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Carta del Editor

Un cambio profundo, no uno chapucero

La economía melillense se apoyaba, cual trapecista ciego y ajeno a la realidad, en alambres muy débiles que, además, podían ser cortados por decisiones exógenas, como las de un país -o una serie de personas- que odian y desean la muerte al trapecista. Digamos que el trapecista es la economía melillense, ya derrumbada y al borde de la muerte.
Marruecos, que es un Reino de tipo oriental, dice que “exigirá cinco condiciones a España para reabrir las fronteras de Ceuta y Melilla”. Para nuestras ciudades, que el reino marroquí considera “ocupadas” o “sitiadas”, desean lo peor, que sería que dejaran de ser españolas y pasaran a ser marroquíes, algo que espanta a la inmensa mayoría de los melillenses, los de origen beréber especialmente incluidos. También espanta a los marroquíes que, de manera ostentosamente visible, se han trasladado a vivir en las cercanías de Melilla, antes desiertas, pero esos marroquíes al Reino marroquí le importan, como diría Sancho, un pimiento.

El Gobierno melillense se parece ahora más al de un país de tipo oriental, como Marruecos, que al de un país adelantado occidental. Si, como señala Thomas Piketty en su último libro, “Capital e ideología”, el mundo está “al borde del abismo de una crisis económica y financiera”, Melilla está ya inmersa, despeñada en el fondo de esa crisis. Para salir habría que atender a una de las grandes canciones que interpreta magistralmente Mercedes Sosa: Cambia lo superficial/ cambia también lo profundo/ cambia todo en este mundo…/cambia, todo cambia. Melilla también cambia, pero, desgraciadamente, a peor.
¿Es inevitable la muerte de Melilla como ciudad española, democrática y occidental? Quiero creer que no, que todavía tenemos tiempo -aunque ya muy poco- para cambiar, para lo cual es imprescindible el cambio de la estructura política de nuestra ciudad. Un cambio profundo, de arriba a abajo, no uno chapucero, como podría ser la aparición política en cualquier puesto de decisión o voto de un tránsfuga políticamente impresentable como Jesús Delgado. Dilatar el cambio es, además de una puñalada trapera, de muerte para Melilla, una misión imposible, porque el cambio es inevitable y se producirá por las buenas (ojalá) o por las malas.

Varios de los grandes emperadores romanos nacieron en España. Trajano y Adriano en la hoy triste y abandonada Itálica, y el segundo de ellos, Adriano, es considerado por muchos historiadores como el más grande emperador de la antigüedad, quizás porque su rasgo más extraordinario fue no considerarse “necesario”. Es un buen consejo -lo de no considerarse “necesarios”- para algunos políticos melillenses, especialmente para los que mezclan religión y política y los que consideran que los partidos políticos son suyos, son de ellos.

Después de asistir a la conferencia, en la UNED, del Observatorio de Ceuta y Melilla sobre la economía de nuestra ciudad he releído el Plan Estratégico para Melilla que elaboró la Sociedad para el Desarrollo de Melilla, SODEMEL, que presido. Nuestro Plan, presentado en septiembre de 2017, incluía 23 Propuestas concretas, “que dan respuesta a 13 prioridades”, la primera de ellas “El desarrollo del capital humano” de la ciudad.

Me muevo, al releer el Plan, entre el llanto desconsolado por el tiempo perdido y la rabia por la desatención gubernamental recibida. Melilla, siguiendo ese Plan, no sería lo que hoy económicamente es, casi la nada. Y quizás se habrían hecho realidad -si se hubiera podido poner en práctica el Plan Estratégico de la empresa melillense SODEMEL- lo que escribió el por aquel entonces presidente de la CAM, Juan José Imbroda, cuando presentó, en el año 2006, el Plan que había elaborado su propio Gobierno local de entonces: “El objetivo es conseguir que la Melilla del futuro sea próspera, segura, orientada hacia los ciudadanos y abierta al mundo. No hay tarea más apasionante que construir el futuro”. Han pasado 14 años desde entonces y, con toda evidencia, no hay el más mínimo parecido entre aquel objetivo y la realidad actual, desgraciadamente.

Vuelvo a hacer la oferta de cooperar con el Gobierno local, con el Plan de SODEMEL como guía, para intentar, entre todos los que sepan algo de economía y tengan algo que defender, conseguir que Melilla sea esa ciudad próspera y abierta al mundo que puede -todavía- llegar a ser. Y brindo una idea, proveniente del economista de moda, Thomas Piketty, expuesta en su último libro, el mencionado “Capital e ideología”, una propuesta sobre la que se debe reflexionar en Melilla. La propuesta del famoso economista francés es ceder 120.000 euros a cada joven cuando cumpla 25 años. El objetivo económico: aumentar la circulación del capital y activar la economía. El social: integrar y activar a muchos jóvenes. ¿Su posible aplicación en Melilla, donde calculo que afectaría a unos 1.000 jóvenes?: utilizar mejor esos 285,6 millones de euros que son los del presupuesto de la Ciudad, además de conseguir/emplear más fondos europeos y del gobierno español.

Posdata
Sobre el artículo que publicamos ayer con el título de “Sr. Imbroda, no es una cuestión personal, es una cuestión de principios”, y puesto que no me gusta que me feliciten por lo que no he hecho, aclaro que tal artículo -que me parece muy bueno, en cuanto que refleja el sentir de muchos melillenses- no lo he escrito yo.

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