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Libertad Económica

Redistribuir la renta está bien, pero hace falta una redistribución real de esta

Que exista redistribución de la riqueza es fundamental para una sociedad sana. Las economías son cíclicas: hay épocas de expansión y contracción provocadas por la inmensa complejidad del sistema capitalista, basado en la división del trabajo. La división del trabajo, es decir, que cada uno se especialice en un área para después intercambiar su producción con el resto de la sociedad, trae consigo una productividad infinitivamente mayor que la que resultaría de un sistema en el que cada uno consume lo que produce, pero trae consigo inestabilidad. Los cambios en la preferencia de los consumidores, las disrupciones tecnológicas, y los problemas a la hora de pronosticar la futura demanda de nuestros productos, entre otros, hacen que los agentes económicos se vean forzados a reubicarse en aquellos sectores que generan valor para la sociedad. Es ciertos que en economías con mercados laborales flexibles este proceso de reubicación sería más rápido y menos doloroso, pero aún asumiendo una flexibilidad total, el proceso requiere de tiempo y puede exigir, en algunos casos, que los agentes económicos se formen en disciplinas que desconocen por completo.

La distribución de la riqueza es fundamental para que, en el supuesto de que un agente económico se quede sin sitio en el mercado laboral, pueda seguir formándose, y por tanto adaptándose a los nuevos tiempos, o pueda seguir alimentándose y recibiendo asistencia médica cuando lo necesite. Pero ¿tenemos un sistema en el que la renta se distribuye a aquellos que no tienen recursos? La respuesta es no. Tenemos un sistema en el que la renta se distribuye al político de turno, para que después este haga lo que le de la gana con ese dinero y lo destine a lo que crea conveniente. A la persona sin recursos, cuando pierde su trabajo, no se le abre una cuenta con fondos que únicamente pueden ser destinados a su formación. El político ofrece cursos de formación, que probablemente otorga a algún amiguete, por un precio desorbitado, con poca utilidad, y ya de paso colocando algo de propaganda partidista. ¿Qué pasaría si el dinero fuese directamente a una cuenta creada para la formación de la persona en cuestión? Pues que la persona podría gastárselo en el curso que quisiese, y el político, por tanto, no podría darle el dinero al amigo de turno, robarlo y gastárselo en otras cosas (caso de los ERTE), ni controlar el contenido de los cursos de formación. Lo mismo aplica para sanidad y las pensiones. Si el dinero escapa de las manos del ciudadano y acaba en las del político, mal vamos. No hay redistribución de la riqueza real, y difícilmente lo habrá, pues una redistribución real de la riqueza significaría que el Estado pierde el control del dinero, y por tanto poder, algo que a lo que los Estados, a lo largo de la historia, se han aferrado como han podido.

Poner el dinero en manos de los ciudadanos no es lo mismo que otorgar una renta básica universal. El dinero iría a cuentas específicas para educación y sanidad (como ocurre en Singapur), y no podría usarse nada más que para eso. Además, como el dinero estaría en una cuenta nuestra, en caso de fallecer, ese dinero podría ir a la cuenta de familiares cercanos, es decir, no se perdería como pasa ahora. En definitiva, hace falta seguir con la lucha que nuestros antepasados empezaron hace siglos, una lucha que tenía como objetivo ganar libertades frente a una élite política dispuesta a lo que fuera por mantener su posición dominante e impedir cualquier tipo de innovación. El poder, cuanto más disperso, mejor.

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