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La pandemia del COVID o el imperio de la provisionalidad

Mi buen amigo Salvi, compañero de palco del balneario social de arena que es nuestra playa, comparte conmigo las pocas ganas de salir este año de Melilla, "es que no está nada clara la cosa" dice, resumiendo a la perfección-con la sabiduría del pueblo-los múltiples estudios de toda indole y paternidad, que nos asaltan sobre el virus y la enfermedad. Este agosto, como siempre tan tórrido, repite escenas de otros veranos como siempre, una de ellas es asomarnos al mar-baños, los justos-desde el balcón de nuestras sombrillas preferentes de playa, y desde ese púlpito laico, vemos pasar la actualidad como las sombras de la caverna platónica, intentando separar lo real de lo imaginado; pero este año como es natural, el tema más frecuente en nuestro particular mirador, es el dichoso virus y sus consecuencias.

Mi buen amigo Salvi, compañero de palco del balneario social de arena que es nuestra playa, comparte conmigo las pocas ganas de salir este año de Melilla, "es que no está nada clara la cosa" dice, resumiendo a la perfección-con la sabiduría del pueblo-los múltiples estudios de toda indole y paternidad, que nos asaltan sobre el virus y la enfermedad.

Es verdad, lo único cierto sobre esta pandemia es que salvo que esta causada por un virus, lo demás son incógnitas aún no resueltas, al menos de forma definitiva; no tenemos un tratamiento efectivo, ni tampoco una vacuna eficaz, no sabemos si podemos reinfecfarnos o cuanto dura la inmunidad de quién ha pasado la infeccion o la enfermedad, no sabemos a ciencia cierta qué distancia es la segura ni si la mascarilla sirve para algo ( bueno, esto sí lo sabemos todos, menos los de la O.M.S y Fernando Simón cuando no había mascarillas para todos). En definitiva, con este escenario, y los lamentables datos y hechos que se van sucediendo, en un "déjà vu" que pone en evidencia al homo sapiens(?), es certera su apreciación y pone el énfasis en el círculo vicioso formado por estos jalones: sucesos-temor-desconocimiento-falta de liderazgo-desconfianza-irresponsabilidad-nuevos sucesos.

Ello afecta al estado de ánimo en todas las vertientes, tanto en clave comunitaria o social como en clave individual, y es que si quisiera resumir este estado de las cosas-presidido por una mutabilidad contínua- en una palabra, elegiría la provisionalidad; la misma impera sobre nuestro comportamiento individual en aspectos como nuestra a actividad laboral ( ¿habrá nuevo confinamiento?, ¿como será la regulación del teletrabajo?, ¿se mantendrán los sectores productivos ticos esenciales del estado de alarma anterior?,..). Qué decir de los viajes, los rebrotes se multiplican en la península, y es un clamor popular el establecimiento de medidas efectivas en la detección de infectados, como la realización sistemática de tests PCR a los viajeros; mientras los melilenses debemos usar obligatoriamente los medios de transportes colectivos-barco o avión-para nuestros desplazamientos, y ello-se quiera o no-origina cierto temor ante la incertidumbre de un futuro a cortísimo plazo, porque aún tenemos en la memoria la instauración del estado de alarma y sus consecuencias para nuestra movilidad.

Ese estado de ánimo que afectó-y así seguirá ocurriendo por mucho tiempo-a los actos sociales de toda índole, ¿cuantos actos se han aplazado o anulado en nuestra ciudad por la pandemia?, culturales, ceremonias o celebraciones pueden llegar a ser cientos, y esto aún no se ha acabado; se percibe en nuestras calles, porque la incertidumbre o la franca desconfianza (en el gobierno central o regional, en los gestores sanitarios, y ¡en nuestros prójimos!), es palpable y afecta sobremanera nuestro comportamiento. Lo peor es que la confianza se puede perder en unsegundo, y para recuperarla suelen ser necesarios años.

Pero esa provisionalidad afecta también a la sociedad como colectivo, y entre sus diversas manifestaciones, destaco las económicas, la recesión es ya un hecho, la caída de las inversiones y de la creación de empleo, van aparejadas a ello. Sirva de referencia la evolución de la contratación temporal en España, un mal endémico de nuestra economía antes de la pandemia, y que ésta ha agravado sobremanera; la provisionalidad de la situación agrava esa temporalidad, más del 30% de los contratos tenían una duración menor a la semana, y se estima que esta modalidad en los nuevos contratos puede llegar a ser el doble y superar el 60%. Para las empresas supone una garantía de adaptación ágil a la cambiante realidad económica, pero para el trabajador supone vivir día a día y aplazar o renunciar a cualquier proyecto de futuro.

De nuevo hay que confiar en que esta provisionalidad en todo, derivada de la incertidumbre que causa esta pandemia, se logre reconducir-desde la estación de tránsito que supone la esperanza en ello-mediante la obtención de unas vacunas efectivas. Es nuestra única esperanza, y mientras deberemos de seguir observando las medidas preventivas proclamadas por las autoridades sanitarias, con especial énfasis en dos palabras: solidaridad y responsabilidad.

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