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Sr. Imbroda, no es un asunto personal, es una cuestión de principios

Eduardo de Castro tiene la sorprendente habilidad de desacreditarse él solo sin la ayuda de sus más torpes colaboradores. Sus conferencias de prensa, sus declaraciones públicas o su simple presencia en cualquier acto institucional son realmente esperpénticas

CPM es el partido de un sultán, Mustafa Aberchán, al que solo le importa conseguir el vasallaje de una población musulmana insatisfecha con los partidos tradicionales

El último despojo de la criatura política es el PSOE. No hay en la política española y local otro partido con más contradicciones que el que lidera Pedro Sánchez. Una hora dice una cosa y a la siguiente sostiene la contraria (…) A este estilo de hacer política se añade en Melilla la inoperancia e indecisión de Gloria Rojas

El comadrón de este engendro de gobierno ha sido Juan José Imbroda. Aunque el PP obtuvo más número de votos y diputados, Imbroda sufrió una severa derrota electoral que lo ha (des)colocado en la oposición. No tuvo la generosidad de admitir que ya tenía bastante con su escaño de senador: tiene que dimitir como diputado local y como presidente del PP
La pereza mental o la falta de sutileza intelectual son los motivos que llevan a muchos a confundir la independencia con la equidistancia. La primera es la cualidad de algunas personas y organizaciones que les impulsa actuar libremente, sin sujeción a ninguna instancia externa o a presiones políticas, económicas o sociales. Es esencialmente una categoría moral porque implica a obrar con plena libertad de criterio. La segunda es la posición que ocupa alguien o algo respecto a otros. Es equidistante la persona que se sitúa en el espacio ideológico a la misma distancia de dos puntos extremos (que no tienen por qué ser extremistas). La equidistancia es, por tanto, una posición cómoda que quienes eluden el compromiso y aspiran únicamente a la simple supervivencia.

La errónea utilización de estos conceptos (y, en otras ocasiones, la mala fe) han provocado numerosas críticas contra la línea editorial del MELILLA HOY. El editor de este periódico nunca ha sido equidistante porque siempre ha defendido los principios básicos del liberalismo político y económico y los valores que encarna la monarquía parlamentaria que propugna nuestra Constitución. Esta ha sido la norma que ha inspirado la opinión de los profesionales del diario y sobre la que se funda su independencia y su prestigio. Nunca seremos equidistantes porque nunca pondremos precio a nuestra independencia. No se trata de quedar bien con todos, obtener la aceptación del poder político y conseguir las ventajas inherentes a una inmoral subordinación a las autoridades locales. Es simplemente una cuestión de principios.

Esta reflexión es oportuna para entender la opinión que merece la actual situación política de la ciudad.

La investidura de Eduardo de Castro como presidente de la Ciudad Autónoma fue el último acto del drama político al que asisten los melillenses desde que, en las elecciones de 2015, Juan José Imbroda Ortiz, perdió la mayoría absoluta. El resultado de aquellos comicios advirtió del principio de la decadencia de un partido y un presidente que, después de tres logradas mayorías absolutas, hubo de alquilar los servicios de una buscona política para apuntalarse otros cuatros años más en el gobierno de Melilla. Este acto de miseria moral no fue bastante para encubrir los síntomas del agotamiento político de Imbroda y de un partido construido sobre las bases de su voluntad personal, su imagen propagandística como salvador de las esencias occidentales y liberales de la ciudad y, especialmente, la servidumbre de unos colaboradores mediocres que sobrevivían gracias al culto a su figura. Por eso, en las elecciones de 2019 el PP obtuvo solo 10 escaños -su peor resultado desde 1999- y quedó certificada la terminalidad de un sistema que había desencantado a sus votantes más ideologizados, desagradado a los más jóvenes y fracasado en la integración cultural de todos los melillenses en el mismo proyecto común.

No se pueden negar los grandes servicios prestados por Imbroda a Melilla y España. Pero tampoco deben ocultarse los vicios que han caracterizado su gestión durante demasiados años (nepotismo, clientelismo, autoritarismo, falta de transparencia, desprecio a la oposición). Es posible que su balance sea aún positivo gracias a la estabilidad política que ha supuesto para la ciudad sus sucesivos gobiernos. Pero esta evaluación puede tornarse negativa si continua permitiendo que el destino de la ciudad sea regido por esta especie de comunidad de propietarios en la que cada partido es titular exclusivo de una parcela de poder.

No puede olvidarse que Imbroda ha sido el responsable de la creación de este engendro político y continúa siendo el culpable de su subsistencia. Su nacimiento fue la respuesta a un modo de gobernar –el imbrodismo- que ya disgustaba a la mayoría de los melillenses, y seguirá sobreviviendo mientras Imbroda persita en postularse como única alternativa al gobierno y a su partido y, por tanto, nutriéndolo de su aliento vital.

Este gobierno es como un endriago, el monstruo fabuloso que tiene miembros de varias fieras. Lo preside un pobre hombre sin ideas, autoridad y prestigio que ha incumplido flagrantemente el programa de regeneración democrática que proponía Ciudadanos para recuperar la confianza de los vecinos.

