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El día de la marmota

“Los días de aparcar gratis se han acabado: su coche es su problema, no de los demás” (Miguel Anxo Fernández Lores, alcalde de Pontevedra)

Este título, como podéis imaginaros, hace referencia a la simpática película de la que tomo la idea para este artículo (si no la han visto, se la recomiendo). Esa aventura recurrente donde las haya, que nos propone el gran Bill Murray a partir de un extraordinario suceso que tiene lugar en un pequeño pueblo de EE. UU., donde un humilde reportero se ve atrapado de forma inexplicable, tras visitarlo por motivos de trabajo, con la extraordinaria particularidad de que amanece siempre de forma inevitable el mismo día, y siendo el único que se percata de esa excepcional circunstancia. Siempre en ese despertar incansable, logrado por el vibrar del mismo “maldito despertador” que tanto llega a molestar incluso al propio espectador, anunciándole que nada cambiará para él, pues los mismos hechos se acontecen sin remedio, pese a los muchos intentos por evitar esa consecución de acontecimientos constantes, repetitivos e infinitos. El gran Bill comprende así, tras abrir sus ojos de forma soñolienta una y otra vez que, haga lo que haga, nada le apartará de “sufrir” los mismos hechos y acontecimientos, aun a pesar de poner en práctica las más diversas y rocambolescas filigranas para lograr que, al despertarse, no siga resonando la misma canción, en la misma emisora, el mismo día, del resto de toda su vida.
Si se preguntan aún por qué escogí este título tan “revelador”, donde los acontecimientos no maduran con el tiempo, sino que son repetidos, sea cual sea el día en el que nos encontremos, se lo aclararé, sin demora, en las próximas líneas.
Imagínense en esa dantesca situación, repitiendo un bucle temporal interminable que le condena a una vida tediosa, como si reseteáramos el día anterior volviendo a presenciar los mismos “condenados acontecimientos” día tras día, de forma recurrente, en el que la temporalidad de los mismos quedara como grabada en piedra. Presentándonos las mismas imágenes, los mismos hechos y donde solo usted será el único que podrá observar los cambios que, siendo razonables y lógicos que se sucedieran, no son logrados jamás. Atrapado en ese día que les propongo hoy, y que observa mi entidad en nuestra ciudad cada mismo amanecer, en nuestro “particular” día de la marmota.

Tremendas injusticias
Es muy complicado observar la consecución permanente de estos acontecimientos, en especial los referidos a los constantes abusos sociales que observamos a diario. Como entidad, se nos muestran tremendas injusticias, que se suceden de forma sistemática, y donde cualquier tipo de autoridad permanece prácticamente ausente. Personas encarceladas en sus casas (en silla de ruedas), por serles físicamente imposible salir a la calle, en esa violación permanente de unos derechos fundamentales, mediante la archidenunciada invasión del espacio peatonal por parte del vehículo privado. Donde el macarra de turno obliga y desvirtúa el sentido común más básico en términos de movilidad, agarrado como una garrapata a la invariable frase “¿Y dónde aparco el coche, si no hay sitio?”. Como si esa anciana señora, condenada en vida, desde detrás de la ventana de su casa, que bien podría ser su abuela, tuviera que estrujarse los sentidos para responder a ese acertijo tan absurdamente recurrente.
Madres, padres, abuel@s, tí@s, hij@s se ven obligadas a modificar el camino trazado como peatones, a cambiar de acera, a subir y bajar adoquines, forzadas a romper la continuidad peatonal diseñada por supuestos expertos, ya que las zonas residenciales, usadas durante décadas, les son en la actualidad negadas por “decreto automovilístico” en esa invasión permanente del espacio peatonal por parte del vehículo privado, donde coches, motos, camiones se creen con el derecho “divino” a ello, convirtiendo esos corredores peatonales en callejones impracticables, por soberbia de unos y la omisión complaciente de todos.
Esta entidad ha participado en todos los medios de comunicación de esta bendita ciudad denunciando tamaño atropello. Podríamos decirlo más alto, seguro que sí, pero ¿de qué serviría?
Si deciden preguntarse el éxito de nuestras peticiones, solo deben de mirar a su alrededor, donde la omisión en el auxilio por parte de todos los políticos y autoridades hacia los grupos más vulnerables, creo que no puede ser más evidente, pues consejeros, viceconsejeros, jefe de la Policía Local, Delegación y otros muchos, conocen la problemática de no hacer nada, algunos desde hace años, otros desde “solo” unos meses.
No piensen por un momento que estas demandas son en favor del que les escribe hoy aquí. Yo aún puedo “saltar obstáculos”. Buscan la protección de esos grupos sociales (infancia y mayores), olvidados de forma permanente en cualquier rincón de esta ciudad. Tal vez piensen que estos hechos no les afecta hoy y puede que tengan razón temporalmente, aunque como dijo una ministra hace algunos años, “todos seremos discapacitados algún día”. Si llegamos, evidentemente.
Puede que personas “circulando” en sillas de ruedas en modo coche por las carreteras de nuestra ciudad, mostrando una “movilidad sesgada”, no les llame la atención. Puede que el cumplimiento de leyes como “La Ley de Accesibilidad”, inaplicable actualmente en nuestra ciudad, sea denunciada por las entidades sociales año tras año sin conseguir nada. Puede que no sorprenda a nadie, incluso, que caminos escolares (todas las aceras lo son), sean invadidas por “abusones” de dos toneladas, mostrando su fuerza sin que nadie haga nada por evitarlo. Dobles y triples filas de “solo un minuto” son difíciles de no ver en zonas por todos conocidas (puertas de centros escolares, centros de salud…), donde accesos básicos son malogrados de forma sistemática, pues, al parecer, nadie es capaz de poner el cascabel a este “mal encarado gato”.
Estacionamientos en las aceras o contrarios al sentido de la marcha, ruidos “asesinos” (el ruido mata a 8.900 personas en Europa al año, datos de la EFC 2017), malos humos por doquier. Calles donde vehículos sin seguro, sin ITV o sin permisos de circulación campan a sus anchas, en las que todo tipo de violencia vial es observada en cualquier lugar, y la vírica invasión de los espacios sociales por parte del coche hace tiempo que llegó al status “modo pandemia”. Este es el escenario que se nos presenta en nuestro particular e inalterable “día de la marmota”.

Absoluta indiferencia
Muchos años he sido testigo de esta absoluta indiferencia de la que les hablo hoy. Cientos de fotografías, decenas de vídeos, incluso algunas denuncias lo atestiguan, cuando mi integridad física fue puesta en peligro. Muchas reuniones demandadas con los “particularmente responsables”, muchas responsabilidades señaladas en nuestras “particulares demandas”, muchos fracasos en romper esta dinámica de indiferencia, que nos afecta a todos.
Les pido que no se sorprendan si mañana, estas líneas que les escribo hoy, siguen inalterables. Sean testigos, nuevamente, de la misma prosa maliciosa en nuestras calles, donde frases como: “¿y dónde quieres que aparque?”, “¡es que no hay sitio!”, “¡solo es un momento!” o “¡hay sitio para pasar …de que te quejas!”, etc, siguen vigentes, pues, al fin y al cabo, tal vez nadie sea capaz de despertarnos jamás en el amanecer de este nuevo día de la marmota.

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