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LA REAL Y FRANCISCANA CONGREGACIÓN DE NUESTRA SEÑORA DE LA VICTORIA

Recuerdos patronales (II)

Las solemnísimas vísperas a la Santísima Virgen de la Victoria y el última día del fervoroso novenario a la Patrona de la Ciudad. Las solemnidades del día de hoy, 8 de Septiembre. Itinerario y orden de la procesión que tendrá lugar a las siete de la tarde
A las doce de la mañana, sonaron todas las campanas de nuestra población, en honor de la Virgen de la Victoria, disparándose por orden de la Comisión de Festejos del Excmo. Ayuntamiento, infinidad de cohetes.
La tarde de ayer marcó, con los esplendorosos cultos que la entusiasta Congregación de Nuestra Señora de la Victoria ha venido dedicando a su Celestial Madre y Titular, una fecha destacada en los anales religiosos de Melilla.

A las siete y media en punto, se entonaron por el Reverendo Sr. don Celestino Fernández González, Vicario Arcipreste interino el oficio litúrgico de Vísperas a la Natividad de la Virgen, dedicado en nuestra ciudad a Nuestra Señora de la Victoria en unión de los RR PP Capuchinos y Clero.

Los salmos cantados en tono gregoriano y alternados los coros por los Hermanos de la Doctrina Cristiana, y los Seminaristas residentes en Melilla, daban supremo realce y emotividad, pues la iglesia se hallaba completamente llena de fieles siguiendo todas las fases del ceremonial.

Después del himno “Ave María Stella”, y comenzado el “Magníficat”, fue incensado el Altar Mayor, terminado con la oración y “Salve Regina”, igualmente gregoriana. Siguió los ejercicios del último día de la Novena, de la que citaremos sucintamente los dos últimos sermones pronunciados por el canónigo Magistral, Dr. don Filiberto Díez Pardo.

El del domingo fue una glosa fervorosísima a la Santísima Virgen como Madre del género humano.

Citó en su exordio la Torre de Babel; su situación, ruinas y los motivos de aquel pueblo que quiso llegar al Cielo. En su fundamento de la oración, señaló bellísimos hechos de la vida humana y del amor maternal; la muerte de nuestra madre natural y la permanencia eterna, perdurable de la Madre celestial, Amantísima corredentora de la Humanidad.

No debemos decir- dijo el eruditísimo predicador- que nuestra madre ha muerto, porque si en el frío de la tumba yace la que nos dio el ser, la Madre Santísima y Dolorosa, junto a la Cruz en los momentos angustiosos del Viernes Santo, recibió el encargo del mismo Dios de ser madre amorosísima de todos los pecadores.

Cita en párrafos bellísimos la historia de Debora, la mujer heroica que supo libertas al pueblo hebreo y terminó con una súplica a Nuestra Señora de la Victoria. El sermón de anoche, fue un resumen y compendio de los pronunciados por tan doctor orador, durante los días del Novenario, y como complemento de los grandes problemas de la vida cristiana, describió las delicias del Empíreo.

Puso antes sus piadosos oyentes la obra de la Creación; el flujo y reflujo del mar: el rumor de las olas y los encantos infinitos y maravillosos que se manifiestan con vida bajo las aguas por voluntad del Señor. Si miramos hacia lo alto desde una cumbre, en su soledad misteriosa, veremos el firmamento de día azul cobalto y de noche con aquel fulgor de las estrellas. Cita por fin la mansión de los Bienaventurados y dedica un canto a lo que nuestra sacrosanta religión enseña ser el Cielo.

Mansión de paz infinita, de gozos inefables y dicha sin límites, Y aquí el capitular de la Primada, entona un hermoso himno a la celestial Jerusalén párrafos en donde vibra la unción mística y la lección doctrinal, que por su alto valor espiritual, profundo y admirable, es trasunto acabado y brillante del Apocalipsis de San Juan.

De rodillas todos los fieles ante el altar de la Señora, eleva una ferviente súplica y termina pidiendo la bendición para el pueblo de Melilla, congregado a las plantas de la Virgen de la Victoria.

Terminada la solemne reserva, en la que ofició el Padre Rafael Martos, cura párroco del templo de San Agustín, se cantó por el coro y a toda orquetas la Salve del maestro Palacios, y durante la cual los miembros de la Junta de Gobierno de la Congregación, se situaron con velas en el presbiterio, junto a los sacerdotes oficiantes, contribuyendo al mayor realce de la solemnidad.

Al finalizar los cultos, mientras se cantaba el hermoso himno a la Virgen de la Victoria, desfiló ante la sagrada imagen una gran muchedumbre de devotos de nuestra Excelsa Patrona, Ancianos, mujeres y niños subieron al Camarín de la Virgen de la Victoria. Fieles cristianos que lloraban de verdadera emoción. Niñitos que llevados de la mano de sus padres les subían en brazos para besar el pie de la Sacratísima Patrona de Melilla. Los cultos de la vigilia de la gloriosa Patrona de nuestra ciudad, han resultado grandiosos en la más alta y pura acepción de la palabra escrita.

