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Normalizar Melilla o como huir de visiones maximalistas

Uno de los actos de presentación del informe del Observatorio de Ceuta y Melilla tutelado por el Instituto de Seguridad y Cultura, con participación de Bustillo y Chandiramani

El informe del Observatorio de Ceuta y Melilla tutelado por el Instituto de Seguridad y Cultura aparecido recientemente, intenta abordar el problema de la crisis actual que sufren ambas ciudades bajo el prisma de la visión económica esencialmente, entendiendo que este momento actual puede ser un acicate para tomar nuevas decisiones que potencien el desarrollo de Melilla y Ceuta, una oportunidad vamos, para salir del marasmo en el que nos encontramos en este momento. Lo cierto es que el informe apenas trata de cuestiones que no estén relacionadas con la economía y creo que ahí radica el principal problema del mismo, a saber, no practicar una visión algo más global de la situación de crisis que afecta a Melilla y Ceuta en estos momentos, optando por el contrario por un cierto maximalismo a la hora de plantear el análisis. Y cuando no se hace así, en algunos de los apartados, inmediatamente se tiende a conectar los problemas detectados con la dimensión económica. El problema de Melilla y Ceuta sin embargo no es solo económico, tiene múltiples facetas que han ido evolucionando a lo largo de las últimas décadas de una manera negativa para el desarrollo local y no debería circunscribirse exclusivamente al problema del comercio atípico. Siendo éste importante en la reciente historia local, lo cierto es que muchos otros problemas no han dependido de esa cuestión y de las veleidades marroquíes al respecto.

El problema al que se enfrentan ambas ciudades está engarzado no solo a las peculiares características económicas de los dos territorios sino que se adentra en otros ámbitos ajenos al mismo como son las relaciones hispano-marroquíes y su perversa dinámica, la acción exterior española hacia el país magrebí, la configuración institucional de las dos ciudades, determinadas decisiones políticas inadecuadas o, por poner otro ejemplo, el desarrollo de corrientes migratorias desaforadas desde finales del siglo pasado desde el norte de África hacia Europa. En este sentido, llevo varios años intentando explicar a través de varios artículos el concepto ‘normalización’ para abordar el análisis de la situación de Melilla y Ceuta en diversas facetas, no solo la económica, en su evolución desde el tardofranquismo y la transición a la democracia hasta día de hoy, para comprender la actual situación de penuria en la que se encuentran las dos ciudades, y el problema detectado en estas últimas cinco décadas enraíza con el diferente tratamiento que los gobiernos centrales han dispensado a Melilla y Ceuta con relación al resto del país. La cuestión por tanto que debemos preguntarnos en primera instancia es la razón o razones por las que los gobiernos de España han tratado de forma diferente a las dos ciudades con relación al resto del territorio nacional. Ello nos lleva indefectiblemente a la espinosa cuestión de las relaciones hispano-marroquíes y de la política exterior de nuestro país hacia el país magrebí, una circunstancia ésta no existente en otros territorios, si acaso y de forma tangencial en las Islas Canarias, aunque de forma más taimada. En otras palabras, el Estado ha tendido a supeditar los intereses de ambas ciudades en el marco de las relaciones con Marruecos y aquí radica en mi opinión uno de los principales problemas que, como verá el lector, nada tiene que ver en principio con la economía o con el comercio atípico.

El informe realizado sobre Melilla analiza algunos de los factores que, el autor, miembro del PSOE local, entiende son claves para entender la situación de crisis actual. De lo que no habla el autor es de las acciones políticas que su partido, con responsabilidad de gobierno más de 21 años en el ámbito nacional, pueda tener en la actual situación desastrosa en la que se encuentra la ciudad. Veamos algunos ejemplos sobre el tenor. Afirma el señor Bustillo que ‘Todo cambia menos Melilla’. Bien, uno tiene la impresión al leer este apartado de que el autor culpabiliza en cierto modo a Melilla de no haber globalizado su economía y de no haber hecho cambios en la misma para adaptarse a las circunstancias del entorno. Pero lo cierto es que Melilla es parte del territorio español y España sí ha cambiado y se ha adaptado con mejor o peor suerte a esas circunstancias. Si Melilla no lo ha logrado es más bien por los impedimentos del gobierno central, que ha marginado continuamente a la ciudad en parte debido al monstruoso marco legal, político, administrativo e institucional en el que sumió a la ciudad desde el acceso del PSOE al poder en octubre de 1982. Es cierto que Marruecos optó por una mayor integración económica con la UE pero no es menos cierto que fue un gobierno socialista quien dejó a Melilla y Ceuta fuera de la Unión Aduanera en 1986 como también el hecho de que fue en el Consejo de Ministros de la UE de Lisboa de 1992 donde el gobierno socialista se erigió en el defensor de la integración de Marruecos en la UE a través de un amplio acuerdo económico. Desde entonces, como dice el autor, ‘Marruecos y la UE avanzan de manera extraordinaria en su integración económica’. Exacto, quien no lo hace es Melilla y Ceuta, pero no porque no quieran sino porque no pueden debido al marco jurídico que quiso el PSOE en 1986 y que condiciona el económico. Ni una crítica de su parte, señor Bustillo. Por cierto, el PP no lo ha hecho mejor. La última vez que Ceuta pidió entrar en la Unión Aduanera se le contesto desde este partido, en concreto el portavoz del PP en el Parlamento Europeo, ‘ahora no toca’.

