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Historia

En el 98 aniversario de los Combates de AMVAR In Memoriam del heroico Comandante del Tercio Carlos Rodríguez Fontanes (5)

El Comandante Fontanes, junto al padre Revilla. Inmediato a ellos la enfermera del Tercio, Rosario Vázquez Fernández, Cruz de Plata del Mérito Militar con distintivo rojo (R.D. de 31 de mayo de 1926) y propuesta para la Medalla Militar Individual

En este año de 2020 se cumple el centenario de la creación del Tercio de Extranjeros motivo por el cual este y siguientes trabajos serán conmemorando a los heroicos legionarios que dieron su vida por la Patria.

Hechos de Armas que dieron prestigio y renombre al Tercio de Extranjeros, hoy denominado La Legión.
…Deseando profundizar en la humanidad de Fontanes, aportamos el testimonio que al día siguiente de su entierro ofrecía un importante periódico local.
Así titulaba El Telegrama del Rif, de fecha 22 de marzo de 1922, al artículo firmado por ALIP y que rememoraba la muerte de Fontanes, tras su pasado encuentro con él. A continuación ofrecemos un extracto del mencionado artículo, “la corajuda Legión ha perdido una más; los amigos, un amigo leal; nueve hijos, a su padre”:
“”Fontanes, hombre serio, nervioso, nos sentaba a su mesa con Fernando Lizcano de la Rosa, otro bravo del Tercio (Laureado de San Fernando por su actuación en la liberación de Sidi Mesaud el 10 de mayo de 1924) en su campamento de Dar Drius, y ante una dama que inquiría el porqué de venir el héroe a La Legión, dejando a sus nueve hijos, Fontanes sonreía profético: señora, ante la Patria, nada; después, después…. quién sabe si esta idea que acaricio se cumple; que una bienhechora bala siegue mi vida, para redimir a mis pequeños de la miseria….
¿Te acuerdas bravo Lizcano? Tomábamos café de sobremesa; tú, arrancabas de tu violín las emotivas notas de una música gallega, dulzona, sentimental, que agrandaba el sacrificio de la vida de Fontanes y hacía que la dama se enjuagara una lágrima….
¡Pobre amigo! Su plan se ha cumplido: una bala segó su vida, y a tus hijos, con el sacrificio de ella, has redimido de la miseria…. Al verte hoy en la caja, tu cara parece sonreír en una mueca imperceptible, no interpretada más que por mí, que conocía tu revelación de Dar Drius””.

No podemos resistir la tentación de trasladar aquí el escrito del legionario Carlos Micó, en su libro “Los Caballeros de La Legión” (1)
“””Ignoro aún los detalles de las circunstancias en que fue herido el heroico Comandante. Solo puedo ofrecer al lector el conmovedor relato que me hizo alguien.

El día antes de ser herido hablaba el Comandante con el Capitán Médico señor Pagés, que tantos cientos de vidas ha salvado en el Ejército de África.

  • -Cómo se conoce que es usted soltero, mi Comandante; si no, no se batiría con tanto desenfado, con ese denuedo.
  • -¿Cómo soltero? Viudo y con nueve hijos, dos varones; el mayor de éstos, aún menor de edad, es fraile; el que le sigue se está preparando para ingresar en el Cuerpo de Correos. Las niñas son muy pequeñitas todavía. Ahora viven con su abuela, mi madre, ya ancianita. Hace un mes que murió mi hermana, que era quien las cuidaba.

Y ante un significativo gesto de piedad y de estupor que hiciera el Capitán Pagés, el Comandante Fontanes prosiguió humildemente, como si quisiera disculparse de su temeridad, hacerse perdonar su diario heroísmo:

  • -Es que no se me ocurre que me pueda pasar nada; como oye uno tantas balas y aún no me ha dado ninguna, me he acostumbrado a no concederles mucha importancia. Además, se curan tantos que hay que pensar que no todos los proyectiles traen la muerte. Lo único que me preocupa muchas veces son las heridas de vientre.
  • -Pues esas heridas no deben preocuparles más que las otras. Con tal de poder hacer la primera cura dentro de las cuatro horas que siguen al momento de producirse la herida, no hay gran peligro de muerte. A mí no se me ha muerto ningún herido en esas circunstancias.

Y como el Capitán Pagés, que está reputado con justicia como uno de los tres mejores cirujanos del Cuerpo de Sanidad, infunde gran confianza, el pobre Fontanes no olvidó estas palabras.

Al día siguiente de haber tenido esta conversación fue cuando cayó herido de un balazo; la balita de plomo habíasele alojado en los intestinos. Cuando lo transportaban en camilla a un lugar desenfilado de los proyectiles enemigos, dijo, sacando su reloj y mirando la hora:

  • -Que avisen al Doctor Pagés, a ver si puede venir. ¿Dónde está?