Para descalificar el nivel profesional de Juanito, el malogrado jugador del Real Madrid, el entonces entrenador del F.C. Barcelona en 1981, Helenio Herrera, respondió a la pregunta de un periodista sobre el defensa que iba a marcar al delantero madridista con las siguientes palabras: “Juanito se marca solo”. Esto mismo le pasa a Eduardo de Castro. Este presidente tiene la sorprendente habilidad de desacreditarse él solo sin la ayuda de sus más torpes colaboradores. Sus conferencias de prensa, sus declaraciones públicas o su simple presencia en cualquier acto institucional son realmente esperpénticas. La demencial escena que protagonizó en una repentina comparecencia para anunciar que el Ministerio de Hacienda transferiría a la ciudad una cantidad ininteligible de millones de euros ha superado los mejores sketchs de Resacón en Las Vegas. Y su urgente aparición vespertina para tratar supuestamente de la grave situación epidemiológica de la ciudad fue una delirante demostración de vacuidad intelectual y de falta del más mínimo sentido del ridículo.

La finalidad de estas estelares actuaciones es aparentar la posesión efectiva de su cargo de presidente de la Ciudad Autónoma. Sin embargo, el resultado de estos ejercicios de simulación ha sido otro bien distinto. Todo el mundo sabe ahora que, además de no mandar, es un inepto en el sentido más académico de la palabra.

El principal miembro de esta corporación antiimbrodista es CPM. Por su número de diputados (8) y su voracidad caníbal, CPM se ha erigido en el auténtico director y beneficiario del gobierno de coalición. Este partido es el heredero directo del peor imbrodismo totalitario, trapichero y abusador que, lamentablemente, ha tapado los grandes éxitos de la gestión del presidente popular. La propia existencia de esta organización política solo se entiende desde la concepción del poder político de Mustafa Aberchán como un instrumento para conseguir autoridad, cargos e influencia. Es el partido de un sultán al que solo le importa conseguir el vasallaje de una población musulmana insatisfecha con los partidos tradicionales. Esta incontrolada ansia de poder convierte a Aberchán en un político peligroso capaz de gobernar con cualquier partido y al precio que sea con tal de disponer del presupuesto necesario para ejercer su poder semifeudal.

El último despojo de la criatura política es el PSOE. No hay en la política española y local otro partido con más contradicciones que el que lidera Pedro Sánchez. Una hora dice una cosa y a la siguiente sostiene la contraria; una mañana reza a Dios y por la noche adora al diablo; un día se coliga con un partido y al otro se funde con el opuesto. A este estilo de hacer política se añade en Melilla la inoperancia e indecisión de su secretaria general en Melilla. Gloria Rojas ha aportado al gobierno de la ciudad estos defectos personales o políticos y, por tanto, contribuido a la paralización de la gestión de las Consejerías socialistas. Solo hay que ver la nefasta dejación de funciones del titular de las competencias de salud pública en la ejecución de la política sanitaria con ocasión de la pandemia del COVID-19. El patológico titubeo de Rojas está convirtiendo al PSOE en cómplice de los actos perpetrados por los lugartenientes de Aberchán y solo basta con repasar la historia reciente de nuestra ciudad para entender que el Estado de Derecho no se fundamenta únicamente en el cumplimiento de unos trámites meramente formales o en la invención de inteligentes subterfugios administrativos, sino en la sincera creencia en el imperio de la ley. Y esta fe es ajena a CPM.

El comadrón de este engendro de gobierno ha sido Juan José Imbroda. Aunque el PP obtuvo más número de votos y diputados, Imbroda sufrió una severa derrota electoral que lo ha (des)colocado en la oposición. No tuvo la generosidad de admitir que ya tenía bastante con su escaño de senador, que pasó su tiempo político como presidente de la CAM y del PP, que había de abrir la sucesión a las personas que el partido -y no él- designara. El resultado de su negación a admitir unos hechos consumados permitió el alumbramiento del monstruoso ente que está precipitando la ciudad hacia su más profundo ocaso.

Es preciso, por tanto, que Juan José Imbroda retire el respirador a esta fabulosa aberración. Si su nacimiento se justificó por la urgencia histórica de promover la necesaria sustitución del presidente de la CAM y la instauración de un nuevo modo de gobernar, es posible entonces que su muerte acontezca cuando Imbroda renuncie a sus cargos de diputado local y presidente autonómico del PP. Melilla requiere ahora este sacrificio de quien ha sido protagonista indiscutible de su modernización y progreso social y económico.

La política nunca debiera ser una cuestión personal, sino de principios.

FRASES:
Eduardo de Castro tiene la sorprendente habilidad de desacreditarse él solo sin la ayuda de sus más torpes colaboradores. Sus conferencias de prensa, sus declaraciones públicas o su simple presencia en cualquier acto institucional son realmente esperpénticas

CPM es el partido de un sultán, Mustafa Aberchán, al que solo le importa conseguir el vasallaje de una población musulmana insatisfecha con los partidos tradicionales

El último despojo de la criatura política es el PSOE. No hay en la política española y local otro partido con más contradicciones que el que lidera Pedro Sánchez. Una hora dice una cosa y a la siguiente sostiene la contraria (…) A este estilo de hacer política se añade en Melilla la inoperancia e indecisión de Gloria Rojas

El comadrón de este engendro de gobierno ha sido Juan José Imbroda. Aunque el PP obtuvo más número de votos y diputados, Imbroda sufrió una severa derrota electoral que lo ha (des)colocado en la oposición. No tuvo la generosidad de admitir que ya tenía bastante con su escaño de senador: tiene que dimitir como diputado local y como presidente del PP

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