en su sentencia: “El derecho a la crítica pública se integra en el derecho a la libertad de expresión y de información que contempla el artículo 20 de la Constitución y cuyo valor preponderante se ha encargado de recordar en numerosas ocasiones el Tribunal Constitucional y el Tribunal Supremo”. La Magistrada concluye con un párrafo muy claro: “Ningún servidor público o persona con actividad de relevancia mediática está exento de ser sometido a críticas o comentarios por las actuaciones en el ejercicio de su cargo, ya sea el propio agente que acusa en autos, el gobierno o políticos en el ejercicio de su actividad, o incluso esta Magistrada por la redacción de sus resoluciones”.

El “agente que acusa en autos” al que se refiere la Magistrada es, en este caso, ese Sergio Rodríguez, que debería haber sido un “servidor público”, alguien que cobraba y ostentaba poderes para eso, para servir al público, no para servirse de él intentando “hacer carrera”. El colofón de su nefasto paso público por Melilla ha sido esta querella contra el periódico de la ciudad, MELILLA HOY, y los que lo dirigimos, tasando su honor primero en 300.000 euros, después en “solo” 200.000, acusándonos de “todos los delitos del Código Penal”, intentando -tras fracasar también con lo del que llamó “caso Campo de Golf”- amedrentarnos, callarnos, matarnos civilmente.

Lo de la sentencia conocida el jueves es un canto a la libertad y a la democracia, un espaldarazo al “sí se puede” desafiar al Leviatán público. Lo define muy bien una de las múltiples personas que nos han felicitado por el resultado del último ataque del funcionario público Sergio Rodríguez: “Enrique, enhorabuena!!!.Bienvenido al club de los injustamente acusados pero justamente absueltos”.

Desde el principio, ya lejano, de este caso una pregunta sin respuesta me ha martirizado continuamente: ¿cómo es posible que haya sido la fiscalía -o alguna fiscal- la que nos haya denunciado ‘de oficio’? Soy consciente del daño que el corporativismo mal entendido, exagerado y mal llevado ha causado históricamente a nuestra España. Según el diccionario de la RAE, el corporativismo tiene un doble significado: ‘grupo o sector profesional’ y el de ‘actitud de defensa a ultranza de la solidaridad interna y los intereses de sus miembros’. Pero, según otras acepciones más pragmáticas, más bien es una ‘tendencia grupal a defender a toda costa sus intereses, sin tener en cuenta ni la justicia, ni las implicaciones o perjuicios que pueden causar a terceros’. Me parece que es esta última acepción, disfrazando con el escudo del grupo intereses personales, la que mejor define lo que la fiscalía de Melilla, o alguna fiscal amiga corporativista del funcionario Sergio Rodríguez, promovió e hizo. Sin tener en cuenta, por cierto, que muchas de las denuncias contra “el capitán Sergio” que nuestro periódico publicó provenían de otros funcionarios públicos, como, por citar solo un ejemplo, la de la autora del correo del ‘bienvenido al club de los injustamente acusados pero justamente absueltos’ que antes mencioné.

En fin, bien está lo que bien termina. Es cierto que contra la admirable sentencia de la independiente Magistrada cabe recurso, pero estoy convencido de que ningún tribunal superior podrá obviar sus sólidos argumentos y que el recurso, de producirse, no prosperará, no podría prosperar en ninguna democracia. Nos gustaría que esta pesadilla terminara de una vez, pero debo dejar claro que nunca nos vamos a rendir, que los déspotas no nos van a eliminar y que, si es necesario, volveremos a publicar lo que ya publicamos y que Doña María del Valle ha considerado que no incurre en delito alguno, junto con todo lo que creamos que debemos añadir.

Posdata
Resulta admirable trabajar con profesionales que son muy buenos en su profesión y que, además, son unas extraordinarias personas, que se involucran personal y humanamente con lo que profesionalmente defienden. Ese es el caso de los dos abogados que han llevado magníficamente este largo juicio, Miguel Arbona Femenía y Jousef Torres-Olóriz. Dos grandes abogados que han hecho un extraordinario trabajo en este caso, que son ya grandes amigos y a los que nunca olvidaremos. Siempre les estaremos agradecidos.

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