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Tizzi-Assa y el Teniente Coronel Valenzuela Reconquista del territorio tras el desastre de Annual (V)

El cadáver del Teniente Coronel Valenzuela, saliendo del cementerio

…El viernes 25 de mayo del año 1922, un aparato Havilland, pilotado por el suboficial señor del Valle y llevando como observador al capitán Álvarez Builla, voló sobre el zoko Tlatza de Bu-Beker, donde se había observado una pequeña concentración de rebeldes.

Estos hicieron varios disparos de fusil, uno de cuyos proyectiles produjo algunos desperfectos en el radiador. Después de una hábil maniobra, el Havilland tomó tierra cerca de Bufarcuf. Los aviadores resultaron ilesos. El aparato fue trasladado a Dar Drius.
En los combates librados el domingo y lunes 27 y 28 de mayo de 1923 para aprovisionar a Tizzi Assa, los aeroplanos de bombardeo volaban sobre el campo de la lucha, tomando parte en ésta de modo muy directo. Casi a ras de tierra, no obstante las condiciones desventajosas en que se encontraban por la proximidad de los montes de Tizzi Assa, ametrallaban a los rebeldes y lanzaron sin cesar granadas explosivas, pudiendo comprobar por sus vuelos bajos los efectos mortíferos que causaban ante los harqueños.

Durante los ataques el 27 de mayo de 1923, la aviación pone en marcha los vuelos para apoyar el combate de la columna Gómez Morato. Con la primera tanda de vuelos salía el del alférez Ingunza con el teniente Montero de observador.

Los rifeños hacían descargas cerradas sobre los aparatos. El que iba tripulado por el alférez de complemento don Ramón Ingunza y el teniente de Caballería don Enrique Montero, a consecuencia, sin duda, de los efectos de una descarga, que debió herir o matar al piloto, quedó sin gobierno, yendo a caer en el barranco inmediato a Bu Hafora. Las fuerzas que acudieron en su auxilio inmediatamente recogieron los cadáveres de los valerosos oficiales que momentos antes habían asombrado a todos con su proeza. Ambos fueron enterrados en el Panteón de Héroes de Aviación.

A última hora de la tarde del lunes día 28 de mayo de 1923 se vieron obligados a aterrizar cerca del campamento de Dar Drius los aparatos que pilotaban los capitanes Lorente y Lóriga. Al final de esta jornada se contabilizaron, aparte del de Ingunza, cuatro aparatos derribados, que quedaron averiados en Drius, y doce con numerosos impactos. La Aviación siguió colaborando con reconocimientos y bombardeos ocasionales sobre los núcleos enemigos a pesar de que las condiciones de vuelo de esos días fueron poco favorables por el constante fuerte viento de poniente. Los reconocimientos del día 2 de junio revelaron que continuaba la actividad en el campo enemigo. El día 3 la Aviación aprovisionó por el aire de material de fortificación y de elementos sanitarios la posición de Tizzi Assa.

Estaba previsto que para el día 5 de junio se utilizase de nuevo el aeródromo eventual de Dar Drius para que repostasen los aeroplanos durante la jornada, para ello se trasladó todo lo necesario y se instaló un servicio telefónico de campaña que permitiese la conexión con Tauima. También se les pidió a las fuerzas de tierra que llevasen banderas blancas, especialmente las avanzadillas, para facilitar su identificación desde el aire.

La aviación comenzó sus servicios a las cuatro de la mañana. Las escuadrillas irían turnándose en los servicios volviendo a repostar y municionarse en Drius. El teniente coronel Kindelán quiso volar como observador en el “Bristol” del capitán Llorente, jefe de la segunda escuadrilla. Después de una primera salida aterrizaron en Dar Drius para repostar y volvieron a salir. Se dirigieron hacia Benítez y Viernes, hicieron varias pasadas entre ambas posiciones recibiendo abundante fuego. La tercera vez Kindelán resultó herido en el brazo y empezó a sangrar en abundancia. Llorente intentó aterrizar lo más pronto posible y escogió para ello unos campos por detrás de las primeras guerrillas. El terreno era malo y el aparato capotó, pero se consiguió atender con rapidez al teniente coronel.