Vamos con otra cuestión, la pesca. En 1981 pescaban en aguas marroquíes unos 1.100 barcos españoles. En la actualidad lo hacen unos 70 y bajo condiciones muy onerosas para la UE. La pesca habría desaparecido de Melilla inevitablemente y no porque Marruecos no dejara pescar a los barcos melillenses en sus aguas sino porque amplió de forma unilateral sus aguas jurisdiccionales a 30 millas marinas en 1975. Posteriormente su objetivo ha sido desarrollar su propia flota hasta día de hoy, algo legítimo. Cuando España entra en la CEE en Melilla apenas quedaban barcos de pesca, luego los acuerdos firmados entre Marruecos y la CEE primero y la UE después en nada habría cambiado la situación. Lo que sí podría haber hecho el gobierno español es autorizar la piscicultura en Melilla y las islas Chafarinas, aunque para ello había que delimitar las aguas jurisdiccionales de ambos territorios, algo que no ha hecho. A día de hoy los acuerdos de pesca entre Marruecos y la UE solo sirven para que Europa legitime la ocupación ilegal del Sahara Occidental, antigua colonia española donde, por cierto, si fuera un Estado independiente, sí podrían pescar los barcos españoles.

Sobre el turismo no voy a extenderme en demasía. Solo afirmaré dos cosas, el turismo solo es posible en aquellos lugares donde hay seguridad y estabilidad. Tal vez deberíamos comenzar por meditar sobre la situación de la ciudad en este sentido. Por lo demás, ya sabemos que el transporte es costoso, pero hay medidas sencillas para remediarlo. Una ciudad que recibe decenas de millones de euros en concepto de ‘compensación del IPSI’ debería poder dedicar algo de ese capital a financiar el transporte de turistas. Pero lo peor no es eso. La imagen de Melilla es mala, las informaciones que salen en televisión en el ámbito nacional son perjudiciales, como por ejemplo el islamismo, el terrorismo, los flujos migratorios o el contrabando. La instrumentalización que hace Marruecos de estas cuestiones es evidente, presionando continuamente a Melilla por este motivo con intenciones políticas claras.

Respecto a la excepción de Melilla de los procesos de integración económica en la UE depende de nuestra aberrante situación de exclusión del espacio aduanero. Fue su partido señor Bustillo quien adoptó la decisión de excluirnos en 1986 bajo las presiones de Marruecos de cortar relaciones diplomáticas con nuestro país, por cierto. Pero no cargue sobre el empresariado local la apuesta por aquella medida, en primer lugar, porque la mayoría de los empresarios locales no se dedican al comercio atípico y en segundo porque en aquellos años, el número de empresarios dedicados a aquella actividad era inferior al actual. Digamos que es el statu otorgado por el gobierno socialista a la ciudad en el marco de la integración en la CEE en 1986 el que ha espoleado que nuevos empresarios hayan querido hacer pingües beneficios con esa actividad, marginando otras posibilidades. Respecto a incluir a Melilla en el acuerdo sobre ‘reglas de origen’ no dejó de ser una broma del PP pues, ¿alguien creía realmente que los empresarios melillenses iban a comprar materias primas en el extranjero para elaborar productos propios en la ciudad? Eso habría requerido un proceso de reconversión muy dilatado en el tiempo y en cierto modo algo costoso siendo una solución poco realista para un territorio tan reducido como Melilla.

Pero vamos a la cuestión mollar del análisis, a saber, el papel de Marruecos en toda esta historia. Dice el señor Bustillo que la ‘vocación’ de Melilla ha sido en estos años optar por Marruecos ‘como cliente único’. Bien, esto es inexacto, no ha sido Melilla sino ciertos empresarios de la ciudad quienes se han beneficiado de un sistema auspiciado por cierto desde el gobierno central y el local. Las cosas no tendrían por qué haber sucedido de esta manera y aquí sí hay que retrotraerse al franquismo, en concreto a 1956, momento en que se concede la independencia a Marruecos. La economía melillense fue durante el protectorado complementaria a la marroquí, en particular como suministradora de productos, aunque ello nunca la hizo estar subordinada a este país, como afirma algún apologeta local en cierto trabajo. Desde entonces el desarrollo económico y social de ambas zonas, Melilla y Marruecos ha sido dispar, siendo el melillense muy superior como así atestiguan los datos de PIB y renta per cápita. Esto quiere decir lisa y llanamente que la influencia de Marruecos en la economía de las dos ciudades es mínima y no como dice usted ‘absoluta’. Otra cosa es la dependencia del comercio atípico de las decisiones del gobierno de Marruecos y ahí sí hay una relación pues ha sido ese gobierno marroquí quien ha permitido ese tráfico ‘paralegal’ de mercancías, tal vez porque le convenía.

