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La plaza de toros, el peor recuerdo de muchos y regresar a casa, un sueño anhelado

Una jornada de colas y esperas

El puesto fronterizo de Beni-Enzar volvió a convertirse ayer, tras la experiencia del miércoles, en un bullir de familias y maletas, en un mar de nervios y cansancio de los 200 marroquíes que pudieron regresar a casa tras siete meses varados en Melilla con el cierre fronterizo por la pandemia. Para todos, la alegría de volver a ver a los suyos lo superaba todo, incluso para quienes aseguran que el peor recuerdo fue su paso por la plaza de toros. La Delegación del Gobierno informa que este domingo saldrá un tercer turno y no se descarta un cuarto para estse martes. Aunque a las diez de la mañana estaba previsto que comenzara el tránsito de marroquíes, de forma escalonada hacia el puesto marroquí, lo cierto es que algo más de una hora antes numerosas personas se agolpaban en las inmediaciones de la rotonda de acceso al vallado del puerto de Beni-Enzar para esperar su turno.

Familias con niños de corta edad, mujeres solas, hombres solos, personas mayores y adolescentes, esperaron su turno formando colas donde las autoridades les indicaban que lo hicieran, respetando las medidas de seguridad como la distancia social, y, sobre todo, la mascarilla. Los viajeros tenían que mostrar su documentación a la policía que, lista en mano, comprobaba que su nombre se incluyese entre los 200 que este viernes regresarían a casa. El que no estuviera en la lista o no hubiese sido avisado para acudir este día concreto, podía acercarse a una mesa habilitada en un lateral, donde facilitar sus datos a la policía, con los que confeccionar el listado del tercer grupo de ciudadanos del país vecino que este domingo se prevé pueda iniciar este ansiado retorno.

Regreso
La espera se hizo larga para los presentes, pero lo llevaban con paciencia, porque qué más daba esperar una hora cuando han estado siete meses anhelando este regreso. Las mujeres forman corrillos con otras mujeres, y los nombres departen entre ellos en grupos que surgen y desaparecen.

Los marroquíes no quieren hablar. Están cansados y lo único que dicen, es que solo quieren volver a casa y que los dejen tranquilos. A muchos de los que esperan en la plaza junto al vallado del puesto fronterizo, los acompañan amigos o familiares de Melilla con los que han podido compartir un techo durante este tiempo.
“Hemos disfrutado de ella como si fuera una hija más”, apunta una melillense, que explica que acogieron a una joven que es hija de unos primos de Marruecos. Afirma que la joven “lo ha pasado mal, porque echaba mucho de menos a sus padres, pero ahora gracias a Dios se va con ellos”.

Plaza de toros
Un hombre, con sus escasas palabras en castellano, explica que al otro lado tiene a su mujer y sus hijos. Él fue uno de los primeros que estuvo en V Pino y después en la Plaza de Toroso y afirma que la experiencia fue muy mala, pero tuvo la suerte que lo acogió en su casa una familia de Melilla. Otro hombre a su lado confirma con gestos que la comida que les daban en la plaza de toros era poca y de mala calidad.

Un vecino de Melilla, haciendo labores de intérprete, explica que los que han vivido en la plaza de toros cuentan que es un espacio que no reúne condiciones, que está a la intemperie, que los días de invierno hacía muchísimo frío porque la lluvia y el viento se colaba por todas partes, y en los días de verano, el calor era sofocante. También reconocen que la convivencia era difícil, pero no concretan quiénes generaban problemas, solo que ese no es un sitio para que vivan personas.

El teléfono móvil ha sido la única y principal vía de contacto de los marroquíes varados en Melilla con sus familias al otro lado de la frontera. Les cuentan que en el país vecino las cosas están mal, que el virus sigue, que no hay trabajo.

Una joven afirma que no quiere marcharse de Melilla, pero tiene que hacerlo porque está sola en la ciudad, y tiene a su familia en Marruecos.

Un joven reconoce que preferiría quedarse en Melilla porque en su país no hay trabajo. “La cosa está ahora peor que antes”, afirma, pero añade que necesita volver con los suyos. Niega, como otros muchos a los que se pudo preguntar, que se les haya obligado a irse de Melilla. “No, no es verdad, nadie me ha obligado a irme, y quien diga que le echan, es mentira”, aseguró una mujer.

Los nervios están a flor de piel entre los presentes, pero se mantienen las formas y se siguen las normas. “La gente ha sufrido mucho, lo ha pasado mal y ahora está la inseguridad de si pueden volver a Marruecos porque hay gente que le avisaron para venir hoy y ahora le dicen que no están en la lista, y eso lo tienen que arreglar”, explicaba un melillense.

Nadie sabe por qué la frontera ha estado tanto tiempo cerrada, ni tienen un responsable. No culpan a España ni a Marruecos, porque lo que ahora toca es poner fin a esta espera y regresar a casa.

Delegación
La delegada del Gobierno, Sabrina Moh, se desplazó al puesto fronterizo para conocer in situ cómo se estaba desarrollando esta segunda jornada de repatriaciones voluntarias, y no será la última, porque se prevé que el domingo parta otro grupo de 200 y no se descarta que el martes pueda salir un nuevo grupo.

La representante del Ejecutivo central en la ciudad no hizo declaraciones, por lo que no pudo resolver dudas sobre cuántos marroquíes se marcharán en estos trasladados previstos ni qué va a pasar con los melillenses que se han quedado atrapados en el país vecino. Se prevé que Sabrina Moh ofrezca una rueda de prensa la próxima semana, a modo de corolario de lo que ha sido esta operación.

Despedidas
En la frontera, una vez superados los controles, se viven escenas de gran emotividad, como la joven que se abraza a su abuela de avanzada edad que cruzará la frontera sola, en silla de ruedas y ayudada por los agentes. También, las familias que se abrazan emocionadas para volver a separarse no se sabe bien por cuánto tiempo.

Aquí quedarán los melillenses y al otro lado, los marroquíes, y a ambos les seguirá separando una valla y las políticas que seguirán adoptando, por lo general de forma unilateral, las autoridades marroquíes.

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J.A.M

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