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Carta del Editor

Del Estado del bienestar al bienestar del Estado…y el malestar de los españoles

Se dice y se repite que hay que “construir instituciones y normas justas”. Convertida la frase progre en pregunta generalizada no cabe más que una respuesta pública: sí, claro que sí. Pero las respuestas serían dispares y diferentes si la pregunta fuera: ¿cómo construir instituciones y normas justas? Probablemente las respuestas progres e incluso las mayoritarias serían: subiendo impuestos a los ciudadanos, para que maneje el Estado -que, por definición progre, nunca se equivoca y siempre está pensando en el bien ajeno, jamás en el propio de sus dirigentes- ese dinero extra. Así que habría que repreguntar, para intentar pasar de la teoría a la práctica: ¿a quién hay que subirles los -ya altos- impuestos? Aquí sí habría una respuesta unánime: a los demás, o sea, a los “ricos”, grupo del que el que responde a la pregunta y por definición jamás forma parte, o sea, que suban los impuestos a “los otros”.
Nos hallamos, otra vez, ante “Otro acto de propaganda”, como señala el editorial de ABC del 8/10. Pedro Sánchez promete ahora, además de subir impuestos, “crear” 800.000 puestos de trabajo. Zapatero prometió “crear” dos millones de puestos de trabajo en 2008, y dejó 5 millones de parados. Felipe González le recordó al infausto Zapatero: “Yo prometí en la primera legislatura 800.000 empleos y destruimos 800.000. Y me callé para siempre, porque los empleos los dan los empleadores, no el Estado”. Doble lección a la que el autista y endiosado Sánchez no hará, como en él es habitual, ni caso. Su objetivo es mantenerse en el poder, como sea y el tiempo que se pueda, a base de propaganda, mintiendo y dando la razón a los que opinan, a los que opinamos, que la falsedad interesada es inherente al poder político. En falsedad Sánchez es un verdadero, y lastimoso, campeón mundial, a pesar de que hay mucha competencia.

Nos encontramos, de nuevo, con el populismo ignorante. “La ampliación del techo de gasto es un disparate”, escribió Francisco Bohórquez en nuestro periódico, el periódico de Melilla, el 8/10. “El problema es que el beneficio público, en el caso de los políticos, es el beneficio propio (de ellos) de ganar las elecciones, y que el medio para alcanzarlo es tu dinero…el incentivo (para los políticos) es gastar tu dinero, ganar las elecciones y que de los ajustes (posteriores) se encarguen otros”, los que les sucedan, tras echarles, porque ellos -los que alardean de terminar con la austeridad- “cobrarán una pensión vitalicia que pagaremos entre todos y se dedicarán a dar conferencias por el mundo, mientras las consecuencias las sufriremos nosotros”, los “ricos” o los tontos (por votarles), según se mire. El tan mencionado Estado del bienestar ha pasado a ser el bienestar del Estado, de los déspotas como Pedro Sánchez y su numerosa compañía, y la consecuencia, cada vez más visible y más profunda, es el malestar de los españoles, excluyendo a los capitostes socialcomunistas e independentistas.

No útiles, o sea inútiles, son la mayoría de los miembros del Gobierno. Útil: Que trae o produce provecho, comodidad, fruto o interés. Inútil: No útil (su antónimo). Definiciones de la RAE. Así definidas, y no se pueden definir de otra manera, salvo que se pretenda forzar las palabras, el título del “manifiesto” del pensador italiano Nuccio Ordine, “La utilidad de lo inútil”, es, como él mismo empieza diciendo, un oxímoron, una combinación, en una misma estructura sintáctica, de dos palabras de significado opuesto que originan un nuevo sentido (un silencio atronador, por ejemplo). Ordine retuerce los significados -algo muy progre- y considera como útil todo aquello que nos ayuda a hacernos mejores, incluyendo “aquellos saberes cuyo valor esencial es del todo ajeno a cualquier finalidad utilitaria”, algo que ya sabemos. Lo que no sabíamos es que algo que tiene una finalidad utilitaria ya no puede calificarse como “útil”, según el progre Nuccio Ordine.

Pero, se mire como se mire, se defina como se defina, es imposible considerar útil hoy en día a la cúspide de la estructura política de Melilla, formada por Eduardo de Castro, insólito e inútil presidente, y el trío de líderes de los tres mayores partidos de nuestra ciudad, Juanjo Imbroda, Mustafa Aberchán y Gloria Rojas, manifiestamente inútiles en cuanto que incapaces de llegar a acuerdos que pongan fin al insoportable martirio político local que padecemos.

Posdata
Lo que está haciendo el déspota Sánchez con Madrid -mi segunda ciudad, el pulmón económico de España, su ciudad más abierta- supera ya todos los límites de lo tolerable, por mucho que nos hayan logrado aborregar a los españoles estos progres venezolanos (del comunista Maduro) que ahora nos mal gobiernan.

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