Eran las dos de la tarde. El heliógrafo funcionó preguntando por el Capitán Pagés, que se encontraba a muchos kilómetros de distancia, no se sabía dónde.

A las cuatro sacó de nuevo su reloj:

  • -¿Han avisado al Doctor Pagés?–volvió a preguntar–. Parece que tarda; han pasado ya dos horas…

“A las cinco:”No va a llegar… Queda poco…
“Transcurrida otra inacabable hora, volvió a consultar su reloj y dijo:

  • -Son las seis; ya venga o no venga… Ya no importa… Ya es tarde… Mis pobrecitos hijos…

No volvió a mirar más la hora.

Transcurría la noche triste en medio de aquel campo, sin la augusta calma que a esas horas suele bajar de las estrellas; el fuego horrísono; la tragedia conmovía a la naturaleza. Un rayo de luna bañaba la faz del moribundo, iluminando sus últimos momentos. Ya de madrugada, dijo sus últimas palabras:

  • -Mis hijitos… Pero es por la Patria; no importa… Decid al Teniente Coronel que muero gritando:¡Viva La Legión!

“Y este grito, que a todos siempre nos conmueve profundamente, se le ahogó en la garganta, atropellado por el estertor de la agonía.
“Los hombres que rodeaban su camilla mortuoria, esos hombres avezados, de corazón siempre enhiesto de entusiasmo y de virilidad, rompieron a llorar a raudales, acongojados.”””.
(1) El notable escritor y periodista Carlos Micó España publicó en mayo de 1922 su libro de la guerra «Los caballeros legionarios». Nadie tan capacitado como Carlos Micó para hacer un libro de la campaña de Marruecos. Alistado desde el primer momento en el Tercio de Extranjeros, Carlos Micó vivió el ambiente pintoresco de la Legión y las horas más intensas de la campaña marroquí. Tomó, como legionario, parte en numerosas e importantes acciones, y fue herido en la reconquista de Nador. Nadie, por tanto, como Carlos Micó, escritor y legionario, para hacer la crónica de la guerra y de la Legión. En «Les caballeros legionarios», el libro que publicó, aparece admirablemente recogido el ambiente de la guerra, y, sobre todo, el ambiente de la Legión, de este admirable conjunto de hombres que en aquella campaña sabieron rodearse de una magnifica aureola de valor, de aventura y de leyenda. Al encanto de la obra—en que resplandecen la amenidad y la viveza que caracterizaron siempre á Micó—se une la belleza y la emoción de lo vivido. Tipos de la Legión, llenos de interés y de sugestión; cuadros del más hondo realismo; escenas rebosantes de fuerza pintoresca ó de intensidad dramática, todos los momentos y las almas que constituyeron el ambiente vario ó inconfundible de la guerra aparecen reflejados admirablemente en las paginas de “Los caballeros legionarios”.

Anteriormente narrábamos las honras fúnebres que se celebraron por los caídos en los combates de Amvar así como la utilización, por primera vez, de los Carros de Asalto en las campañas de Marruecos. Precisamente el estreno de estos modernos artefactos no fue muy brillante debido, entre otras causas, a la inexperiencia de sus tripulaciones en el manejo de los mismos.

A continuación distinguimos el artículo de Luis Lázaro Gómiz y las biografías de otros héroes fallecidos en la misma operación, destacando la del teniente de Ingenieros Diego Blázquez Nieto y del Capellán de la Segunda Bandera Antonio Vidal Pons.

COMO MURIÓ EL HEROICO COMANDANTE FONTANES. ARTÍCULO DE LUIS LÁZARO GÓMIZ
La ciudad africana del placer, trocóse en escenario macabro de fúnebres cortejos; a las lúbricas risas estallantes de la orgía, suceden, próximo tiempo después, los ayes y el gemir, último tributo del afecto al familiar o compañero victima de expiación propiciatoria por aquel vivir tan alegre y confiado de su Patria,
Desaciertos nacionales de raigambre secular; torpezas de repudiar lo más íntimo de nuestro histórico valer; agitación de egoísmos; pasión por lo menudo; todo cuanto el sembrador extraño de cizaña en el hispano suelo dejó para perversión de nuestro sentir castizo, dióse cita en los últimos días precedentes al último de nuestros desastres africanos, para en Melilla aparecer en quintaesencia reflejados.

Y Melilla, en tuerza de esa ley compensadora que siempre opone dolor proporcionado a infracciones de otra ley reguladora de la moral colectiva, hubo de subir una y mil veces la áspera pendiente de aquel calvario nacional que comenzando en Abarrán pasa por Arruit y termina en la cumbre del cristiano cementerio de la Concepción.

