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Carta del Editor

Gloria Rojas o la pasividad culposa

Seis de la mañana. Me despierta, una vez más, el ruido, atronador en el silencio nocturno, de los altavoces de las mezquitas melillenses y del cercano Marruecos. Llaman, por primera vez en el día a la oración. Las ordenanzas municipales prohíben este tipo de ruidos, pero la ancestral costumbre se mantiene.

En un pasado remoto, con tecnología limitada y núcleos de población pequeños y dispersos, los altavoces y las altas voces que de ellos salen estaban justificados. Hoy, además de los elementales despertadores, existen los móviles y unos programas muy sencillos que cualquier musulmán devoto puede instalarse para despertarse y cumplir con el precepto musulmán de la oración. El uso estruendoso de los altavoces es, además de ilegal, innecesario, pero la costumbre puede más que la ley y ningún gobierno melillense, ni este con un gran componente musulmán ni los anteriores, con mucho menor peso islámico, han sido capaces de hacer cumplir la ley. El influyente filósofo inglés John Locke afirmaba algo que es absolutamente fundamental para el devenir de los pueblos: donde termina la ley comienza la tiranía. Pues en eso estamos.
“Tenemos el poder y el dinero”. En eso se puede resumir, según Mohamed Ahmed Moh, Yimmy, -hermano de Mustafa Ahmed Moh, Aberchán- la base política de la actual CpM. El poder tiende a corromper y el poder absoluto corrompe absolutamente, dijo otro inglés, y fervoroso católico, Lord Acton.

CpM nació como un partido local, en el que había musulmanes y no musulmanes, de los que algunos ocuparon posteriormente puestos de mucha responsabilidad, como mis amigos Jacinto Montes y José Megías, por ejemplo. Mustafa Ahmed Moh, Aberchán, animado por algunos de sus amigos, como Uariachi Mohamed, otro amigo mío, por citar de nuevo un ejemplo, fue invitado a liderar la nueva formación política y, con no pocas dudas, se decidió a aceptar la propuesta política, sin abandonar su cómoda, discreta y bien retribuida posición de médico de la administración pública, aunque abandonando la no exposición a la opinión pública en la que cómodamente se encontraba. Nunca ha entendido la crítica, por cierto.

El rápido y gran aumento de la población musulmana, o de origen rifeño/ marroquí de Melilla fue cambiando la composición de CpM. De ser un partido local, pasó a ser un partido musulmán. Oficialmente no, claro, porque eso está legalmente prohibido en España, pero realmente sí. Hoy, ni en los cargos directivos del partido, ni en los que ocupan cargos públicos por designación de CpM, ni en los colocados o impuestos en empresas públicas o que trabajan para la administración pública se pueden encontrar melillenses propuestos por CpM que no sean musulmanes. Eso es un hecho, no una opinión.

Con Aberchán he hablado muchas veces a lo largo de estos últimos treinta años. Lo que ahora escribo aquí se lo he dicho a él, que me llamaba “mi querido amigo”, aunque ahora dice que no lo soy, porque, me dicen que dice, le he faltado al respeto, no sé en qué, pero eso ahora no importa. Le he dicho a él muchas veces que era necesario cambiar el rumbo. Me contestaba, como Juan José Imbroda, que yo tenía razón, pero que no era el momento del cambio en CpM. Y, a medida que iba aumentando su poder, Mustafa Ahmed, Aberchán, se iba apartando de la ley -que prohíbe partidos religiosos- y, como consecuencia inevitable, iba aumentando la tiranía, su tiranía, que causa daño a todos, colocados incluidos, y muy especialmente, a él mismo (ya está condenado) aunque el daño mayor sea para Melilla.

El aumento porcentual de la población musulmana de Melilla es otra realidad, en la que, con la paciencia y el tiempo como fondo, se apoya Aberchán para creer que el futuro político melillense es suyo, especialmente ahora que, como dice el hermano de Aberchán -con casi nula relación fraternal- Yimmy, el partido de su hermano, CpM, presume ahora de tener “el poder y el dinero”, dos elementos con los que se compran muchas voluntades y se consiguen muchos votos.

Sin embargo, los supuestos necesarios para que Aberchán consiga su propósito tienen puntos débiles. El primero, creer que casi todos los musulmanes melillenses le van a votar -como pensó el PSOE en tiempos no demasiado lejanos-, algo que tiene muchas más posibilidades de no ocurrir que de lo contrario. De hecho, ya existen otros partidos locales liderados por musulmanes y, además, el poder y las promesas no cumplidas -que en el caso de Aberchán son muchísimas- desilusionan mucho y desgastan mucho más. Y de fondo, el hecho de que un partido de tinte religioso, en el que política y religión se entremezclan inevitablemente, no solo es antidemocrático e incluso ilegal, sino que es un peligro mortal para Melilla y su futuro español. CpM, pudo haber sido otra cosa, un partido local interétnico y democrático, no lo que hoy es, una dictadura tipo oriental cuyo dictador es hoy Mustafa Ahmed, Aberchán. “Yo ya no lo reconozco”, me insiste Pepe Megías, que trabajó mucho con él, entre otras razones porque no había en el partido personas que supieran de lo mínimo que un gobernante precisa saber. Es lo mismo y aún peor lo que ocurre ahora. Un partido así en una democracia, y España lo es, no tiene futuro.

A ese no futuro y a esa inacción mortal es a las que soporta y sostiene la enfermizamente indecisa Gloria Rojas. No el PSOE local -que ya decidió pactar con el PP, con la condición de que Rojas fuera la nueva presidenta- sino Gloria Rojas, que se niega a dialogar, miente al declarar que el PP -recuerdo que algunos del PP están muy cómodos en su actual situación de oposición- le ruega el pacto, y no hace caso ni al clamor de Melilla ni a su partido, vencida Rojas por su pasividad, su pavor a tomar cualquier tipo de decisión, incluida la de cumplir la decisión mayoritaria de su propio partido. Su actitud es culposa, de una negligencia que origina responsabilidades, a las que tendrá que hacer frente.

Posdata
No he escrito, como tenía previsto, de la “burrocracia” en acción/inacción desatada en Melilla, que antes era mucha y hoy es una plaga. Tampoco de la catástrofe de nuestro transporte marítimo. Ni del vacío legal que el Gobierno de Pedro Sánchez ha propiciado y mantiene con respecto a la lucha contra la pandemia. Ni de la inmigración. Lo haré en mi próxima Carta, la del próximo jueves.

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