Leo un artículo de “El confidencial digital” en el que Joaquín Sama, jefe clínico especialista en Psiquiatría, Neurología y Medicina Familiar y Comunitaria, hace un análisis psicológico a Pedro Sánchez. El artículo comienza afirmando que nos gobierna una persona que presenta un Trastorno de la personalidad de tipo narcisista. De acuerdo con lo que dice Sama, la psicopatía de Pedro Sánchez se encuadra en el grupo B, con tipificación nosológica F60.8. Los criterios para el trastorno, de acuerdo con el artículo, son los siguientes:
2.- Preocupación de éxito ilimitado, poder, brillantez.
3.-Creerse especiales, únicos.
4.-Exigencia de excesiva admiración.
5.-Pretensiocidad, expectativas irrazonables de que se cumplan las propias aspiraciones.
6.-Interpersonalmente son explotadores, sacan provecho de los demás para alcanzar sus propias metas.
7.- Carecen de empatía.
8.- Con frecuencia, envidian a los demás o creen que los demás les envidian a ellos.
9.- Presentan comportamientos o actitudes arrogantes.
El artículo sigue de la siguiente forma: “La conclusión que se extrae al analizar la trayectoria vital de Pedro Sánchez, es la imperiosa necesidad que tiene de ser admirado. Esta emoción, presente en todos los humanos, es tan intensa en él, -es ahí donde radica su desviación de lo normal-, que la ha convertido en el primum mobile de su vida, desarrollando un proyecto vital dirigido a satisfacerla, tarea imposible de alcanzar por ser insaciable y desorbitada su necesidad de sentirse importante.”
Actitudes que podrían evidenciar el narcisismo del presidente, además de su capacidad para decir una cosa un día y la contraria al día siguiente sin ni siquiera sonrojarse, son, por ejemplo, sus ridículas imágenes de autobombo (como la fotografía en el Falcon imitando a Kennedy con las gafas de sol puestas, y su fotografía andando en Times Square rodeado de guardaespaldas). Las consecuencias de tener un narcisista como presidente son muchas. Pedro Sánchez tiene el poder y hará todo lo posible por mantenerse en él. No le importarán las consecuencias de sus concesiones a independistas, comunistas y proetarras, ni tampoco adoptar políticas que perjudiquen al conjunto de los españoles, si con ello consigue mantener el bastón de mando. No decidirá a los ministros ni a sus asesores en función de su valía y el servicio que estos puedan prestar a España, sino que se rodeará de palmeros que hagan lo que él quiera, ensalcen su imagen y le doren la píldora.
Nunca se rodeará de gente válida, y en caso de hacerlo, no los escuchará. Se deshará de ellos en cuanto pueda, temiendo que su ignorancia supina quede expuesta y, por tanto, su pequeño círculo de aduladores le pierda el respeto. No hará un doctorado por un interés particular en la materia, sino que lo hará simplemente para ostentar el título de doctor, importándole poco o nada si para lograrlo tiene que recurrir al plagio, aunque después quede expuesta su gran mentira cada vez que ose hablar de un tema relacionado con la economía. En fin, una pesadilla con rasgos de psicópata narcisista y un cerebro del tamaño de una nuez que tendremos que soportar, como mínimo, tres años más.