En una de estas ascensiones Melilla acompañó hasta la cima de ese Gólgota, los gloriosos restos de dos héroes, símbolos de una reacción –tímida en su inicial, potente ya– tan favorable a todo abolengo españolista como adversaria de lo exótico y advenedizo.

Al resurgir de España, el módulo de su grandeza: el Tercio Infante aparece con los brios de nuestro siglo de oro. Y al igual que en los mejores tiempos de su esplendor y predominio, al infante español acompaña el religioso, el fraile.

Fontanes y Vidal son los nombres de estas figuras simbólicas. Su simbolismo es la conjunción de amores que cifran las voces Religión y Patria ¡Comandante Fontanes, Capellán Vidal! Juntos les vimos en la refriega; juntos sucumben y reciben el postrimer honor que la ordenanza rinde… ¡Mágico poder evocador de hispana tradición! Fontanes y Vidal rememoran unidos así, en vida y muerte, pretéritas grandezas…

  • Y con unción religiosa el pueblo de Melilla acompaña en su plegaria al sacerdote que cierra su fúnebre oración con esta bíblica frase: Justitia et Pax osculatae sunt (La justicia y la paz se han dado un beso).

El heroísmo de Fontanes fue olvidado; el de Vida!, religioso, presbítero, voluntario en el Tercio, yace en el olvido. HEROES debe a estas dos figuras representativas de los altos valores de la raza, estas primicias de publicidad. Habla un testigo:
““Pronto hará dos años que me licencié de la Legión Española, impropiamente llamada Tercio de Extranjeros. Al salir, juré ante las tumbas de mis compañeros de armas que dieron su vida por la Patria, las más de las veces en el anónimo, contar a los españoles, si no toda la gloria de su gesta heroica, porque para ello es necesario la pluma de un maestro, y nunca seria reflejada la gloria y el heroísmo de la misma, al menos, narrar simplemente los hechos de los que con tanta generosidad y largueza regaron con su sangre las estepas marroquíes… y aunque por causas ajenas a mi voluntad, no pude antes, hoy, para llevarlo a efecto, aprovecho gustoso estas páginas que patrióticamente se abren para exaltación de verdaderos héroes, cuyo mérito real no fué hasta hoy debidamente conocido ni admirado.

Fue en los barrancos malditos dé Amvar que tanta sangre legionaria empaparon… Frente a la hoy llamada “Loma de los tanques” donde cayó herido, no mortalmente, al pedir su caballo, aquel hombre bueno, aquel militar pundonoroso, aquel héroe del que se podía decir muy propiamente que tenía alma 1egionaria… ¿Cómo?
Llevábamos tres asaltos a la bayoneta; las balas enemigas y los gumiazos iban dejando en cuadro a las compañías, y en vez de avanzar más aún, como esperábamos en aquella jornada dura, en la que cayeron para siempre tantos hermanos nuestros, pues cedían el terreno palmo a palmo, se recibió la orden de relevo del Alto Mando.

Mi sección relevó a unas guerrillas del regimiento de Garellano, las otras secciones hicieron lo propio y la columna principió a desfilar. El fuego intenso todo e1 día, se recrudeció, y diríase que una furia de metralla caía sobre nosotros al darse cuenta el enemigo de que empezó la retirada. Los moros acosaban, y a todo trance querían penetrar por uno de los barrancos para cortarnos la retirada, Las ametralladoras de la Legión hacían una verdadera carnicería y les obligaban a retirarse. Los fusiles, al rojo, parecía que se negaban ya a disparar y que estaban a punto de reventar. Otras compañías de la Legión marcharon a tomar otra loma a retaguardia y protegernos a nosotros. Momentos de una ansiedad indescriptible aquellos; porque las municiones se agotaban y las acémilas se habían retirado… Al fin nos hicieron la señal convenida y nos levantamos de las guerrillas; el que más… con un cargador en el fusil… y la jauría enemiga, aullando como chacales, se venían hacia nosotros a caballo. Un fuego infernal hacían nuestras ametralladoras para detener a la morisma de Beni Said, mientras caminábamos en aquella carrera loca, desenfrenada, para salvar la distancia, que era regular, sobre nuestras cabezas estallaban las balas explosivas del enemigo, y que unido al tableteo furioso de nuestras ametralladoras, parecía que el cielo se abría como un volcán de fuego para caer sobre nosotros…

Dos o tres kilómetros recorrimos en aquella carrera infernal, en la que a nuestros pies salpicaban las balas como el granizo. Así llegamos a una loma, en la que había una guerrilla de policía indígena a caballo para protegernos. Con ellos, dando órdenes a las compañías sobre su destino y distribución, cataba el glorioso comandante de la 2ª Bandera, Fontanes…. (Continuará)

Bibliografía consultada al final del último capítulo

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