A media mañana sería Carrillo, jefe del tercer grupo, quien tuvo que tomar tierra en Bufarcut con el motor dañado por los disparos enemigos. El propio Carrillo había sido herido en el pie y hubo que sacarlo del puesto de pilotaje. Los días posteriores al 5 de junio continuaron haciéndose servicios de reconocimientos y bombardeo. La casualidad hizo coincidir las ocasiones en las que Tizzi Assa protagonizó intensos combates con pioneras actuaciones sanitarias de la Aviación. Los primeros servicios tuvieron lugar en los combates para tomar la posición a finales de octubre y comienzos de noviembre de 1922. Fueron de transporte de personal sanitario y equipos quirúrgicos al frente. De esta forma los médicos y enfermeras atendían más rápidamente a los heridos. Más adelante, en mayo de 1923, se incorporaría un avión sanitario con el que se realizaron evacuaciones de heridos.

El primer servicio sanitario fue la noche del 2 de noviembre del año 1922. Había habido heridos en los combates.

El pronóstico era serio y en Drius no había medios suficientes. Como se habían trasladado a Drius algunos aeroplanos para que cooperasen con las operaciones de aquellos días, se optó por ir a buscar en avión el equipo médico y el material quirúrgico necesario.

El capitán García Orcasitas salió en vuelo hacia Tauima para recoger al doctor Noguera, comandante médico. El Dr. Nogueras estimó necesario llevar con él un ayudante y una enfermera. Eran los primeros vuelos nocturnos que realizaban los aviadores. El campo de aterrizaje de Dar Drius ofrecía no pocos inconvenientes. Todo esto hubo que decírselo a la señorita Elvira López. La enfermera accedió a acompañar al doctor y en Tauima se prepararon otros aparatos para transportar al teniente médico, a la enfermera y el equipo quirúrgico necesario. Mayo y junio de 1923 también presenciaron algunas actuaciones de la Aviación sanitaria.

El mismo día 28 de mayo, al igual que había sucedido en noviembre, fue necesario trasladar al frente personal médico. Esta vez fueron dos hermanas de la Caridad, sor Amparo Álvarez y sor Máxima Rivero, las que salieron para Dar Drius en aeroplano acompañando al comandante médico señor Herranz y al capitán García Gutiérrez, especialista de las heridas del vientre. Uno de los heridos graves era el comandante Félix Repollés quien finalmente fallecería. Días antes, el 23, había llegado desde Sevilla un avión sanitario pilotado por Virgilio R. Sbarbi. A pesar de su disponibilidad, la jornada del 5 de mayo y las siguientes estuvo estacionado en Drius, hasta el 8 de junio en que trasladó a un teniente herido desde Drius a Nador.
¿COMO MURIÓ VALENZUELA?
Según referencias de algunos heridos que llegaron al hospital Docker, el heroico teniente coronel Valenzuela ordenó que tocaran ataque general. Parece ser que este toque no fue oído por los legionarios y entonces el Jefe del Tercio avanzó solo, pistola en mano. La Legión tras él penetró en el barranco que nace al pie de Peña Tahuarda y conduce a Tizzi-Assa, por el barranco de Iguermiren, desalojando al enemigo.

El teniente coronel Valenzuela recibió mortal herida en el vientre, mas a pesar de esto continuó aún alentando a los suyos. Una segunda bala hízole caer en tierra para no levantarse más. Las bajas legionarias fueron muy elevadas y sensibles: más de sesenta muertos entre oficiales, suboficiales y tropa; y más de ciento veinte heridos graves.

El día siguiente todas las fuerzas quedaron vivaqueando en el terreno conquistado durante el combate de la jornada anterior. El teniente coronel Valenzuela estaba tendido en el suelo, rodeado de su escolta, de los camilleros, su enlace, así como de muchos legionarios más, que intentaron recogerlo durante el combate. Con respeto, con gran amor es retirado por los legionarios y, dignamente escoltado, es conducido a la posición de Benítez.

Permaneció el cadáver en ésta durante el día 6, acompañado por su sobrino, capitán del Tercio Sr. Urzáiz. El día 7 todo el personal de Tafersit salió para auxiliar a los que quedaron vivaqueando y recogiendo a los muertos.

LOS QUE LO RECOGIERON
Se conocieron detalles que patentizaron el heroísmo de los soldados de la Legión. Al caer mortalmente herido el teniente coronel, cuatro legionarios le recogieron, colocándolo en una camilla. Apenas hubieron caminado algunos pasos, cayeron muertos tres de los camilleros. El cuarto resultó gravemente herido.

