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La página de Robles

La vuelta al mundo del COVID-19 El punto y seguido, el punto y aparte y el punto y final

La calle Capitán Carlos de Lagándara, del barrio conocido como el Monte-hoy Calvo Sotelo-, fue testigo de mi deambular escolar hasta los diez años, primero en la academia de D. Alonso y después en la Academia Cervantes, donde tuve el honor de recibir enseñanzas de D. Enrique, D. Adriano y D. José Luis, y en gran medida a todos ellos les debo la base para ser lo que hoy soy, y en ello incluyo el adecuado uso de nuestra lengua, y más en concreto el de los punto y seguido, aparte y final.
El 11 de marzo pasado, la O.M.S. declaró la pandemia del COVID_19, a partir de ese momento, empecé a colaborar con el diario MELILLA HOY, en un humilde intento de ayudar a comprenderla desde otra perspectiva, a los lectores y a la ciudadanía que tuviera a bien leerla, dentro de la infodemia que dicho proceso ha generado; en la primera colaboración, hablaba de imprevisión en nuestro gobierno y de que el confinamiento generalizado-obligado en España porque carecíamos de recursos para tener otra opción-no solucionaría la epidemia, además de que causaría daños aún peores y por más tiempo que la propia epidemia. Hoy, lamentablemente, los hechos me dan la razón.

Las sucesivas colaboraciones pusieron encima de la mesa la imprescindible realización masiva de tests diagnósticos-conocer para actuar-, recuerden aquel “tests, tests y tests" de la O.M.S., así como el necesario uso de las mascarillas entre las medidas preventivas (6 de abril); señalé que la epidemia era fruto del comportamiento humano, y por lo tanto era lo que había que corregir si se quería parar la epidemia, ante la falta de tratamiento o vacuna eficaces (12 de abril). Ello es hoy plenamente vigente ante la falta de tratamiento y vacuna eficaces.

En abril también era clara la ausencia de homogeneidad entre los datos oficiales (Mº) y los reales (incidencia, mortalidad, etc.), debida al periódico cambio de criterios por parte de aquel, orígen de importantes sesgos y con una más que posible consecuencia: la imposibilidad de poder atribuir “paternidad” al desastre asistencial que estaba ocurriendo. Hoy es tarea ardua, y casi imposible, elaborar unas series temporales de referencia-con un mínimo rigor-, y en este desbarajuste también participan las C.C.A.A., con la remisión irregular de sus datos a la RENAVE (Red Nacional de Vigilancia Epidemiológica).

Mayo nos trajo el Plan para la Normalización elaborado por el gobierno de España(gradual, asimétrico, coordinado y adaptado), para mí correcto metodológicamente-como ya dije-, pero con muchas lagunas en su puesta en práctica y con el rechazo frontal de gran parte de la sociedad, ante el estrangulamiento social que suponían las crisis sanitaria y económica que ya coexistían. También traté una de las más graves consecuencias de la epidemia, su impacto sobre la salud y sobre sus cuidados, que aún hoy-ante la falta del control de la epidemia-sigue creciendo y por lo que dicho impacto será aun mayor de lo previsto; y me hice eco del impresentable, incomprensible e insufrible tributo que el personal sanitario estaba pagando en su salud-incluso con su muerte-, fruto de la imprevisión de los responsables.

Finales de mayo trajo el día de luto oficial por los fallecidos por la epidemia, y recordé que los muertos “por, de y con” COVID,-aún recuerdo la “anécdota” de un mandatario local sobre ello-eran la misma consecuencia, y por lo tanto el tabulador permitiría su inclusión en el mismo lugar. Hoy, de los más de 700.000 casos, son 55.000 las personas muertas en España, por, de y con COVID; un hecho sólo catalogable como una auténtica vergüenza, es que 61.500 de los infectados son sanitarios.

Junio trajo el desencuentro o baile desacompasado del gobierno central y los gobiernos de las C.C.A.A., en contra de la cogobernanza que preconizaba el gobierno de España, y que supuso el que la desescalada pasara a ser controlada por éstos; la opinión de los expertos es unánime al respecto: nunca se debió de retirarse el gobierno del control, y se corrió mucho en la desescalada (la situación económica, sobre todo del sector turístico, fue crucial en ello). Del baile de la yenka del gobierno durante el estado de alarma, se pasó al de la escoba durante la desescalada.

A partir de julio, en la creencia-errada por mi parte, entre otros muchos-de que el virus nos daría una tregua, abrí un espacio para los rebotes del COVID-19, y así pasé a tratar temas como la crisis de la O.M.S,-generada por su comportamiento en la pandemia y la reacción inadecuada de E.E.U.U.-, la reserva estratégica necesaria para no caer en el desastre pasado, el uso masivo de las PCRs-por fin devenido en esencial, y propuesto por mi parte para su ofrecimiento a los viajeros que llegaban a Melilla, ¡el 26 de julio!-, o los augurios existentes sobre el final de la pandemia, entre otros temas.

Pero ya a finales de julio, la realidad me sacó de mi sueño iluso, en realidad fueron los llamados rebrotes los que lo hicieron, y España entera-por el comportamiento irracional de parte de su población, resumido en las 6B-los sufrió como un reguero de pólvora, haciendo incluso que el final del verano se adelantara, y con ello que el desastre económico del sector turístico se confirmara, con la pérdida de mas de 10.000 millones de euros. El otoño no será mejor, y el invierno-que está cerca-como ya dije, no traerá nada bueno.

Mi opinión-tampoco mi estado de ánimo sobre el tema lo es-no es buena, porque nuestros datos no lo son, ya que España sigue ocupando los primeros puestos de la U.E. en datos negativos (incidencia, mortalidad,..), y lo que es peor, ¡subiendo!. Y lamentablemente Melilla, a diferencia de lo que ocurrió durante el estado de alarma-está claro el papel del confinamiento-, no se desmarca de esa línea de tendencia; el virus ya usó el figurado trampolín del final de las vacaciones, y no tengo dudas de que usará también el del inicio de las clases, para lograr un mayor impulso en su incidencia.

Y aquí estamos hoy, con una España que en su figurada faz-su mapa-, ha pasado de aparentar rubéola por los rebrotes, a un sarampión confluente por los confinamientos; sólo queda desear que nuestros sanitarios-una vez más-la paren, y eviten el punto y seguido que sería la llegada de la flamígera urticaria.

Para ese punto y aparte, ya que el punto y final sólo lo traerá la vacuna, será preciso que la reserva estratégica en material sanitario sea una realidad, y los refuerzos en Atención Primaria también-así como en los centros docentes-; aún no han llegado, esperemos que lo hagan y a tiempo, porque hasta ahora sólo consta un real refuerzo de plantillas en las funerarias.

Nota del autor.- Tras seis meses de disfrutar este espacio de opinión, lo cual debo y quiero agradecer al Melilla Hoy y a su editor, obligaciones profesionales-la formación y la investigación lo son-me impiden mantenerlo, al menos al nivel de interés y rigor que me autoexigía y que he intentado tuviera, y por eso hoy cesa, al menos en este formato; a los lectores que les haya interesado algo de lo escrito, muchas gracias y con ello me doy por compensado-no sólo quise predicar, también intenté dar trigo-, y a los que haya aburrido o cansado, mis sinceras disculpas. En todo caso quiero aclarar, que también esto quiero que sea, no un punto seguido ni final, sino un punto y aparte.

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