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Pasos atrás

Parece que en los últimos días, con la intensificación de las multas por no llevar mascarilla, la gente se está tomando la pandemia un poquito más en serio. La pena es que haya tenido que ser por eso y no por la experiencia vivida en la primera mitad de este año, la más dura para nuestro país desde la Guerra Civil, que se dice pronto. No han pesado los días de angustia, las víctimas que el Covid-19 se ha llevado por delante y el enorme destrozo que ha supuesto la pandemia para nuestra economía para que la ciudadanía actúe con la responsabilidad que merece este momento El importante repunte que Melilla está sufriendo en la pandemia nos hace retroceder a una situación que a muchos nos recuerda a lo vivido en los meses del confinamiento. Ahora podemos salir a la calle, sí, pero nuestros movimientos se ven limitados por normas que la obligación de proteger la salud pública impone. Melilla supera el medio centenar de casos activos de coronavirus y sumando cada día. Todo parece indicar que el pico de la curva queda aún algo lejos y seguiremos escalando en la estadística. La cuestión es hasta dónde, y eso depende en gran medida de la población. Parece que en los últimos días, con la intensificación de las multas por no llevar mascarilla, la gente se está tomando la pandemia un poquito más en serio. La pena es que haya tenido que ser por eso y no por la experiencia vivida en la primera mitad de este año, la más dura para nuestro país desde la Guerra Civil, que se dice pronto. No han pesado los días de angustia, las víctimas que el Covid-19 se ha llevado por delante y el enorme destrozo que ha supuesto la pandemia para nuestra economía para que la ciudadanía actúe con la responsabilidad que merece este momento.
De todos modos, esa responsabilidad de la que hablamos no es única de la población. La administración tampoco se puede decir que haya estado a la altura, y la prueba la tenemos en el escaso número de denuncias que se han impuesto en los primeros días de uso obligatorio de la mascarilla. El dato oficial es que hubo 81 denuncias en 20 días, una media de cuatro diarias cuando las calles eran un continuo ir y venir de gente sin mascarilla o con ésta mal colocada. La culpa no es de la Policía Local, que con su escasa plantilla, más mermada aún con las vacaciones, hace lo que puede y lo que le mandan sus responsables directos. Pero la administración debería haber estado más encima para hacer cumplir la norma e impedir que en las calles calara la idea de que no pasa nada, lo que ha terminado inundándolas con un sentimiento de “viva la Pepa” que ha dado lugar a esa relajación que ahora lamentamos.
Desde el lunes, nuestros movimientos estarán más limitados con nuevas normas que tratan de contener el avance del coronavirus en Melilla. Nuestros mayores, los que viven en residencias, tendrán que estar, de nuevo, confinados. No podrán salir al exterior y su único contacto con él serán los seres queridos que les visiten a la residencia, donde también hay que cumplir una serie de normas para no exponer a un colectivo que, como se ha demostrado, es muy vulnerable en esta pandemia.
El resto de la población también tendrá sus movimientos más limitados, sobre todo en actividades tan básicas como ir a comprar, tomar algo a un restaurante o cafetería o reunirse con amigos. Las medidas anunciadas han despertado el malestar del gremio de la hostelería, que también lo ha pasado mal y está intentando recuperarse del golpe sufrido en el estado de alarma mientras siente la amenaza de que pueda sufrir otro dentro de poco si la situación vuelve a empeorar. Que no lo haga depende de todos. Eso es algo que todo el mundo debería tener más que asumido.

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