Parece que en el momento actual no le conviene al gobierno marroquí ese tráfico, aunque ello no quiere decir que exista ‘divergencia’ entre Marruecos y España. Las relaciones hispano-marroquíes, lejos de divergir, han tendido a lo contrario, a converger, es más, diría que los intereses españoles han quedado subsumidos en los marroquíes, circunstancia que explica esa supeditación de los intereses de Melilla y Ceuta frente a Marruecos. Dice el señor Bustillo que ‘Marruecos apuesta por un nuevo concepto de frontera’. Efectivamente, pero solo en Melilla y Ceuta, circunstancia que explica que haya decidido unilateralmente cerrar la aduana comercial en el paso de Melilla. En Tánger no sucede así y pueden entrar libremente productos desde Algeciras. La cuestión por tanto es por qué Marruecos hace esto y sinceramente señor Bustillo, no creo que lo haga para mejorar el desarrollo socio-económico de las zonas aledañas a las dos ciudades ni siquiera el de Marruecos a pesar de que, según su opinión, tal medida, acabar con el comercio atípico, no pretenda ‘estrangular’ a las ciudades españolas. Yo creo que sí y lo creo porque la decisión marroquí de cerrar una aduana comercial legal, en una frontera internacional solo puede tener ese objetivo. Va más allá de acabar con el comercio atípico. Podrían haberlo hecho y dejar igualmente que hubiera tráfico regular de mercancías por la frontera. Tal medida tiene un segundo efecto y es hacer inoperativo el puerto comercial de Melilla en detrimento del de Beni Enzar, por cierto, un puerto éste ilegal al estar construido sobre aguas jurisdiccionales españolas. Sin duda es una competencia desleal ante la cual no ha reaccionado el gobierno español. En mi opinión el cierre de la aduana comercial debería haber tenido como respuesta inmediata el corte de las comunicaciones marítimas con el puerto de Beni Enzar para intentar forzar una negociación sobre esta cuestión. Pero una vez más, los intereses de Melilla se han supeditado a los marroquíes.

No quiero terminar sin hacer un breve apunte sobre el estatuto de autonomía pues nos lleva directamente a tratar la espinosa cuestión de nuestra incardinación en el sistema de organización territorial del Estado. Pese a ello, no deja de tener gracia que sea un miembro del PSOE el que deslice una ligera, más bien ligerísima crítica al régimen autonómico de la ciudad, en parte porque fue el PSOE el que se negó por activa y por pasiva a conceder un estatuto de Comunidad Autónoma a Melilla y Ceuta en su día y a una reforma posterior de los dos estatutos. Estoy de acuerdo con usted en que el marco legal y administrativo de un territorio es importante para el desarrollo económico. Pero tampoco es la panacea. Melilla como parte del territorio nacional está inserta en una economía de mercado. En este sentido, el cambio de sistema productivo local, con los condicionantes existentes, no hay duda, depende más de las acciones que quiera emprender la clase empresarial más que la Ciudad Autónoma. No caigamos en el dirigismo económico porque la práctica nos muestra que es ineficaz e ineficiente. Respecto a legislar o no, es cierto que es un imponderable, aunque en mi opinión lo es más la inacción del Gobierno central en este sentido pues podría suplir este problema con facilidad y celeridad si tuviera interés. El problema es que no lo tiene.

Melilla al igual que Ceuta se encuentra en un momento de crisis que puede ser el acicate para impulsar un cambio de modelo productivo que, como es obvio, debe venir del empresariado, local o foráneo, no de la administración. Ésta, a lo sumo, debe propiciar ciertas medidas que mejoren el marco en el que este empresariado pueda desarrollar sus iniciativas en las mejores condiciones posibles. Respecto a ‘las realidades’ de Melilla y Ceuta, en mi opinión las similitudes son más relevantes que las diferencias. Por ejemplo, su régimen autonómico es diferente al peninsular, su marco institucional también, su territorio diminuto, carecen de aduanas comerciales en sus fronteras, son reivindicadas por un Estado tercero, en este caso Marruecos, la presión del reino alauita para condicionar el desarrollo y la vida diaria de las dos ciudades es absoluto, entre otros medios a través de los flujos migratorios irregulares, las inversiones del Estado son menores que en otras autonomías y muy espaciadas en tiempo, parte de su territorio es de carácter militar y no puede utilizarse para fines económicos, baja recaudación fiscal y alto índice de corrupción, por poner algunos ejemplos. Estos elementos lastran el desarrollo es cierto, pero en las dos ciudades y en cualquier territorio. La equiparación con el resto del país es necesaria y también con Europa en cuyo seno existen diferentes regímenes fiscales, por cierto. Y digo esto porque el señor Bustillo en sus conclusiones desliza la idea de que quizás a una ciudad le convenga entrar en la Unión Aduanera y a otra no, aspecto que sería imposible de llevar a cabo. En cualquier caso, de lo que sí estoy seguro es de que el horizonte de cambio de las dos ciudades nada tiene que ver con los objetivos de sostenibilidad de la agenda 2030 que, como eslogan político de un socialista puede quedar bien, pero como conclusión de un análisis es bastante impreciso.

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