Otros legionarios quisieron recuperar al compañero herido, quien se negó terminantemente a ocupar la camilla, manifestando que trasladaran primero al teniente coronel y que después volvieran por él.

Así lo hicieron. El legionario a quien aludimos y cuya conducta es merecedora de elogios, pertenecía a la 14ª Compañía e ingresó el día 7 en el hospital Docker de Melilla. El cadáver de Valenzuela presentaba dos heridas de arma de fuego: una en la cabeza y otra en el vientre. A corta distancia de donde fue encontrado, había otros seis cadáveres: El del alférez Pablo Sendra y los de cinco legionarios. En los bolsillos de la guerrera se le encontraron algunos documentos. Pendiente del cuello llevaba varias medallas.

LLEGADA DE ENRIQUE VALENZUELA
Procedente de Madrid llegó el día 8 el capitán de Artillería, Enrique Valenzuela, hermano del malogrado jefe del Tercio. El citado capitán venía destinado al regimiento de Artillería a caballo, a cubrir la vacante del capitán Atilano Fernández Negrete.

Por la tarde estuvieron visitando a los heridos los hermanos del teniente coronel Valenzuela, Joaquín y Enrique, y abrazando a todos los oficiales que sirvieron a las órdenes de su hermano.

HONORES AL CADÁVER
Acompañaban al cadáver del jefe del Tercio, los capitanes Urzáiz (sobrino) y Ortiz de Zárate y suboficiales Tiede y Mata. Al llegar a Tafersit, el coronel Fernández Pérez, jefe de la línea de vanguardia, ordenó que formara la fuerza allí destacada, la cual presentó armas. La banda de cornetas dejó oír el himno nacional.

El momento fue de gran emotividad y aún más cuando el coronel Fernández Pérez, en elocuentes y levantadas frases, enalteció la memoria del teniente coronel Valenzuela y la admirable actuación de la Legión. Terminó con vítores a España, al Rey, y a la Legión, y a todos los que con Valenzuela murieron, que fueron unánimemente contestados por todos los presentes.

Análoga y emocionante escena se desarrolló al llegar el fúnebre cortejo al campamento de la Batería de "obuses", de Tafersit. Todos los artilleros presentaron armas; unos y otros formaron al lado de sus piezas.

El teniente coronel Pérez Vidal pronunció elevadas palabras, haciendo un caluroso elogio del admirable proceder del jefe del Tercio. Los que conducían el cadáver, aguerridos soldados de la Legión, profundamente impresionados, dejaron correr las lágrimas. Cumpliendo órdenes del Comandante General de Melilla, al paso del fúnebre convoy, por las posiciones de Cheif, Bufarcut, Dar Drius, Batel, Monte Arruit, Zeluán y Nador, las fuerzas en ellas destacadas rindieron honores al cadáver.

EN EL CEMENTERIO DE MELILLA
El jueves 7 de junio, a las dieciséis horas y treinta minutos, llegó al cementerio de la Purísima Concepción el furgón que conducía el cadáver del heroico jefe. Cuatro soldados del Tercio trasladaron la camilla a uno de los depósitos, con objeto de proceder al embalsamiento del cadáver. Dicha operación la llevaron a cabo los capitanes médicos Benzo y Santa Cruz.

En una de las dependencias del cementerio se instaló la capilla ardiente. Techos y paredes fueron cubiertos con la Bandera Nacional. Al fondo, se destacaba el emblema de la Legión. En el centro, se colocó el severo túmulo, cubierto con paños negros, donde fue depositado el féretro, que era de caoba.

Pendían de las paredes hermosas coronas, enviadas por las distintas banderas del Tercio, tanto de la zona occidental como de la oriental. También del Inmemorial del Rey, del Grupo de Fuerzas Regulares Indígenas de Melilla Nº 2, del Grupo de Fuerzas Regulares Indígenas de Alhucemas Nº 5 y Cámaras de Comercio y Agricultura. El Alto Comisario, acompañado del General Castro Girona, coronel Ignacio de Despujol, comandante Asensio y capitán José Pérez de Guzmán, estuvieron por la tarde en el cementerio, dando el pésame al capitán Joaquín Valenzuela y a los familiares del alférez Fermín Alarcón de Lastra.

