Buscar
Cerrar este cuadro de búsqueda.
Logo de Melilla hoy

CARTA DEL EDITOR

Gobiernos ilegítimos e ineficaces

Gloria Rojas en una reunión con Pedro Sánchez

¿Existe hoy un Plan -con mayúsculas- para España que no sea la ruptura de España? ¿Existe un Plan para Melilla que no sea la ruptura de Melilla? Respuesta: NO ¿Existe hoy un Plan -con mayúsculas- para España que no sea la ruptura de España? ¿Existe un Plan para Melilla que no sea la ruptura de Melilla?
La respuesta a ambas preguntas, me parece, es un rotundo, evidente y lamentable NO, también con mayúsculas. ¿Por qué? Pues por muchas razones que tienen un origen casual: las pésimas estructuras políticas, la española y, en un ámbito reducido, la estructura política de esta ciudad laboratorio que es nuestra querida y maltratada Melilla.

Las estructuras políticas provienen, en una democracia, como es España, del resultado de las elecciones, de los votos de los ciudadanos. No pretendo retrotraerme ahora a Platón y su interpretación (“La República”) de la democracia con voto limitado. Me atengo a la genial definición de Winston Churchill: la democracia es el menos malo de los sistemas políticos. Podemos pensar que votamos mal o que el resultado electoral, sin tener en cuenta posibles fraudes y manipulaciones (el voto por correo en Melilla, por ejemplo), no refleja el verdadero sentir de los votantes. También podemos creer que, al no haber en España mayorías absolutas, se hace mal uso de los votos recibidos y se pacta con los que, como gancho electoral, se prometió que jamás se pactaría (caso Pedro Sánchez-Podemos). El caso es que, a base de usar mal la democracia -como hicieron Hitler y Lenin, por ejemplo- se acentúa eso de “el menos malo de los sistemas políticos”, que decía Churchill, se pervierte el sistema y se producen pésimas estructuras políticas que paralizan la economía y generan la pobreza, especialmente la ruina de la clase media, la de la inmensa mayoría de los españoles, precisamente la clase que sostiene, con su trabajo y los abusivos y mal utilizados impuestos que les obligan pagar esta estructura política que, además, maltrata a la clase media.

Un Gobierno presidido por un socialista al que votaron con un programa electoral contrario al comunismo y al separatismo pero que gobierna con ellos es un gobierno legal, pero no legítimo, y esa falta de legitimidad que proviene de un fraude electoral, es una causa, una más entre muchas, de los malos resultados, de la ineficacia y la pésima gestión de este Gobierno. Sin legitimidad no hay, no puede haber, autoridad moral y sin autoridad moral no hay gestión eficaz posible, aún suponiendo que hubiera capacidad humana para gestionar bien, lo que, evidentemente, no es el caso.

La situación política de Melilla es muy parecida. Las elecciones locales de mayo de 2019 las ganó -perdiendo votos con respecto a las anteriores elecciones, en las que ya había perdido la mayoría absoluta- el Partido Popular, que consiguió 10 diputados. El segundo partido fue CpM, 8 diputados. Muy lejos de ambos, el PSOE, 4 diputados. El penúltimo, Vox, 2 diputados, de los que uno fue expulsado del partido. El último partido, con menos de 1.000 votos, Ciudadanos, presidido por un trásfuga real aunque no oficial, Eduardo de Castro, quien, de haberse presentado sin partido, no habría obtenido ni 10 votos y 0 diputados, sin duda. Pues es este último democráticamente aborrecido político el que preside el Gobierno de nuestra Ciudad. ¿Es legal? Sí, porque 13 diputados son más que 12. ¿Es ilegítimo, es un fraude a la democracia, a los ciudadanos, este Gobierno melillense? Sí, con toda evidencia, con tanta evidencia como que la estructura política de Melilla ni funciona ni puede funcionar, como que no existe Plan alguno, como que el presente de Melilla es un horror y el futuro -si no se produce pronto un cambio- un drama.

Lo democrático, lo eficaz, hubiera sido que los dos partidos con más votos y escaños, que representan al 72% de los melillenses, PP y CpM, hubieran pactado. Pero en esos dos partidos realmente solo hay dos voces, Juan José Imbroda y Mustafa Aberchán, que no se pueden ver y, aunque Imbroda al final se mostraba dispuesto a pactar -en principio con unas condiciones que le pretendían imponer los que dentro de su partido aspiran a ser presidentes de la CAM- Aberchán se negó, me negó, siquiera la posibilidad de iniciar algún tipo de contacto con Imbroda. Así, sumado al hecho de la radicalización y musulmanización de CpM y la falta de cambios del PP, se impidió ese pacto democrático y de futuro. Los personalismos, de corte dictatorial, lo impidieron.

La propuesta de sustituir en la presidencia a De Castro por Gloria Rojas, sustituyendo a su vez como votante a De Castro por el tránsfuga Jesús Delgado, sigue siendo una manipulación de la democracia, que exigiría, además, una moción de censura, porque, salvo que le ofrezcan algo muy extraño, De Castro no va a dejar voluntariamente la presidencia. Y de prosperar el presumible acuerdo Aberchán-Rojas, el resultado sería, aunque pudiera ser un poco mejorado, un Gobierno igual de malo e incapaz que el Gobierno actual, porque con los mismos mimbres no se puede hacer un cesto diferente.

La única posibilidad para evitar el hundimiento de Melilla es el pacto que ya aprobó la mayoría del PSOE local: un pacto con el PP, 14 diputados, con Gloria Rojas como presidenta, como condición socialista innegociable. No es la solución ideal, pero es, como la democracia, la menos mala, según Churchill, o la mejor, según los pocos optimistas que van quedando. La culpable mayor de que no se haya producido ya ese pacto para intentar evitar seguir ahondando en la catástrofe melillense tiene nombre y motivo: Gloria Rojas y su enfermiza indecisión. También algunos del PP que anteponen sus ansias y conveniencias personales al bien general de nuestra ciudad.

Loading

Enrique Bohórquez López-Dóriga

Más información

Scroll al inicio

¿Todavía no eres Premium?

Disfruta de todas
las ventajas de ser
Premium por 1€