7 de septiembre de 1943
Las solemnidades religiosas en honor de la Virgen de la Victoria
Anteayer, domingo, como estaba anunciado, salió en devotísimo Rosario de la Aurora la imagen de la Excelsa Patrona, trasladándola a la Iglesia del Sagrado Corazón de Jesús, comenzando por la tarde el fervoroso Triduo
A las siete de la mañana salió del Santuario de la Patrona y recorrió las calles de la Antigua Plaza la procesión del Rosario de la Aurora, desfilando seguidamente por la Avenida del General Macías, Plaza de España y por la Avenida del Generalísimo Franco, entre el clamoroso cántico de plegarias a la Virgen Santísima.

Fue numerosa la concurrencia de fieles, siendo dirigido el Rosario por el Reverendo Padre Manuel de Pedrera Director Espiritual accidental de la Congregación.

Rodeaban a la sagrada imagen la Junta de Gobierno en pleno y era conducida por marinos de la Compañía de Mar y detrás iba el Excmo. señor Delegado del Gobierno don Mariano del Pozo Vázquez con el Presidente de la Congregación don José Marfil y en el centro el Reverendo señor don Matías Rojo Puente, Cura Párroco de la Virgen de la Medalla Milagrosa y Arcipreste accidental de Melilla.

En la Iglesia del Sagrado Corazón de Jesús, fue recibida la procesión matutina por el Muy ilustre señor don Rufino Ochoa Marticorena de capa pluvial, entonándose a la entrada de la veneranda Imagen de la Virgen de la Victoria el himno del maestro Beltrán.

Por la tarde dio comienzo el solemne Triduo a la celestial Patrona de Melilla, viéndose la Parroquia del Sagrado Corazón de Jesús invadida de una numerosa concurrencia de fieles.

Terminado el canto de los Gozos a Nuestra Señora, subió a la Cátedra del Espíritu Santo el ilustre canónigo penitenciario de Málaga Dr. Ochoa Marticorena quien en breve exordio expuso el tema que seguirá en sus tres sermones basados en la Salve Regina: Dios te salve Reina y Madre, presentado a la consideración de sus oyentes a la Madre del Salvador, como “Reina”, el primer día, como “Madre”, el segundo y como “Reina, Madre y Patrona de Melilla”, el tercero.

Después de la salutación angélica entró en el desarrollo del su oración sagrada que fue un canto sublime a la Virgen María demostrando a su numeroso auditorio, como la Realeza de María, nace precisamente por su Maternidad del Verbo Divino y aun antes de el misterio sublime de la Creación, que describe el orador, cantando las maravillas de los seres creados, desde los menores y aun íntimos contenidos en una simple gota de agua hasta los seres más perfectos que salieron de la mano de Dios.

Con suma erudición y con citas oportunísimas de los Santos Padres muestra a los fieles en altos conceptos teológicos, la razón, motivo y fundamento del Reinado de la Virgen Santísima, Emperatriz de los Cielos y Tierra y Madre de la humanidad desvalida.

Entra el Dr. Ochoa Marticorena en la parte histórica de su sermón, cuando la devoción de España a la Virgen Santísima en sus diferentes advocaciones y tiene un símil bellísimo al citar el caso extraordinario de podernos elevar hasta la estratosfera para admirar en una noche el suelo español que al verse desde aquellas alturas alumbrados todos los santuarios dedicados a María, ya en cumbres de los montes como en el centro de los valles, en las ciudades y en los pueblos, se vería invertida la hermosura del firmamento, tal serían y son la multitud de templos elevados en honor a la Santísima Virgen María.

Terminó su primer sermón haciendo una invocación a la Patrona de Melilla, como Reina de la Paz, para que alcancemos del Señor, por su intercesión el término de esta guerra cruentísima exhortando a todos los fieles a rezar y hacer penitencia para que siguiendo los mandatos del Sumo Pontífice, venga la concordia entre los pueblos y naciones.

La notable lección sacra del Muy Ilustre señor Don Rufino Ochoa, Canónigo Penitenciario de la Catedral de Málaga, rayó a gran altura en su parte teológico-doctrinal, y en su narración histórica se reveló como profundo y felicísimo orador.

Acto continuo se procedió a la reserva del Santísimo Sacramento en la que ofició el Padre Capuchino Manuel de Pedrera asistido de los coadjutores del Sagrado Corazón de Jesús don Francisco Castro Medinilla y don Cayetano Vela, cantándose finalmente el himno a la Santísima Virgen de la Victoria.

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