En la noche de dicho viernes el Comandante General de Melilla, acompañado de su ayudante, el comandante Lances, estuvo en el cementerio velando el cadáver del teniente coronel Valenzuela. A la capilla ardiente acudieron durante la noche y el día numerosas personas de todas las clases sociales.

TRASLADO DE LOS CADÁVERES AL PUERTO
Desde antes de las cuatro de la tarde del sábado día 9, el cementerio de la Purísima Concepción comenzó a verse concurridísimo, como asimismo las calles que conducen a éste. El público melillense, sin que fueran necesarias excitaciones, quiso rendir un nuevo homenaje a sus héroes, asistiendo espontáneamente a la que había de ser solemne ceremonia de trasladar hasta el muelle los cadáveres embalsamados de los heroicos Valenzuela y alférez Fermín Alarcón.

Poco antes de la hora citada llegaron a la necrópolis nutridas comisiones civiles, militares y de la Armada. Poco después de las cuatro de la tarde llegaron el Alto Comisario de España en Marruecos, Sr. Silvela, Comandante General Sr. Martínez Anido, y generales Echagüe y Castro Girona, a los que acompañaban los coroneles de Estado Mayor Ignacio de Despujol y Cándido Pardo, el comandante del crucero "Reina Regente", García Velázquez, el inspector de los servicios de Marina del Protectorado Fernández Almeida, los coroneles Cisneros, Ardazún, Bienzobas y Coll, ayudantes y demás personas del séquito de SS.EE.

También estaban el comandante jefe accidental del Tercio Enrique Lucas Mercader y comisiones de jefes y oficiales de todos los Cuerpos. Los hermanos del teniente coronel Valenzuela, recibieron expresivas demostraciones de pésame de las numerosísimas personas que sin cesar invadían el sagrado recinto. El comandante Enrique Lucas Mercader y capitanes Urzáiz, Silva y Ortiz de Zárate, procedieron a la organización de la fúnebre comitiva. A las cuatro y media el capellán del cementerio, Padre Ontiveros, rezó un responso ante los cadáveres de Valenzuela y Alarcón. Seguidamente se procedió al traslado de los féretros a los armones de Artillería que habían de conducirlos al muelle.

El traslado lo efectuaron a hombros los oficiales del Tercio que allí se encontraban, organizándose en la puerta del cementerio el séquito. Allí, como al principio decimos, se hallaba estacionado un inmenso gentío, del que formaban parte todas las capas sociales.

Poco antes de las cinco de la tarde quedó organizado el cortejo. Abría la marcha el clero castrense, integrado por los capellanes: de Ingenieros, Luis León; de la Brigada Disciplinaria, Jesús Martínez; del Tercio, Julián Muñoz; Hermanos de la Doctrina Cristiana, y todos los capellanes castrenses que se encontraban en Melilla.

Seguían los armones de Artillería, llevando los cadáveres del alférez Alarcón y teniente coronel Valenzuela. Ambos féretros iban envueltos con la bandera nacional. En tres automóviles, adornados con banderas nacionales, se veían infinidad de coronas entre las que, además de las dedicadas al alférez Alarcón por su padre y hermanos, de la Legión y Segunda Bandera, destacaban las siguientes:
Del Excmo. Sr. Conde de Sobradiel, del Excmo. Sr. Marqués de Polavieja, del regimiento de Infantería de Melilla nº 59, del regimiento de Artillería, de Caballería, del Servicio de Aviación, del coronel jefe de la columna de Tafersit, del Grupo de Fuerzas Regulares Indígenas de Melilla nº 2, del Grupo de Fuerzas Regulares Indígenas de Alhucemas nº 5, de la Cámara de Comercio y de la Cámara Agrícola de Melilla, de la Comandancia de Ingenieros de Melilla, del Inmemorial del Rey, de la Comandancia de Intendencia y del Jardín Valenciano.

Las cintas del féretro del teniente coronel Valenzuela eran llevadas por los capitanes del Tercio, Ortiz de Zárate y Tuero; comandante de Aviación, Rueda; capitán de Artillería, Valcázar; capitán de Ingenieros, López Lara; capitán de Caballería, González; auditor de segunda, Sr. Socasan; capitán de corbeta, Barreto; capitán médico del Tercio, Torrecillas; capitanes de la misma unidad, Silva, Urzáiz, Cazueco y Asenjo; y tenientes, también del Tercio, Espejo y Gallego… (Continuará)

Bibliografía consultada al final del último capítulo

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