España presentó a la Comisión Europea un plan presupuestario en el que la presión fiscal se eleva hasta el 37,7% del PIB. Es decir, se busca elevar la presión fiscal casi 5 puntos por encima de la que existió en 2012, tras las subidas impositivas impuestas por Montoro.
La presión fiscal es el resultado de dividir ingresos totales tributarios entre PIB. Es decir, es una ratio puramente recaudatoria. La presión fiscal puede, por tanto, aumentar si se mantienen los mismos ingresos totales pero el PIB se reduce, y disminuir cuando los ingresos totales se mantienen, pero el PIB aumenta.
Un aumento de la presión fiscal significa que los ingresos del Estado vía impositiva pesan aún más en relación con el PIB que antes.
Hay dos problemas principales con las cifras enviadas a la Comisión Europea. El primero es que estiman unos ingresos completamente irreales. El segundo, que cuando recauden menos de lo esperado subirán aún más los impuestos. Lo justificarán diciendo que la presión fiscal en España está por debajo de la media europea, y si bien es cierto que eso es cierto, es importante entender la menos presión fiscal en España no se debe a unos impuestos bajos, sino que se debe a que el paro en nuestro país es mucho más alto, las empresas son más pequeñas, la economía sumergida es mayor, y los salarios son más bajos. Ellos dirán que es porque los ricos pagan muy poco, pero la realidad es que la diferencia en recaudación con respecto al resto de países europeos se explica por una menor recaudación por IVA.
En materia impositiva cabe resaltar que, contrario a lo que están haciendo el resto de países de nuestro entorno, este Gobierno no se plantea ni por un segundo reducir la carga impositiva, es más, solo se plantean subidas impositivas como la reciente a las bebidas azucaradas. En vez de ayudarse de las ayudas europeas para dar un respiro a la población prefieren usarlas para aumentar el gasto aún más. Un gasto que van a beneficiar a muy pocos a costa de muchos.
Por Francisco Bohórquez
